Traslado del mar: la poesía de Anais Montemayor


Image Not Found
Por: Katherine Mani Acosta

Compartir textos de autoría propia siempre genera un miedo difícil de explicar. No obstante, quienes muestran aprecio por el trabajo hacen que valga la pena mostrarse vulnerable. En lo personal, conozco de formas diversas –como su compañera y a través de su obra– a la poeta Anais Montemayor Bahena.

***

En medio de una tarde que agonizaba, llegó un mensaje a mi celular. O, mejor dicho, un montón de mensajes que celebraban la publicación de una parte de la obra poética de Anais Montemayor, alumna de sexto semestre de la Licenciatura en Letras en la UDEM –y amiga personal–, en una revista literaria. En ese momento, pasó por mi mente la cantidad de personas que leyeron su poesía. Luego, procedí a responder los mensajes del grupo donde Anais notificó esta noticia y recordé el poema que la poeta tiempo atrás compartió con nosotros: “Oleaje a rastras”.

Mi experiencia al escuchar y leer “Oleaje a rastras” despertó en mí fibras de nostalgia, como seguro lo hizo en otras personas. El lenguaje del poema de Anais es tan delicado con el lector que éste no advierte el momento en el que es transportado al sitio liminal donde la añoranza reina. Sin percatarse, lo enfrenta con el tiempo –cara a cara–, a la vez que con el cambio y la mar. Con toda creación de Anais cierta vulnerabilidad emerge desde su lector. Una huella de nostalgia permanece en quien conoce su obra; a veces, basta un sólo verso para que dicha huella se convierta en marca indeleble. 

Este texto tiene el propósito de mostrar el estrecho vínculo dialógico lector-autor que su obra genera. Como entusiasta lectora de Montemayor, comparto, con quien se cruce en mi camino, la experiencia del viaje nostálgico y personalizable que representa para mí “Oleaje a rastras”. 

En “Oleaje a rastras”, el ansia por explorarse a sí misma, por medio de la relación que establece con su pasado, con tanta profundidad como sus recuerdos se lo permiten. Para conseguirlo, deja que sus sensaciones y silencios –emanados por sus memorias– permeen en su poesía, estructurando –estilística y visualmente– sus experiencias.

El poema aquí tratado cuenta con una dinámica de contestación y de carácter testimonial, donde los recuerdos se viven en soledad e intimidad, con sencillez. Como la poeta misma lo afirma, su trabajo literario es muy sensorial, “casi pinta un escenario, no solo sobre lo que está pasando, sino sobre cómo el yo-poético se siente al respecto”. Montemayor, pues, rescata la experiencia sensorial de los sitios por donde ha estado y la contrastación el sitio donde se encuentra al escribir. Esta doble presencia es muy notoria, debido a la textura etérea con la que moldea sus versos. 

En otras palabras, Montemayor traslada aquellos elementos que conforman su pasado a su presente, dando paso a un “presente continuo”; es decir, existe una intersección consciente entre los sucesos más inmediatos y los vividos anteriormente. Al situarse en ese punto en sí misma, crea un nuevo lugar de “proyección propia”, como si se apropiara de esta, donde “las experiencias se traducen mediante la palabra vaga”. 

Anais Montemayor, poeta que poco a poco va revelando su nombre al público muestra, en cada una de sus obras, su hambre voraz por servirse del lenguaje poético. Hambre que se advierte particularmente genuina: al leerla, da la impresión de que no puede evitar la poesía. Todo el tiempo “abstrae lo nostálgico” en sus textos, característica que facilita una relación con ellos, aun cuando el lector no sea originario de Tampico o ni haya tenido que salir de su lugar de origen, como fue en el caso de la poeta. 

He tenido la oportunidad de conversar con ella, y en esas ocasiones uno de los temas más interesantes ha girado en torno a las constantes humanas: aquello que –de un modo u otro– compartimos todos, a pesar de vivir distintas biografías; ejemplo de esto son el paso del tiempo y el sentimiento de transición que aparecen en textos como “Oleaje a rastras”. Todo el tiempo estamos dejando atrás una etapa; todo el tiempo nos encontramos en un punto entre dejar de ser y ser: transición que imposibilita voltear a ver quiénes solíamos ser. Es así que nace la añoranza, alimento principal de la obra literaria de Anais.

