El reinado detrás de Letterbox: ¿realmente disfrutamos del cine que consumimos?

Auckland Buchanan y Karl Von Random, un par de empresarios australianos, notaron cierta necesidad, en un público aficionado al cine, de registrar las películas que veían en un espacio sistematizado. Es así como nació Letterboxd, plataforma que no ha dejado de seducir a los cinéfilos desde el año 2011, y que en 2024 sumó más de 17 millones de usuarios. El objetivo de esta plataforma es clasificar, puntuar y reseñar las cintas que el usuario consume, así como realizar listas y otras funciones que surgieron a partir de su inspiración, la página de reseñas de libros Goodreads.
Ahora bien, Letterboxd fue diseñado como un espacio para compartir un gusto en común de millones de personas alrededor del mundo, pero la comunidad de cinéfilos en redes sociales ha utilizado esta herramienta para determinar qué tan diestra es una persona al momento de disfrutar una obra audiovisual. Una función particular de la aplicación es que, al crear un perfil en la plataforma, da al usuario la oportunidad de seleccionar cuáles son sus cuatro películas favoritas. ¿Creías que la decisión más difícil de tu vida era elegir qué hacer con ella? Pues estás equivocado: elige mal las cuatro películas y terminarás siendo catalogado como una de las pobres almas que solo disfruta chick flicks y no entiende los mensajes detrás de las películas de David Lynch. Y, si eres de las personas que suelen puntuar películas con 5 estrellas, lamento informarte que no tienes lo necesario para ser considerado “cinéfilo”; para otros usuarios, no eres más que un consumidor de contenido basura que probablemente sigue creyendo que los premios de la Academia tienen alguna validez para determinar la calidad de una cinta.
La digitalización de los medios de comunicación nos ha dado la oportunidad como usuarios de expresar parte de nuestras vidas en Internet, o al menos la faceta que deseamos mostrar a los demás. Espacios como Letterboxd son el ejemplo de cómo se forma la comunidad y las plataformas de expresión en medios digitales. En este caso, para aquellos aficionados al cine. Lamentablemente, la popularidad de la aplicación ha sido testigo de cómo la comunidad llevó a las películas a un segundo plano: lo importante es demostrar que el conocimiento cinematográfico va más allá de los típicos directores y el contenido masificado. Todo parece ser parte del juego donde mientras más difícil de pronunciar el título de la película y menor presupuesto de producción tenga, mejor.
Los desarrolladores de la aplicación no tienen la culpa del uso que se ha dado a su aplicación. El diseño y las funciones que tiene son parte de su atractivo, ya que ofrece una oportunidad de expresión relacionada con una experiencia universal. ¿Por qué convertirlo en algo mezquino? ¿De dónde surgió la necesidad de presumir el número de películas que se consumen al año? El intento de probar un punto se ha vuelto ridículo, habiendo usuarios que supuestamente visualizan más de 400 películas al año. Los proyectos que fueron creados para el placer de la audiencia se han convertido en un simple número, con la intención de demostrar superioridad. El hecho de que una persona tenga menos tiempo libre para disfrutar de una película no implica que su pasión por el cine sea menor.
La popularidad de Letterboxd ha incrementado los juicios de valor con los que evaluamos una película, incluso antes de sentarnos en la butaca del cine o de presionar play a la película. Convierte la experiencia de asistir a las salas en algo desolador y temeroso; los usuarios ya la puntuaron con un 2.3/5 estrellas de calificación, sumado a comentarios hirientes (que, cabe decirlo, son increíblemente creativos) de un placer genuino.
¿En qué momento se ha vuelto tan pretenciosa la comunidad de un arte tan diverso como lo es el cine? Lo ideal a la hora de sacarle provecho a tan magnífica interfaz, es retomar el amor que alguna vez unió a sus usuarios, dejando de lado los juicios hacia las preferencias de consumo de cada persona. Las cinco estrellas son subjetivas, una forma de expresión personal que no debería de interferir con la capacidad de apreciación de quien ha vivido una experiencia distinta frente a la pantalla del cine o de su hogar.
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