El hecho de que la representación máxima de autoridad en el país, el “Licenciado” Enrique Peña Nieto, haya cometido irregularidades al realizar su tesis debería ponernos a reflexionar sobre la calidad moral y ética que como estudiantes y personas tenemos en este país. Esto es relevante ya que la tesis, como último y más difícil trabajo, representa el esfuerzo de haber estudiado por años una carrera en la universidad.
“¡Es México, güey!” (como dijo Lord Audi), dicen los usuarios de las redes sociales al burlarse, compartir memes y preguntarse ¿Quién no se ha copiado en un examen?, ¿A quién no le pasaron la tarea?, ¿Quién no sacó una tarea de internet? Demostrando que en nosotros también vive la impunidad y el cinismo, en las pequeñas cosas, pequeñas tareas y pequeñas acciones que realizamos. Es un pensamiento colectivo del que no únicamente son partidarios los gobernantes. Ya Nuño, la persona que tiene las riendas de la educación, dijo que “no es relevante”. ¿Qué podemos esperar de una sociedad y un Secretario de Educación que no reconocen la gravedad del plagio en el mundo académico?
Como estudiantes, docentes y miembros de una universidad hoy más que nunca tenemos la obligación de demostrar la ética que representa ser alumno de una institución educativa y dejar de ignorar los detalles por donde se cola la deshonestidad. En cada uno de los salones de la UDEM está colocado un mensaje: el código de honor. ¿Es solo una frase que el profesor me pide al final de cada entrega, o es mi imagen y mi palabra ante mis compañeros y docentes? Pocos alumnos conceptualizan la seriedad, responsabilidad y el compromiso que esta frase conlleva pues la mayoría solo lo repite como mantra al terminar una actividad.
El diablo está en los detalles, dice el refrán, son pequeños valores pero con una trascendencia enorme. Estoy seguro que si nos tomamos estos “detallitos” con su debida seriedad nuestro desempeño como estudiantes y como nación cambiará radicalmente.