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El escritor Alejandro Andonie se graduó de la primera generación de la carrera de Cine en la Universidad de Monterrey, en 2017. Foto: Cortesía

“Moverse en una ciudad también incita a la aparición de recuerdos”: Alejandro Andonie


Por: Roberta D. McQuade

Es un ejemplo de cómo sería un viaje por la noche, el primer libro publicado por el escritor regiomontano Alejandro Andonie, es una serie de crónicas de la vida en Monterrey que invitan a fijar la mirada y el diálogo en sucesos, personas, lugares y conductas completamente cotidianas, que normalmente pasan desapercibidas, pero que constituyen la esencia de la Ciudad, la explican, y ayudan a mantener viva su memoria.

Álex Andonie, como se le conoce, es también cineasta. Estudió Producción Cinematográfica Digital en la Universidad de Monterrey y antes de terminar su carrera se estrenó como guionista y director de su primera película Bonsai, filme que fue proyectado por primera vez en 2016 durante el Festival Internacional de Cine de Monterrey y que en el Baja Cinefest ganó el Premio a Mejor Película. Después, escribió y dirigió su cortometraje Fantasma.

Su libro destaca por dirigir los reflectores hacia aquello que sucede todos los días en la Ciudad, como en estacionamientos, autobuses y plazas comerciales, y a partir de ahí construye –casi siempre desde un tono ensayístico– reflexiones sobre lo que, por habitual, suele pasar desapercibido.

Y las pequeñas reflexiones que propone funcionan, en muchos casos, como una especie de conclusión que cierra cada crónica, donde el final de la anécdota queda en segundo plano. Andonie, en su libro, busca mostrar al lector aquello que, por común o por obvio, rara vez se valora en su justa dimensión.

El escritor, de 31 años y que ya prepara su segundo libro, habla con la Agencia Informativa UDEM sobre sus motivaciones para escribir Es un ejemplo de cómo sería un viaje por la noche, el cual salió al mercado en febrero pasado, y que además contiene referencias a algunas bandas de música y películas que permanecen en la memoria del autor, como Blink-182 y Jaws.

¿Por qué la crónica te pareció un género adecuado para ilustrar diferentes sitios de la ciudad?

Pienso que la mayoría de la gente percibe la crónica como un género que genera proximidad. Es como ese amigo que siempre dice la verdad y al que también puedes decirle la verdad y ser tú mismo. La crónica permite mirar y escuchar de un modo distinto; y cuando uno se pone en el papel del cronista entran muchas ganas de visitar, curiosear, caminar, viajar o intentar cosas nuevas. En mi caso, lo que hice fue mirar en un estacionamiento por mucho tiempo hasta que pudiera entender que a ese lugar oscuro que me llamaba también tenía que darle un sentido.

En tu libro hablas de cosas nuevas que viviste, que experimentaste. Después de terminarlo, ¿hallaste en tus propios textos algo nuevo sobre la urbe?

Sí. Hace poco volví a leerlo antes de una presentación y entendí que escribir este libro fue mi manera de comenzar a apreciar la ciudad. Y lo más valioso de este trabajo fue que me permitió darme cuenta que en la vida no nos damos el tiempo para conocer a las personas, para escuchar algún tipo de música o ver una película.

¿Consideras que los textos que compartes en el libro, además de su escenario, tienen algo en común?

Creo que su ritmo es el mismo.

En el libro exploras la relación entre memoria, ciudad y cultura popular. ¿Cómo se entrelazan estos temas en tu trabajo actual, el segundo libro de crónicas que estás escribiendo?

La cultura popular y la ciudad son mis circunstancias. Al estar en una ciudad, la cultura es algo inherente, y moverse en una ciudad también incita a la aparición de recuerdos. Es verse inmerso en un pasado, en la memoria. Y ahora que estoy preparando un libro de crónicas que originalmente escribí en Nueva York, al reescribirlas se me hace curioso cómo, aun y cuando no esté en esa ciudad, siento que estoy allí por el hecho de que está la memoria y de que ese proyecto se ha vuelto mi vida en este momento. Se levanta el polvo de la nostalgia.

