El juego de los aranceles

Aún faltan días para que concluyan los dos primeros meses desde que Donald Trump asumió –por segunda ocasión– la presidencia de los Estados Unidos de América (EE.UU.), pero ya nos puso a temblar en dos ocasiones. En cara a los cuatro años que le corresponden al gobierno del republicano, ¿qué panorama se vislumbra para nuestro país?
Recordemos que, tras su llegada a la Casa Blanca, Trump firmó el memorando de la política comercial America First, con el cual solicitó: una investigación de las causas de los déficits comerciales de EE.UU.; sus implicaciones y riesgos económicos y de seguridad nacional; y recomendaciones de qué medidas tomar como respuesta a dicho escenario.
Las prioridades del nuevo gobierno estadounidense involucran la reducción de los déficits comerciales a nivel bilateral –en 2024 el déficit con México fue de 171.8 miles de millones de dólares–, la relocalización de plantas productoras, así como un incremento de ingresos para su gobierno y el uso discrecional del arancel –como medida de presión– para reducir movimientos migratorios y la entrada de fentanilo hacia su país. Dado que los republicanos controlan ambas cámaras –tanto la Cámara de Representantes como el Senado–, el margen de acción y la fortaleza de Trump se incrementan.
En su primera amenaza, el mandatario estadounidense indicó –inicialmente– que se aplicarían aranceles del 25% a todas las importaciones procedentes de México, los cuales entrarían en vigor el 1 de febrero. Por medio de una primera llamada telefónica acordó con la presidenta Claudia Sheinbaum posponer esta aplicación 30 días a cambio de que México reforzará de inmediato la frontera norte con 10 mil miembros de la Guardia Nacional con la finalidad de detener el flujo de fentanilo y migrantes ilegales hacia aquel país.
Posteriormente, el pasado 4 de marzo Trump anunció la aplicación inmediata de aranceles al 25%, hecho que puso al sector exportador mexicano en alerta, pues su entrada en vigor hubiera significado pérdidas de hasta 236 billones de dólares para México. Una nueva llamada de la presidenta Sheinbaum logró pausar temporalmente, y de manera parcial, su aplicación. El último acuerdo establece que los productos exportados al amparo del Tratado de Libre Comercio (TLC) –entre México, Estados Unidos y Canadá (TMEC)– estarán exentos de aranceles. Sin embargo, lo que se ha querido vender como un nuevo triunfo de México debe leerse con cautela por dos razones:
En primer lugar, solo el 50% de las exportaciones mexicanas hacia Estados Unidos se realizan al amparo del TMEC, ya que este es muy riguroso en la aplicación de las denominadas reglas de origen –porcentaje de contenido nacional que un producto exportado hacia cualquiera de los tres países contiene de insumos de procedencia dentro del mismo bloque–. Esta situación es particularmente compleja de atender para muchos exportadores mexicanos que, ahora mismo, prefieren utilizar el mecanismo de Nación Más Favorecida, aunque contenga un ligero cobro de aranceles -2.5% en promedio, porque evita los costos de comprobar el cumplimiento de la regla de origen: ahora deberán absorber el costo de estos aranceles al 25%.
En segundo lugar, esto es solo una pausa y en abril tendremos nuevamente la amenaza de Trump de imponer dichos aranceles, e incluso recíprocos, además de aranceles al acero y el aluminio.
¿Qué efectos tendrían lugar si Trump decidiera cumplir con sus amenazas?
Ciertamente, la imposición de aranceles a los productos mexicanos generaría incertidumbre en los inversionistas, quienes podrían dudar si vale la pena colocar una fábrica en México. A esta posible fuga de inversión se le sumarían la reducción de las exportaciones y –por consecuencia– la entrada de dólares al país también. Lo anterior provocaría depreciaciones cambiarias, lo que afectaría –principalmente, mas no de manera exclusiva– a la industria automotriz, que representa más del 25% de las exportaciones mexicanas a EE.UU. y casi el 5% del PIB nacional. El riesgo de que algo como esto suceda yace en el hecho de que esta industria, junto a la de construcción, constituyen los dos pilares de la actividad económica, debido a sus fuertes efectos multiplicadores respecto a las demás industrias De hecho, según las estimaciones de Harbor Economics existe un riesgo de que el 8.2% de los automóviles y el 20.4% de las autopartes no cumplan con el T-MEC, por lo que tendrían que pagar el arancel del 25% permanentemente.
Por otra parte, más allá de la retórica planteada, la personalidad de Trump es, por sí misma, un importante factor a considerar. Se trata de un personaje acostumbrado a negociar bajo las reglas del juego de suma cero (“yo gano; tú pierdes”). De tal modo que identificar con precisión el deseo verdadero del mandatario estadounidense y qué tanto se le puede dar.
Pretende adelantar la revisión de las reglas del TMEC, que estaban previstas para 2026. Hará un énfasis en lo referente a las reglas de origen y, asimismo, buscará desalentar la exportación de productos chinos, incorporados como insumos en la fabricación de autos. El acuerdo se utilizará como una herramienta de ataque, para luego negociar políticas migratorias más restrictivas con México y un mayor enfoque en la seguridad fronteriza.
Ante un escenario de esta índole, habrá que ser más estratégicos en las negociaciones, a fin de evitar una afectación más grande. Hay que tener presente que el 83% de los productos fabricados en México se envían a nuestro vecino del norte y, justamente por eso, una guerra comercial, en el fondo, no conviene a ninguna de las partes.
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