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A pesar de las advertencias en las etiquetas de los productos, 46% de una muestra de jóvenes encuestados no cambió sus hábitos de consumo. Fotocomposición: Agencia Informativa UDEM

Etiquetado no ha cambiado patrones de consumo de los jóvenes: estudio


Por: Paulina Morales Meléndez y Alonso Zepeda Nevárez

Aunque el etiquetado frontal de advertencia ha traído cambios significativos en la industria alimenticia y en la comprensión del producto que se compra, la medida ha resultado insuficiente para influir en las decisiones de compra y en los hábitos de consumo de los jóvenes en el país, advirtió Griselda Lizcano Álvarez, investigadora y catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Una encuesta y posterior estudio hechos entre 2020 y 2021 por Lizcano y el investigador Raúl Anthony Olmedo mostró que, a pesar de la implementación del etiquetado frontal en productos alimenticios para advertir a los consumidores sobre el alto contenido de azúcar, grasas y sodio en los alimentos procesados, el 46% de los jóvenes encuestados no realizó ningún cambio en sus hábitos de consumo y el 43% los cambió poco, frente a sólo 3% que dijo haber cambiado completamente sus hábitos de consumo y 8% que aseguró haber cambiado mucho sus elecciones de comida.

Los resultados sugieren que, aunque la información es más accesible, la falta de educación nutricional impide que la población tome decisiones más saludables. Ante esta situación, Lizcano advirtió que el etiquetado por sí solo no es suficiente para cambiar patrones de consumo y exhortó al Gobierno a reforzar esta medida con campañas educativas que sensibilicen a la población sobre los riesgos del consumo excesivo de productos ultraprocesados.

“La encuesta, que se aplicó a 230 estudiantes de la UNAM, mostró que cuando a los jóvenes les corresponde tomar la decisión de compra, en lo primero que se fijan es en el precio, después en la cantidad de producto, en tercer lugar en las advertencias del etiquetado y en lo último que reparan es en el valor nutritivo del producto”, detalló Lizcano, Secretaría Técnica del Centro de Estudios en Ciencias de la Comunicación (CECC), de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, y quien presentó los resultados de su estudio durante el VIII Congreso Internacional de Investigación en Comunicación, que realizó la Facultad de Educación y Humanidades de la Universidad de Monterrey.

El etiquetado frontal en productos alimenticios y bebidas es una herramienta que le da información al consumidor sobre los ingredientes dañinos para la salud que pueden contener los productos procesados y ultraprocesados, lo cual puede ayudarlo a tomar una decisión de compra. Este etiquetado consta de cinco sellos visibles, en color negro y en forma de octágono, que indican cuando un producto contiene exceso de calorías, grasas saturadas, grasas trans, azúcar y sodio. Además, también incluye dos leyendas que alertan sobre el contenido de cafeína y edulcorantes, y precisa, claramente, que deben evitarse en niños.

Estos cambios en el etiquetado comenzaron en noviembre de 2019, cuando el Congreso de la Unión modificó la Ley General de Salud y aprobó el etiquetado de advertencia, cuyas especificaciones quedaron estipuladas en la NOM-051, la cual entró en vigor el 1 de octubre de 2020.

Meses después, esas advertencias en el etiquetado no habían resultado tan efectivas, por los menos entre los jóvenes, para generar un cambio en sus hábitos de consumo.

De entre 437 productos de consumo frecuente que contemplaba la encuesta, los participantes dijeron que lo que más consumían era bebidas azucaradas, con 22.8% de las respuestas, las cuales incluyen refrescos, jugos y bebidas energizantes; seguidas de productos de harina (21%), lo cual incluye pan en cualquiera de sus representaciones y sus derivados, como donas, buñuelos, conchas, tortillas de harina y harina de hot cakes, entre otros. En tercer lugar, lo más consumido eran lácteos (17.1%), seguidos de botanas (14.2%), productos enlatados (9.4%), embutidos (7.3%) y cereales con azúcar (6.4%).

“El 62.17% de los estudiantes encuestados dijo que, al comprar, no consideraba el etiquetado frontal porque era un producto que consumía con regularidad, mientras que el 23.91% aseguró que sí lo consideró, pero que no había un producto similar al que buscaba que no tuviera el etiquetado de advertencia”, detalló la investigadora.

El 8.70%, agregó, no consideraba el etiquetado frontal en el momento de hacer sus compras porque no explicaba los efectos negativos en la salud, mientras que el 3.48% sí lo consideró, pero el producto sin etiqueta tenía un costo mayor o menor contenido que el que presentaba las advertencias de consumo.

Para Lizcano, una vez hechos los sellos, que advierten sobre posibles riesgos para la salud, ahora el Gobierno debe hacer campañas educativas que le enseñen al consumidor cómo poder interpretar correctamente esas advertencias y qué es lo que científicamente le hace al cuerpo el exceso de sal o qué es lo que produce en el organismo el consumo frecuente de grasas trans, por ejemplo.

La investigadora dijo que, aunque la NOM-051 y el etiquetado de advertencia han generado buenos resultados como la eliminación de publicidad engañosa que llamaba la atención de los niños o que las empresas hubieran reformulado los ingredientes de sus productos o que los consumidores ahora tengan mejores herramientas para tomar decisiones de compra, si se hicieran campañas explicativas, las enfermedades que se desencadenan como consecuencia del consumo frecuente de productos con ingredientes críticos, como obesidad, diabetes y cáncer, entre otras, disminuirían considerablemente.

Otro aspecto crítico que mencionó la investigadora es que las porciones de referencia utilizadas para calcular valores nutricionales están orientadas a adultos, dejando fuera a grupos vulnerables como niños y adolescentes.

Lizcano afirmó que la falta de información deja a muchos consumidores en incertidumbre, limitando el impacto del etiquetado como herramienta de prevención.

México enfrenta desde hace años un alto índice de obesidad. Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) del 2022, la prevalencia de obesidad en niños fue de 18.1% y en adolescentes fue de 17.2%, mientras que en personas adultas llegó al 36%, con un mayor porcentaje de mujeres (41%) que de hombres (32.3%).

Estos datos han servido de base para el impulso de políticas públicas que disminuyan esta problemática, una de las cuales, la prohibición de venta de productos chatarra en las escuelas y en sus alrededores, se puso en marcha el pasado 29 de marzo.

Lizcano, quien recordó que muchos de los hábitos alimenticios se adquieren desde casa, dijo que el Gobierno debe hacer un esfuerzo por hacer una campaña informativa efectiva, “la cual no debe ser imperativa ni basada en el miedo al daño, sino desiderativa, es decir, que despierte en la población el interés de conocer más sobre lo que consume”.

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