Mi primer libro –Es un ejemplo de cómo sería un viaje por la noche– es un ejemplo de eso. Las tres cosas –ciudad, memoria y cultura popular– todo el tiempo se comunican en mí. En una parte del libro menciono que el personaje pierde una pulsera de su papá que tiene un significado importante para él y descubre que se siente mal cuando la pierde. Al darse cuenta del valor que tenía, se pregunta si, al extraviar su pulsera, no le restó algo a la memoria de su padre. Esto nos hace reflexionar sobre qué tan importantes son las cosas para nosotros. Hablo del valor que le damos a los objetos, a los edificios. De repente, cambian el nombre de un restaurante o derrumban la casa donde solíamos vivir para construir una nueva… y ya no está. Mucho se va; mucho se pierde.

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El primer libro de Alejandro Andonie ya se encuentra en librerías. Foto: Librería Gandhi

¿Por qué elegiste ‘la noche’ como metáfora para este viaje a través del tiempo?

La noche incita a algo que el día difícilmente nos da: a sentirnos cómodos. Hay una especie de seguridad, brinda más calma; por el contrario, el día es alteración: vemos a un gran número de personas, hay mucho ruido y problemas. Por esta razón, el libro iba a titularse de otra manera, pero, luego de leerlo, el editor –José Eugenio Sánchez– me dijo: “Oye, subrayé esta línea”. Era la del título. Le pregunté por qué, a lo que respondió que podía ser un gran título. Lo cuestioné: “Pero… mi libro no es un viaje por la noche”. Su respuesta fue: “No, pero se siente como uno”. Creo que eso es lo importante.

¿Cuál es el significado que tiene para ti este viaje nostálgico y qué esperas que los lectores obtengan del mismo?

Significa calma, amistad. Crear vínculos con gente que desconocía, porque sabía que allá afuera había muchas personas con los mismos gustos que yo, y que eso me permitiría decirles ciertas cosas. Muchas veces, el tipo de conversación que tenemos con amigos en una mesa de restaurante no permite extendernos tanto. No es el momento. Me pareció que un libro era el formato adecuado para lo que buscábamos. La razón de considerarlo el medio indicado para decir estas cosas es que el libro tiene algo que lo separa de otras expresiones como la música o el cine: cuando la gente lee, lo hace en soledad. Sabía que quien lo leyera iba a identificarse y se daría el tiempo para escuchar.

¿Cómo describirías el proceso de escritura de este libro? ¿Encontraste algún desafío inesperado al explorar tus recuerdos? ¿Reflexionaste alrededor de algo en particular?

Ambos. En la calle, el primer desafío consistía en tomar precauciones. Y el segundo, en prestar atención: ver y escuchar, pero no solo lo que decían las personas, sino cómo lo decían. Creo que lo más importante está en el cómo. Era cuestión de atreverse a ir a ciertos lugares, aventurarse, darse cuenta de las cosas y luego sentarse a recordar, a pensar, a imaginar, a reflexionar sobre esas historias que están contándose en las calles. Pero no nada más salí a recorrer la ciudad, también escuché música que hacía mucho no escuchaba, volví a ver antiguas películas y volví a leer libros que había leído años atrás. Y después de vivir esas experiencias me senté a escribir, buscando establecer una conexión con el lector a través de una escritura que le permita identificarse y poder sentir a través de ella.

En tu libro reflexionas sobre la evolución de la ciudad, de sus cambios a través del tiempo. ¿Cuál es tu visión respecto al futuro de las ciudades y cómo crees que la cultura popular pueda influir en su desarrollo?

