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Marissa Rodríguez-Sánchez, maestra en Ciencias Antropológicas.

La migración es una situación crítica que incita experiencias únicas: Marissa Rodríguez-Sánchez


Por: María Belén Cane

Debido a su posición geográfica y oferta laboral, Monterrey se encuentra de manera constante entre las principales ciudades de tránsito en el país para los migrantes internacionales que pretenden cruzar la frontera con Estados Unidos. En numerosas ocasiones, estas personas buscan escapar de la precariedad económica y de la inseguridad en sus propios países, y en el camino atraviesan peligros y amenazas que abarcan desde hambre y cansancio físico hasta violencia por parte de grupos criminales y agentes estatales. 

Marissa Rodríguez-Sánchez, profesora del departamento de Humanidades de la UDEM, se ha dedicado desde hace varios años a estudiar la migración desde la antropología de las emociones. Una parte de sus estudios giran en torno al Mesón Estrella, el mercado ubicado en el centro que se ha establecido como un espacio receptor de comunidades migrantes tanto nacionales como internacionales. Al mismo tiempo, Rodríguez-Sánchez comparte sus hallazgos y reflexiones en torno a conceptos centrales de la antropología en su cuenta de divulgación.

Este año dirigió el proyecto Emociones migrantes en el Mesón Estrella, el cual se presentó el sábado 20 de julio en el Laboratorio Ciudadano LABNL. La maestra en Ciencias Antropológicas y varios voluntarios colaboraron en la creación de una cartografía emocional de trayectos migratorios, el cual dibuja un mapa de las experiencias emocionales que atraviesan las comunidades migrantes en su tránsito por Monterrey hacia Estados Unidos. 

En este mapa, presentado en formato digital, es posible visualizar -a través de líneas, colores y símbolos- los puntos de partida medios de transporte, sitios de peligro, cansancio y tranquilidad, así como las emociones predominantes que se experimentan en cada parada. Su realización recurrió a testimonios de migrantes que fueron recabados por el equipo voluntario en el Mesón Estrella. 

En esta entrevista con la Agencia Informativa UDEM, la antropóloga responde sobre el fenómeno de la migración en el Estado y la percepción de los regiomontanos, desarrolla sobre la relevancia del estudio social de las emociones y reflexiona sobre los alcances y posibilidades de impacto de este proyecto.

Todas estas rutas migratorias convergen en el Mesón Estrella, en el centro de Monterrey; ¿por qué consideras necesario comprender este contexto? 

La historia de Nuevo León está escrita sobre el fenómeno de la migración, sobre todo interna. Pero es un hecho que se ha negado bastante y todas las poblaciones migrantes internas han contribuido muchísimo a la conformación del capital que distingue, sobre todo, a Monterrey. A partir de los 90 la migración creció y, posteriormente, en la primera década de los 2000, la migración centroamericana incrementó su presencia. Es muy importante y muy interesante porque el destino de los grupos de Centroamérica y ahora de Sudamérica nunca ha sido Monterrey. La pretensión no es radicar aquí ni quedarse a trabajar, es un paso obligado, necesario para las poblaciones que transitan. Asimismo, este espacio está marcado por relaciones geopolíticas. 

¿Qué imaginarios tiene la población regia que tal vez puedan llegar a ser erróneas, estereotipadas o discriminatorias?

Monterrey, como capital, pero también el estado mismo de Nuevo León, han ocupado los primeros lugares de las listas de entidades federativas y de ciudades más racistas del país, respectivamente. Muchas veces se habla de características estereotipadas acerca de estas personas como perezosos y que migran por gusto. Ante la población haitiana, cuyo fenotipo se destaca bastante entre otros migrantes que son más parecidos a nosotros los mexicanos, se dice “aquí aceptamos a las personas negras abiertamente”. Hay otro elemento que se menciona bastante y es “que hablan otros idiomas”, entonces aparecen ante los ojos de los regiomontanos como personas más cultas en términos generales. Y hay otra idea asociada a sus cuerpos, la de que son de muchísima fortaleza, entonces son personas que “aguantan trabajos muy rudos”, lo cual entraña otra clase de racismo.

¿Qué fue lo que más te impactó de los testimonios recabados para el proyecto?

Me di cuenta de otra clase de riesgos que no habían aparecido en las entrevistas previas: se multiplicaron los testimonios acerca de los riesgos ecológicos. Quizá ya se tenía presente el tema de fauna o la posibilidad de alguna catástrofe climatológica, pero me refiero a la contaminación de los ríos debido a los cadáveres de personas que intentaron cruzar y que no lo consiguieron. Se dejan los cuerpos en los ríos y éstos, al descomponerse, contaminan esas aguas que son indispensables para que puedan hidratarse las personas que van en camino. 

