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El reconocido director de cine estadounidense David Lynch falleció este 15 de enero, a la edad de 78 años. Foto: AFP

Un cine poderoso, extraño y absurdo: el legado que deja David Lynch


Por: Gloria Inés Pérez Galvis

Capaz de crear mundos imposibles e incomprensibles que a la vez terminaban por cautivar a los espectadores con películas artísticas, David Lynch se convirtió en un revolucionario del cine independiente que influyó a toda una nueva generación de cineastas.

Lynch falleció este miércoles 15 de enero a sus 78 años, en Los Ángeles, y deja para la historia del cine y la televisión un legado que incluye narrativas diferentes; escenas surrealistas, de suspenso y de terror; historias e imágenes que se mueven entre lo real y lo absurdo, y una visión de la naturaleza humana que revela tanto sus sueños, como sus horrores, temores y bajezas.

Juan Manuel González, director del Departamento de Cine y Comunicación de la Universidad de Monterrey (UDEM), dice que David Lynch fue un innovador, capaz de entender el cine de otra manera y de rescatarlo para que pudiera sobrevivir al siglo XX.

La propuesta cinematográfica de Lynch transformó el cine a partir de los años ochenta en Estados Unidos. Influenciado por grandes directores de cine europeo, como el italiano Federico Fellini, el sueco Ingmar Bergman y el español Luis Buñuel, Lynch abrió el camino en Hollywood para que las nuevas generaciones comenzaran a hacer un cine diferente, un cine con tintes surrealistas, que muchas veces resultó en películas extrañas y enigmáticas, y que fue ganando adeptos hasta alcanzar el éxito.

Una de sus películas más icónicas es Blue Velvet (Terciopelo azul -1986), una cinta del cine negro o de crímenes que contiene escenas de terror psicológico, escrita y dirigida por él y por la cual obtuvo su segunda nominación al Óscar a mejor director.

«Aunque hay grandes obras en la filmografía de David Lynch, Terciopelo azul es la película que, me parece, resume mejor su trabajo. Pero, en general, sus películas, cinematográfica y narrativamente, son muy poderosas y es difícil elegir una entre ellas porque si, de pronto, tienes una que por su incomprensibilidad y extrañeza es cautivante, de repente tienes otra que por sus imágenes es bellísima, y luego tienes otra que se convierte en un acertijo que quieres resolver», afirma Juan Manuel González.

Retomando una escena clásica del cine de Buñuel, Jeffrey, un joven universitario que se encuentra regando el jardín de la casa de su padre en un pequeño pueblo estadounidense, de repente descubre una oreja humana cercenada en el piso, llena de hormigas, escena que acompañada de la música envolvente de Angelo Badalamenti rompe con la realidad y la belleza de la escena inicial del pasto verde y de las bardas blancas para dar paso a un mundo oscuro, en el que Jeffrey se involucra para intentar resolver el misterio de una serie de asesinatos cometidos por una red criminal que opera en una parte de la ciudad a la que no hay acceso, cuenta Carlos González García, profesor de Cine de la Universidad de Monterrey, sobre la historia de Terciopelo azul.

«Hay escenas que rebasan lo extraño y afectan al espectador. Y esto es parte de la genialidad de Lynch, quien coquetea todo el tiempo con el arte. Estamos viendo una película, pero de pronto es otra cosa. Como el maestro que es, en sus narrativas cambia de mundos y descubre cosas de su propia realidad», explica Carlos González.

Terciopelo azul también es la película que contiene la escena, dentro de toda la producción cinematográfica de Lynch, que más marcó a estos dos especialistas en el mundo del cine: cuando Jeffrey, interpretado por el actor estadounidense Kyle MacLachlan, está encerrado en un armario y puede ver a través de las pequeñas rendijas de éste lo que ocurre a otros personajes afuera.

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Juan Manuel González, director del Departamento de Cine y Comunicación de la Universidad de Monterrey. Foto: Gael García Sandoval

«Esa imagen resume el cine de David Lynch de una manera muy interesante porque, a final de cuentas, nos está permitiendo ver por esas rendijas del subconsciente lo que está del otro lado. Lynch nos abre esos pequeños espacios para poder, a través del cine, asomarnos a nuestros propios interiores y compartirlos con los demás», dice Juan Manuel González.

«La escena es muy cinematográfica y no funcionaría ni en literatura ni en ningún lado más que en cine. Lynch es sumamente cinematográfico y, a diferencia de otros directores, no podría ser transpolado a otras artes», sostiene Carlos González.

También tuvo éxito en la televisión estadounidense. La serie Twin Peaks (1990-1991), que toma el formato casi de telenovela, tuvo una gran aceptación y logró romper con el concepto que el espectador tenía de un programa televisivo. Twin Peaks gira alrededor de las investigaciones que hace un detective para esclarecer la muerte de Laura Palmer, una estudiante de secundaria en un pequeño pueblo estadounidense.

«En la serie pasan cosas raras. Por ejemplo, hay escenas de sueño que recuerdan a Luis Buñuel por el uso de la cámara y la luz. Aunque hay pistas, no se conoce el nombre del asesino. Hay escenas con una actuación no tan realista, otras estaban trastocadas. Es una serie típica americana, llena de simbolismo. Es una serie muy extraña, pero magistral, que logró atraer la atención de los televidentes no sólo por el contenido de su historia y la expectativa que generaba, sino por la manera como fue producida», asegura Carlos González.