La cultura popular y la ciudad son como los negocios y el arte: no se excluyen. Cuando vamos en el tráfico, escuchamos música. Este es un ejemplo de cómo el estilo de vida que llevamos se debe a las circunstancias en las que nos vemos envueltos, así como a las cosas que deseamos. Sentir puede aclarar nuestras ideas, nos permite bajar un poquito el ritmo apresurado que llevamos y es posible vivir una vida más plena. Justo en eso consiste el poder de la cultura, ya sea popular o artística. Realmente tiene ese don de sensibilizar, y creo que ahora la necesitamos más que nunca. Ya sea en forma de actitudes o de filosofías de vida, lo cierto es que la cultura y los artistas poseen una cierta capacidad o habilidad no solo de hacer y gustar, sino también de hacernos sentir, pensar y reflexionar.

Ya que hablas de artistas, ¿qué autores o artistas han influido en tu estilo de escritura? ¿Hay escritores por los que te sientas personalmente inspirado o influido, ya sea durante la escritura de este libro o a lo largo de tu vida?

Sí, muchos. También muchas bandas, películas, directores y escritores. Dos buenos cronistas son los argentinos Leila Guerriero y Martín Caparrós. El escritor neoyorquino Tom Wolfe también es muy bueno. Soy muy clavado, muy obsesivo. Si me gusta alguien, me centro mucho en su trabajo y cuando pasa el tiempo vuelvo a obsesionarme por alguna situación que me hace regresar. Pero para este libro, leí mucho a los escritores estadounidenses Paul Auster y Philip Roth, y a la poeta mexicana Coral Bracho. Me gustan mucho las novelas de detectives. Más que un lector, me considero un tipo curioso. De repente me gusta comprar revistas y otras cosas que nunca antes había leído, sólo para ver cómo escriben otras personas y apreciar el manejo que hacen del vocabulario. Al final de cuentas, siguen siendo textos que se dirigen a un público. Eso es lo más importante. Solo la lista del súper, como decía Umberto Eco, puede considerarse una escritura hecha exclusivamente para ti. O tu diario personal. Es decir, casi todo lo que escribimos, con excepción de pendientes y anotaciones para recordarnos algo, tiene un propósito comunicativo. ¿Los mensajes de WhatsApp están dirigidos? Entonces cumplen con un propósito.

A mí me gusta escuchar de todo, leer de todo, ver películas de todo tipo, y me gusta planear cuándo y cómo voy a dedicar tiempo a todas estas cosas. Así, un viernes planeo mi día para salir a las 4 de la tarde del trabajo, leer un poco, empezar la novela que quería leer en la semana, y luego salgo a patinar. Pienso en los personajes, en la manera de narrar del autor. Pienso en quién se convertirá. Desconozco el final, me quedo con la intriga, hago demasiado análisis. Luego voy por unos tacos, regreso a mi casa, y ¡pum!, ya más emocionado. Y lo mismo con los álbumes, que los llevo a todas partes y los escucho miles de veces. Me gusta la música de la banda estadounidense Blink-182. Y las películas, que a veces me aguanto meses para verlas, pero cuando puedo disfrutarlas, me enamoro.

¿Qué consejo das a los escritores jóvenes que buscan explorar la relación entre la memoria y la cultura popular en su trabajo?

Comenzar por hacer un trabajo de retrospectiva y de valoración. Por ejemplo, una de las primeras preguntas que yo me hice fue: “¿Cuáles fueron los primeros discos que escuché?”. Cuestionarse acerca de estas cosas es clave para conocer lo que quieres empezar a hacer. En mi caso, me vi inmerso en la música a una edad muy temprana y es por eso que la música significa mucho para mí, pero la misma pregunta puede hacerse para cualquier otra cosa. ¿Cuál fue la primera vez que mi papá me llevó al estadio? ¿Quién fue mi primer amigo?, ¿cómo era? ¿Cuál fue la primera película que vi en el cine? ¿Cómo era ese restaurante al que iba de pequeño? ¿Cómo lucía la casa de mis amigos? ¿Qué nos ponían a leer en la escuela? Todas estas preguntas son buenas, nos hacen pensar y nos recuerdan lo mucho que hemos vivido hasta ahora.

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