Debo mencionar que leer el texto de una persona con quien paso mucho tiempo me hace consciente de la sensibilidad nostálgica que nos une como humanos. La publicación de Anais Montemayor, disponible en la Revista Alborismos, es un recordatorio fijo de la valentía que necesitamos para mostrar la trágica nostalgia que nos compone. Al publicar, el autor permite el ingreso de un público –sin importar el tamaño de éste– a lo más profundo de su pasado, al dolor que causa la imposibilidad de su presencia en el presente. El proceso creativo del poeta, con todo y su aleatoriedad, se revela al saborear un texto. El impulso creativo repentino de Montemayor es perceptible, sobre todo por su nivel de personalización, presente a través de elementos como sábanas, arena, calcetines y el mar. Para ella, de hecho, “siempre es necesario tener pluma y papel. Podría ser en cualquier momento cuando llegue el impulso creativo y, aunque no sea el poema entero, siempre estoy al pendiente de una frase, un pensamiento”. Un gran rescate de esas ideas que divagan por su mente es el que se ve en “Oleaje a rastras”.

Los poemas de Montemayor habitan en mi mente; lo confieso. Aún recuerdo los fragmentos que compartía en ratos libres, en talleres o en un momento de confianza fuera del campus conmigo y otras amistades. Me entusiasma saber que esa atmósfera que he aprehendido de sus textos, cuando han sido leídos en voz alta o con mi propio eco en silencio, llegará a muchas más personas que lean a esta poeta con que afortunadamente contamos en la Licenciatura en Letras. Con esta plataforma encontrada mediante la publicación, Anais ha establecido a nivel editorial su identidad como poeta. 

Al final del día, seguro que continuaremos escuchando sobre ella y su obra, pues su mayor inspiración, el mar, “ha estado por tanto tiempo y seguirá estando por mucho tiempo”. Espero volver a escribir sobre la añoranza, la nostalgia y la liminalidad de la obra de Montemayor; y, por supuesto, espero volver a recibir esa tonelada repentina de mensajes anunciando que sus textos han sido publicados de nuevo, una y otra vez.

***

Oleaje a rastras

Por: Anais Montemayor Bahena

Como justificante para tu ausencia
el mar de madrugada te recetó un bautismo diario

en el que las olas
jamás se burlaron de ti. 

Después de hoy, 
temo 
que cada mordida que des
quedará teñida por 
el rastro de sal
en tu sangre.

Y por fin 
no quedará amontonado 
en la bolsa de plástico que
asfixiaba tu consciencia 
Y por fin 
será la señal
de que somos la hija de alguien.

En cuanto amanece, 
es la neblina que duerme helada sobre mis pies
y es el fuego a la distancia–
mero recuerdo de un abrazo soñado

soñada se me fue la vida
y a rastras llegará noviembre.

Puede que todos durmamos en un silencio 
que debería no serlo
Pero si pudiera creer en algo,
además de tu sonrisa,
creería en las estrellas

como testimonio de lo que fue;

después de todo
fue a través de ellas que me enseñaste
que la muerte de los días no es menos permanente que la de las personas
y estoy haciendo las pases con eso, prometo que sí.

Puede que llore al hacerlo, pero 
voy a llegar a mi cuarto
y me voy a sacudir la
arena del cabello
y voy a tender mi cama
con las sábanas más suaves y desgastadas que encuentre;

y si no puedo dormir al menos
voy a usar las mismas palabras
que los demás para darle nombre
al ardor de ojos y a lo inexplicable
dentro de lo inexplicable

a ver si logro perder 
lo que en realidad iba a decir
entre los calcetines sucios 
o entre las profundidades 
que hay entre la cama
y el suelo.

Con el objetivo de motivar la participación ciudadana y para garantizar un tratamiento informativo adecuado frente a los contenidos presentados, los invitamos a escribir a [email protected] en caso de dudas, aclaraciones, rectificaciones o comentarios.

Scroll al inicio