Para el especialista en cine, uno de los principales legados de Lynch fue haber despertado la sensibilidad de las masas con respecto a otro tipo de cine, uno puramente artístico, independiente, distinto. «Supo comunicarlo, usaba lenguajes identificables y temas que despertaban el interés y la curiosidad de los espectadores, como la investigación de un crimen, por ejemplo».

«Twin Peaks revolucionó los personajes en la televisión. Lynch jugaba con la fantasía y de repente el espectador no estaba seguro si estaba viendo algo real o imaginado. Mezclaba el suspenso con el terror y el surrealismo, y contenía cuestiones sumamente absurdas, que son un poco difíciles de entender porque eran esencialmente artísticas. La serie fue cancelada en los años noventa y retomada por Lynch en 2017 con una última temporada producida para Netflix que marca el final de la historia», detalla Carlos González.

El experto en cine de la UDEM destaca las características del cine de Lynch: el uso de la música de Angelo Badalamenti, que es una constante en su obra y marca ciertos ambientes muy melancólicos; los arquetipos estadounidenses trastocados y la crítica del American Dream; la recurrencia al cine negro, de crímenes, detectives y de misterios que resolver; el uso de elementos como la Femme Fatale (mujer fatal), el gánster y las pistolas, los cuales trastoca en sus historias; y los tiempos internos largos en sus personajes en los que deben resolver problemáticas interiores, entre otras.

La obra cinematográfica de Lynch ha influido en muchos directores de cine de finales del siglo XX y principios del XXI.

«Lynch nos demostró que se podían utilizar o reutilizar estrategias del cine clásico de una manera en la que podríamos pensar en el cine del futuro. El cine de David Lynch, su época más sólida, en los años ochenta y noventa, coincide con un momento de transición, en el que se pasa del cine rugoso de los años setenta a un cine que abraza la postmodernidad abriendo caminos en este cambio», afirma el también cineasta Juan Manuel González.

«Severance, la serie televisiva de ciencia ficción que se estrenó en Apple TV+ en febrero de 2022, no podría existir sin la obra de David Lynch», asegura, por su parte, Carlos González, quien menciona también la influencia de este cineasta en directores como Ari Aster y Quentin Tarantino, por citar sólo algunos.

Los especialistas en cine coinciden en que la muerte de Lynch marca el final de una era, de un cine extraño, artístico, sofisticado. «Ya no se puede hacer ese cine porque no es rentable. Ahora se hace cine corporativo», dice Carlos González, quien lamenta que este último sea el cine más taquillero, el que vende más.

«Su obra, que es puramente artística, abrió nuevas rutas y avenidas para el trabajo cinematográfico. Su muerte marca un final de ese momento de apertura hacia la experimentación con la extrañeza. Creo que el principal legado que nos deja es el que estemos abiertos a nuestra personal sensibilidad y a las particularidades de quienes somos creadores cinematográficos para ser capaces de introducir nuestra perspectiva del mundo en las producciones sin avergonzarnos de ello, pero al mismo tiempo sin destruir la obra cinematográfica», asegura Juan Manuel González, para quien la sensación de estar al borde de pasar a un universo de lo inexplicable en la obra de Lunch, junto con las sorpresas narrativas y estéticas que le da al espectador, son algunos de los logros más grandes del cineasta.

Otras de las películas que deja Lynch, quien además de ser director de cine fue pintor, guionista, actor, escritor y productor de música electrónica estadounidense, son: Eraserhead (Cabeza de borrador – 1977), El hombre elefante (1980), Dune (1984), Corazón salvaje (1990), Twin Peaks: Fire Walk with Me (1992), Lost Highway (Carretera perdida – 1997), Mulholland Drive (2001), Inland Empire (2006) y Lady Blue Shanghai (2010), entre otras.

Lynch, quien nació el 20 de enero de 1946 en Missoula, Montana, Estados Unidos, reveló en agosto de 2024 que le habían diagnosticado enfisema pulmonar, resultado de sus muchos años como fumador. No obstante, la causa de su muerte no ha sido dada a conocer.

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Carlos González García, profesor de Cine de la Universidad de Monterrey. Foto: Agencia Informativa UDEM

Carlos González cuenta que Lynch tenía pesadillas y se despertaban múltiples imágenes en su interior, que era un hombre atormentado, por lo que fue a buscar ayuda con un psicoanalista, pero cuando éste le dijo que durante el tratamiento se afectaría su creatividad, Lynch decidió no ir. Después, comenzó a practicar la meditación trascendental y fue lo que le permitió descubrir nuevas formas de encontrar sus historias.

«Sacaba sus ideas desde lo más profundo del inconsciente, así creaba esos mundos que poco correspondían con la realidad. El arte lo atormentaba. Estaba enfermo de genialidad y era desbordante», asegura Carlos González.
«Sus películas tienen imágenes sorprendentes que te cautivan desde el ámbito puro de su belleza y también tiene otras escenas que son repulsivas y que te cautivan por lo mismo, por la manera en la que se salen de lo ordinario«, destaca, por su parte, Juan Manuel González, quien afirma que este es el legado que se le debe transmitir a las nuevas generaciones de cineastas.

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