La verdad sobre los 20
Al pensar en el periodo de la vida que va de los 20 a los 30 años, con frecuencia lo idealizamos. Creemos que debe ser una etapa perfecta, repleta de oportunidades, crecimiento personal y éxito. Sin embargo, esta narrativa no refleja el nivel de complejidad emocional a la que se enfrentan muchos jóvenes. Las expectativas sociales de “tener todo resuelto” siendo veinteañero muchas veces acarrea consecuencias como estrés, ansiedad e incertidumbre.
Estudios recientes de la Organización Mundial de la Salud revelan que más del 20% de los jóvenes en la actualidad han experimentado algún tipo de trastorno relacionado con la ansiedad. La presión social que empuja a alcanzar metas y éxitos en ámbitos como el académico, laboral y personal intensifica los sentimientos de insuficiencia y competencia cuando éstos no son alcanzados. En lugar de ver esta corta década de la vida como un periodo de exploración y aprendizaje, se le ve como una carrera hacia el éxito. Un trayecto que, encima, concebimos como lineal, donde no hay lugar para errores; por consecuencia, los niveles de ansiedad y frustración se disparan.
Parte del problema que causa angustia entre jóvenes se ha visto reforzada por el contenido que consumen en redes sociales, puesto que el periodo de los veintes, de por sí idealizado, se deforma aún más. Esto solo alimenta la creencia de que uno debe de aprovechar al máximo cada oportunidad y evitar cualquier fracaso. No obstante, lo cierto es que la realidad emocional de esta etapa suele estar marcada por la incertidumbre. Las decisiones importantes se combinan con una búsqueda de identidad y propósito en cada una de ellas. Esta montaña rusa de emociones se vuelve negativa y abrumadora cuando el perfeccionismo y el fracaso dominan las expectativas sociales.
Un estudio de American Psychological Association muestra que el 25% de los jóvenes sienten una enorme presión social por tener su vida resuelta y llena de éxitos antes de cumplir los 30 años. En la mayoría de los casos, esto genera un ciclo de comparación con los demás y lleva al no sentir conformidad con el proceso de
crecimiento de cada ser individualmente cuando en realidad es un proceso normal de autodescubrimiento.
Es necesario un cuestionamiento de esta narrativa del éxito idealizado ya que esta etapa no debería de ser únicamente la década productiva o la más “feliz” de la vida sino un periodo de transición lleno de altibajos ,aprendizajes y errores como el resto de las etapas de la vida en donde la salud mental en este contexto debe priorizarse por encima de las expectativas y tomas los retos con la mejor energía que acompañan esta fase de la vida.
Aceptar lo increíblemente extraño que es tener la vida “resuelta” a los 30 suele ser liberador. También lo es aceptar que el crecimiento personal no es lineal, y que cometer errores y fracasar son experiencias fundamentales para crecer. A menudo, las creencias sociales que rodean el concepto de perfección lo vuelven el mayor obstáculo para el bienestar mental. Esto sucede cuando dejamos de verlo como un horizonte que impulsa nuestras aspiraciones y lo convertimos en el sitio donde deberíamos estar o hay que estar cuanto antes.
Como sociedad, es nuestro deber cambiar esta perspectiva: dejar de atribuirle a esta etapa una perfección inexistente que la convierta en una “etapa no perfecta”, y evaluarla como una oportunidad de autodescubrimiento a través de experiencias. De este modo, será posible construir un futuro que priorice el bienestar mental, en donde las expectativas externas pierdan su poder en la forma de definir la vida; un futuro en el cual la salud y el bienestar emocional constituyan la base del éxito.
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