Espacios que no resisten: la fragilidad urbana
Lunes 24 de marzo de 2025. Comienzo mi recorrido en el Toks de la Avenida Eugenio Garza Sada, el que está enfrente de plaza La Silla. Miro a mi alrededor y lo primero que noto es lo peligroso que es transitar la banqueta por lo expuesta que está. Cualquier desliz podría derivar en un atropellamiento o en otro tipo de accidente. Camino hacia la parada de autobús y siento el aire de los carros que pasan a mi lado, no quiero imaginarme el agua que estaría en su lugar de estar lloviendo.
En el camino me doy cuenta de la cantidad de negocios que hay sobre la avenida. Son tantos, que es difícil encontrar un tramo de la vía pública pensada para el uso peatonal. Ahora, en lugar de banquetas, veo rampas para carros, estacionamientos o entradas para una que otra plaza.
Al recorrer la avenida uno percibe que las banquetas le pertenecen a los negocios sobre esta, no a las personas.
“Está muy sucia y no es muy segura, sobre todo para los niños”, me dice una señora con la seguridad y certeza de quien pasa por ahí muy seguido. Y sí, me cuenta que por la mañana―alrededor de las 7―, en la tarde―como a las 3―y a veces por la noche, esa zona es parte de su trayecto. Por las mañanas enfrenta banquetas irregulares y estrechas, y de noche, la falta de iluminación la hace sentir vulnerable e insegura. Sin embargo, ya está acostumbrada al deterioro y se muestra resignada ante la posibilidad de un cambio.
Otro peatón, un joven que suele caminar cada madrugada y tarde para llegar a su lugar de trabajo, muestra indiferencia en su respuesta: “Muy bien, muy bien… hay peores”. No menciona grietas ni otros riesgos a los que está expuesto. Su expresión denota que asume el desgaste como algo normal, como parte de su cotidianidad, o quizá renunció desde hace tiempo a buscar las palabras adecuadas que describan las calles.
“Cuando llueve… muy feo. Te mojas los pies”, expresa otra mujer. Y pienso que los problemas que surgen de la mala calidad de los espacios para los peatones solo tienen una opción: empeorar. La mujer está sentada en una banqueta elevada con los pies descubiertos; a su lado, dos hombres que parecen conocerla observan la interacción mientras esperan que el semáforo cambie a rojo, listos para ofrecer limpiar los parabrisas de los automovilistas.
Tres días después, el jueves 27 de marzo de 2025, empieza a llover y recuerdo lo que me dijo la señora, por lo que decido ir a observar de nuevo. Hay muchas personas que se prepararon y tienen paraguas, pero hay otros que no y buscan refugios en las paradas de camión. En estas, sin embargo, ya no cabe nadie más.
Subo al puente peatonal y desde arriba puedo apreciar con otra perspectiva la falta de mantenimiento en la avenida: las banquetas, los pocos tramos no interrumpidos por espacios para autos, los cuales tienen baches o alcantarillado expuesto.
La resiliencia, principio que dicta que las vías urbanas deben de adaptarse y resistir, apenas y se materializa en esta zona de la ciudad.
Caminar por Garza Sada es una confirmación de que lo único que está garantizado es el abandono.
Fotos y texto por: Brenda Rodríguez Villar
Este producto editorial fue desarrollado como parte del Proyecto de Evaluación Final de la Licenciatura en Ciencias de la Información y Comunicación de la Universidad de Monterrey, en colaboración con la Agencia Informativa UDEM.