Mayas y Mexicas: Cuando su dios Sol era ‘comido’ por la Luna


Image Not Found
Por: Miguel Solís

Mucho se habló del eclipse solar del pasado lunes 8 de abril. Desde recomendaciones para verlo hasta sesiones de energías a sobreprecio ofrecidas por whitexicans y pseudo chamanes. Lo cierto es, no obstante, que tanto hoy como en épocas pasadas estos sucesos astronómicos han sido de gran interés para el ojo humano (no directamente, pues la retina se quemaría). Cada cultura ha intentado darle una explicación a este fenómeno, usándolo incluso para su beneficio.

Para los antiguos pobladores de Mesoamérica, los eclipses solían tener una asociación a lo negativo, temiendo el más fatal de los desenlaces. Estos eran registrados en sus códices y eran predichos por los sabios y sacerdotes de cada cultura.

En el caso de los mayas se tienen registros bastante precisos de eclipses en el Códice Dresde, con un 55% de certeza. Para conocer su pensamiento con respecto a este acontecimiento, basta con leer el Chilam- Balam, escrito en Chumayel, un antiguo asentamiento maya en Yucatán, que versa: “Y fue mordido el rostro de Sol. Y se oscureció y apagó su rostro. […] ¡Se ha quemado! ¡Ha muerto nuestro dios!”. Justamente, el término empleado por la cultura maya para referirse a este fenómeno astronómico era Pa’al Kin, “Sol roto”.

Los mexica también tenían sus interpretaciones sobre los eclipses. Si bien no utilizaban el término actual, se referían al fenómeno como Tonatiuh qualo, que puede traducirse a “el Sol es comido”. Hay que tener en cuenta que para estas civilizaciones, y prácticamente todas las antiguas, el Sol era una de las principales deidades, así como fuente de vida. No es de extrañar que, al ser oscurecido, podrían pensar que un gran mal se aproximaba.

Se cuenta que, hacia marzo de 1325, un eclipse solar total fue decisivo para la fundación de Tenochtitlan en el islote mayor del lago de Texcoco. Igualmente, este fenómeno daría pie a numerosos mitos e historias que intentarían narrar lo ocurrido durante las horas en las que el Sol era velado por la Luna.

Uno de estos casos sería, dependiendo de las fuentes, el nacimiento de Huitzilopochtli que, en cólera y por defender a su madre Coatlicue, desmembró a su hermana Coyolxauhqui que intentaba hacerle daño a Coatlicue. Huitzilopochtli tomó la cabeza de su hermana, la lanzó al cielo y esta se convirtió en la Luna.

Mi interpretación favorita, no obstante, es la de la aparición de las Tzitzimimeh, “gente de mal genio”; deidades femeninas menores malvadas por naturaleza que, cuando ocurría un eclipse, atacaban al Sol intentando derribarlo. Según una de las muchas variantes del mito del Quinto Sol, cuando este sea roto por un gran terremoto, las tzitzimimeh bajarán a la Tierra oscurecida y acabarán con toda la vida que haya en ella.

Fue tan importante el eclipse para los mexica que, incluso, podría hacerse una analogía de cómo la ceremonia del Fuego Nuevo recreaba este acontecimiento: oscureciendo toda Tenochtitlan para destruir a sus ídolos y volver a crearlos una vez que la gran hoguera que ellos mismos disponían en el cerro de Iztapalapa hubiera sido encendida.

Sin duda, una concepción totalmente distinta a la certeza científica que se tiene hoy en día. Pero da para preguntarnos, ¿cómo nos sentiríamos si nuestros dioses fueran mordidos?, ¿si fueran destruidos por una oscuridad que pareciera no acabarse?

Con el objetivo de motivar la participación ciudadana y para garantizar un tratamiento informativo adecuado frente a los contenidos presentados, los invitamos a escribir a [email protected] en caso de dudas, aclaraciones, rectificaciones o comentarios.

Scroll al inicio