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La novela fue publicada por la editorial Penguin Random House.

“La literatura es una experiencia de la naturaleza humana”: Criseida Santos


Por: David Salinas

Criseida Santos es doctora en español con énfasis en escritura creativa por la Universidad de Houston. En 2013 escribió su novela La reinita pop no ha muerto, con la que ganó el Premio Literario de Novela Breve ese mismo año. Entre los cambios en torno a los derechos LGBT+ y la creciente inseguridad por el narcotráfico en Monterrey, Lupe, la protagonista, se mueve entre Houston y su ciudad natal en una serie de infortunados intentos de perseguir sus deseos.

Esta obra forma parte de una nueva corriente del uso del lenguaje coloquial como expresión literaria. Especialmente con regionalismos y spanglish, la novela utiliza un estilo muy regiomontano. 

Definitivamente lo que dices sobre el habla medio bilingüe que hay en Monterrey. Y también que es una tendencia en las últimas novelas y libros, que no es nueva, pero que ya tiene un uso muy común el acudir a citas de canciones populares y de cultura pop, más que a las citas eruditas. Es una tendencia que viene simplemente porque la literatura se va renovando. El lenguaje, en su manifestación de literatura, va cambiando y hay que acercarnos a los lectores y a las lectoras. Que no rebote pensando que no se verá reflejado en la lectura.

Monterrey es uno de los lugares con más discriminación homofóbica del país, en este contexto, ¿por qué es importante escribir historias con protagonistas LGBT+?

Hay una discusión sobre si uno debe escribir y proponer sus cosas desde la militancia. Yo digo que si esa es la manera de aportar un granito de arena, ¿por qué no?; si eso va a ser en beneficio a que se abra el diálogo sobre cómo convivir o cómo tener una sociedad más armónica, ¿por qué no?, y si de paso me voy a divertir con eso, todavía mejor. Ahora, el efecto que quiero lograr no es que te rías y lo tomes a chiste, sino que a la mitad de la lectura digas: ¿pero por qué me estoy riendo de esto? No está bien que me ría de la desgracia ajena. Ahí es donde entra el juego con la literatura, porque en el momento de desnudar al personaje, ponerlo con sus virtudes y defectos, ponerlo como es, como ser humano, logramos una empatía, o al menos nos acercamos más a la empatía. En ese sentido, ya para cuando te acuerdes, vas a estar empatizando con una lesbiana pobre y morena de Monterrey, que en mi opinión somos la mayoría, pero no nos gusta verlo reflejado de esa manera. Para mí ese es el diálogo o el puente que trato de tener con estos personajes. 

Sobre las representaciones en productos culturales, ¿qué te llevó a escribir esta relación lésbica como una imperfecta y con relaciones de poder asimétricas?

Eso es todo un tema porque de pronto entendemos las relaciones humanas, amorosas o afectivas como si una cosa aplicara para heterosexuales y otra para no heterosexuales. Con todo y sus sutilezas, en el fondo somos lo mismo. Nos portamos exactamente igual: hay violencia en ambos bandos; hay relaciones muy bonitas en ambos bandos; hay gente mal y bien intencionada en ambos bandos. Volvemos a lo mismo, al final lo que recoge la literatura es una experiencia de la naturaleza humana y vamos a encontrarla matizada en ambos tipos de personajes. Ya hemos tenido una enorme tradición de identificarnos con personajes masculinos heterosexuales, ¿por qué no empezar a subvertir eso?

La novela tiene muchas referencias musicales, ¿hubo algún criterio, más allá del contenido de las letras, para elegir qué canciones aparecerían citadas en el libro?

Creo que es un ejercicio más o menos consciente el que hice al seleccionar las canciones. No necesariamente todas son mis favoritas. Hay que tomar en cuenta que esta selección se hizo para la primera edición en el 2013. Como criterio, traté de resumir emociones y referentes culturales o históricos. Si se logra hacer una conexión, todavía estamos vigentes. Si a pesar de no estar actualizado, el soundtrack, sigue resonando, entonces funciona. No la novela en sí, sino la música, el referente. Quise que fueran canciones que dijeran algo en mi muy particular contexto que es Monterrey, o quizá en uno más amplio: México.

Dentro de la novela está presente la violencia y la desigualdad de Monterrey, ¿cómo ha sido revisitar este libro en un contexto en el que este tipo de violencia se ha normalizado?

La referencia que hace la novela al contexto de violencia está ahí, porque no se podía ignorar. Ya en ese momento, era imposible ignorarla porque nos afectó de manera significativa, aunque yo no quería escribir una novela exclusivamente sobre este tema.

Esta es una historia de amor y desamor. Del desamor de una ciudad que te había prometido un montón de cosas a través de sus patriarcas empresariales, pero que no funcionó. Había que hacer ese duelo. A diez años, pienso, ya se nos olvidó. Ya aprendimos a convivir con eso, ya no nos horroriza, y eso es peligroso porque ya no es una situación ajena: es una enfermedad moral el seguir en esa dinámica. Es doloroso. Qué más quisiera yo que no estuviera vigente. Podrías decir que fue solo un momento en la historia de Monterrey, pero es algo que sigue y pareciera que no tiene fecha para irse.

Planteas en la historia una relación muy estrecha entre Monterrey y Houston, casi como si una ciudad fuera la extensión de la otra. 

Eso es cierto, solamente para un tipo de persona: el regiomontano que encuentra Monterrey en Houston; hay todas las marcas: de comida, de cerveza, de pollo… hasta hay un restaurante que se llama Monterrey chiquito. No sientes que no estás en Monterrey si no quieres sentirlo. Y es parecido acá, hasta nos trajimos el HEB. Es esa fascinación que tiene un cierto tipo de habitante en ese corredor Monterrey-Laredo-Houston. Es ese el que tiene esa ciudad extendida, no un nativo de Houston que ni ve a Monterrey en el mapa, y no un regiomontano que esté más en conversación con Nueva York o con la Ciudad de México. Es una gente particular, y es a él al que trato de representar. Es ese fenómeno que se da frecuentemente en Monterrey, y también allá. Es ese circuito en el que está sentada la historia.

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