Cuando los libros son tu terapia

Hay días en los que el mundo pesa demasiado. Días en los que ni siquiera las palabras de tu mamá y tu mejor amiga logran reconfortarte. El ruido en tu cabeza se impone sobre todo lo demás. Encontré un refugio para esos momentos: la literatura. No me refiero al cliché que habla sobre una supuesta magia que ocurre al leer. Hablo de una ciencia: la biblioterapia. Se trata de una práctica que utiliza la lectura como herramienta terapéutica. No es ningún invento hecho por BookTokers, sino un auténtico puente que lleva siglos construyéndose entre los libros y las sensaciones y emociones que generan.
En el año 2021, la Universidad de Sussex hizo público un estudio que evidenció cómo un tiempo de lectura de solo seis minutos puede reducir el estrés en un 68%. Ahora mismo, quizá te sientas decepcionado por este porcentaje, pero, en lo que se refiere a la dimensión humana, ¿dónde hay perfección? El estrés y la ansiedad no se eliminan, solo se manejan. Es en esto que la biblioterapia puede ayudarlos: no es una cura milagrosa, pero sí una herramienta de autogestión emocional.
Como reductor del estrés, leer supera a varias actividades, como escuchar música o caminar. ¿Por qué? En buena medida, porque la ficción sumerge a las personas en un estado al que los científicos llaman “atención enfocada”, que reduce el ciclo vicioso de pensamientos tóxicos. No obstante, esto va más allá de una distracción: cuando leemos sobre un personaje que atraviesa un divorcio o una depresión, nuestro cerebro activa las regiones que permiten sentir la ficción como si la viviéramos en verdad. En cierto modo, leer permite que tengamos un entrenamiento emocional, pero en modo seguro.
Rudine Sims Bishop, escritora de cuentos infantiles, se ha referido a los libros como espejos. Reflejan nuestras luchas, así como nuestros momentos más felices. En lo personal, concibo a los libros como ventanas que me permiten observar mundos alternos y diversos al mío: realidades similares, pero distintas. Una de las claves en la biblioterapia consiste en experimentar un momento de escape. No es casualidad que busquemos en la literatura el sentido que no hemos encontrado en la realidad. De este modo, generamos conexión, esperanza, entre otras cosas que la vida no siempre nos proporciona.
Imagina esto: cada noche, antes de dormir, dedicas 10 minutos a leer un capítulo de tu novela de fantasía favorita o cualquiera otra que haya llamado siempre tu atención, mas no para huir de tus miedos y preocupaciones, sino para enfrentarlos desde los ojos de otra persona. O bien, quizás en tu hora libre –ya sea en el ámbito laboral o académico– abres un libro de romance y descubres que sí existen historias bellas, y que hay esperanza para ti. Sin embargo, para que esto sirve debes hacerlo con intención: no se trata de devorar páginas como si fueran pastillas, sino de elegir textos que abordan la misma angustia a la que tú te enfrentas.
Aquí te va un truco que nadie te cuenta: la biblioterapia no es pasiva. Funciona mejor si subrayas frases o garabateas notas en los espacios blancos. En especial si te apasionas tanto como para gritar: “¡Esto no es justo!”, mientras lees el libro. Te comparto un poderoso ejercicio que a mí me ha funcionado: escribirle una carta al personaje con el que más te identificas. Parece una locura, pero es una forma de procesar las emociones. Al final del día, te identificas con ese personaje y escribirle algo es una manera de externalizar tu propio caos interior.
La próxima vez que el peso del mundo nuble tu mente, recuerda: hay un libro esperándote. No podrá salvarte de nada, pero sí te recordará que incluso en la trama más oscura hay siempre un rayo de esperanza.
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