La migración es una situación crítica o límite que incita experiencias únicas y, por lo tanto, las emociones que provoca, a pesar de ser reconocidas desde la subjetividad; tienen características que son inusitadas. He escuchado cosas que pasan durante la migración que no sucederían en otro momento. Por ejemplo, las relaciones sexuales entre hombres que se reconocen a sí mismos como heterosexuales; el hecho de comer alimentos que jamás hubieran comido, como un buitre; el contacto con grupos indígenas; el no realizar rituales que demanda la religión en algunos casos. La migración trastoca la vida cotidiana y se da por sentado que, al atravesar esta situación tan dura, todo lo demás pierde un poco de sentido.

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El proyecto Emociones migrantes en el Mesón Estrella se presentó el sábado 20 de julio en el Laboratorio Ciudadano LABNL.

¿Cómo describirías la situación en cuanto a los derechos humanos de los migrantes en el país, con base en estas investigaciones?

Hay una deuda muy grande con las comunidades migrantes tanto internas como internacionales. Agentes migratorios y policías de las ciudades fronterizas –en Chiapas, en Oaxaca y también en Veracruz–, son los mismos criminales que amedrentan, secuestran, roban y asaltan. Eso es un reflejo, en términos políticos, acerca de la relajación de leyes carentes de claridad, que se manifiesta así como una realidad pragmática, prácticas ilícitas de quienes están obligados a representar esas leyes.

¿Qué nuevos aprendizajes del fenómeno migratorio nos puede aportar visualizar esas trayectorias como una cartografía emocional y que ocurriría con otras presentaciones o formatos?

Esta demanda, que surge también en otras problemáticas sociales, sucede cuando hay un intento por mostrar sus rostros. En este caso, se traza un mapa, que es una representación arbitraria, como muchas otras, y cuya diferencia consiste en partir de la subjetividad. El añadido es, por un lado, que nosotros somos nada más instrumentos para manipular estas herramientas digitales, pero las voces, los trayectos y las emociones son marcadas por los propios migrantes. Esto debería ser tomado en cuenta a la hora de diseñar nuevas leyes, porque las experiencias emocionales no son menores ante las dificultades económicas, políticas y laborales. Es prioritario que este trabajo se utilice principalmente por otras personas migrantes o personas que están pensando en emprender la migración, y que les sirva para llegar a sitios en donde hay más albergues, comida y víveres. Asimismo, que sea útil para identificar, entre aquellos lugares que se consideran potencialmente peligrosos, rutas de menor riesgo.

¿Consideras que este proyecto puede influir en la percepción de la población regiomontana sobre las experiencias de este grupo vulnerable?

Eso espero; eso quisiera. Porque sí es uno de los propósitos principales, espero que pueda tener alcance importante y modifique la percepción de las personas. Siempre se imagina que los fenómenos migratorios son críticos, que suceden lejos. Y, en realidad, están aquí, a nuestro lado. Esa es la base de la etnografía. Como decía el etnógrafo Horacio Calle: “Puedes ir al fin del mundo y no ver nada nuevo, y puedes ir a la esquina y ver todo un mundo nuevo”. 

Respecto a no minimizar la experiencia emocional, me recuerda a la frase“lo personal es político”.

Lo que expongo es que las emociones muchas veces son administradas como recursos, en una dinámica de desigualdad que marca quién va a experimentar más emociones negativas en su vida, con base en las condiciones estructurales. No son una experiencia individual aunque, en efecto, sean experimentadas de forma íntima y subjetiva, puesto que poseen un carácter político que nos dan la noción de las desigualdades de una sociedad. 

El extractivismo es un tema que se discute en la academia y en otros ámbitos. Considerando las relaciones de poder entre los investigadores y las comunidades que se abordan, ¿de qué manera se refleja esta visión crítica en la visión de tu proyecto?

Esto va de la mano con la cartografía crítica porque pone en primer plano que el mundo es un espacio, una lucha de poderes que generan desigualdades en diferentes direcciones. Y no debemos olvidar como académicas e investigadoras, que también estamos ocupando un lugar privilegiado. Y, en ese sentido, la academia tiene una deuda muy grande con las comunidades que estudia.  Evitar la extracción, cuando hablamos de emociones, es asimismo un asunto sensible, considerando que la mayor parte del trayecto es muy triste. Es doloroso, y por ello se puede caer fácilmente en sensiblerías, cursilerías, en el acto de colocar su imagen en el centro y en la explotación de la vida emocional de las personas; pues genera morbo, atrae y, por lo tanto, vende. No quisimos limitarnos en evitar el extractivismo, sino que fuimos un poco más recíprocos: me das algo y yo te doy algo. Lo más importante fue otorgar estas listas de lugares a donde pueden acudir a solicitar información, refugio, protección y orientación legal.

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