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El menonita zen de Carlos Velázquez fue publicado en noviembre de 2024. Foto: Editorial Océano

“El humor me permite humanizar a los personajes”: Carlos Velázquez


Por: Jacobo Molina

Es frecuente hallar cuentos y novelas que narran la vida de grandes personalidades históricas, o bien de personajes que, aunque ficticios, se encuentran en una posición social o circunstancias particulares. No es el caso de Carlos Velázquez, quien, durante una entrevista que concedió a Medios UDEM a propósito de su libro de cuentos El menonita zen –el primero que publica con Editorial Océano– habló sobre la importancia que tienen en su obra los personajes ordinarios, como empleados en una cadena de restaurantes, para relatar sucesos extraordinarios. 

El escritor, que ha sido galardonado con premios como el Bellas Artes de Testimonio Carlos Montemayor en 2012 y el Bellas Artes de Narrativa Colima para Obra Publicada 2018, ha tomado el principio mencionado en las narrativas que se encuentran, a la fecha, en más de una decena de libros publicados. El menonita zen no es la excepción a la regla. En esta compilación de cuentos, los personajes se rebelan contra el destino que parecía estar escrito para ellos, y lo hacen a través del humor, motivo estético que lo distingue. 

A decir verdad, y como era de esperarse, la entrevista no estuvo exenta de humor. Después de todo, el humor constituye el hilo conductor de la literatura de Carlos Velázquez y, además, ¿qué sería de nuestra vida sin un poco de humor y cinismo para afrontar las experiencias más duras?

Conocemos el humor negro quetoemes y la forma en que introduces la cultura pop, aunque a veces sea de modo ficcional, dentro de tu narrativa. ¿Qué cosas nuevas podemos encontrar en El menonita zen

Este libro, el sexto que publico de relatos, tiene algunas variaciones respecto a los anteriores, tanto formales como temáticas. Incluso de extensión. Hay aquí un relato de sesenta páginas. En mi vida había escrito algo tan largo. Digamos que el texto funciona bastante bien, a pesar de ser muy extenso para un relato. Hay experimentación con el lenguaje y con la forma. Uno de los relatos toma, como modelo, las biografías orales, donde la historia se cuenta a través de distintas voces y no solo desde la voz de un protagonista o narrador que ve las cosas desde afuera. También hay relatos ubicados en geografías distintas, fuera del noreste. Soy de Torreón y la mayoría de lo que he escrito transcurre en esta zona, pero aquí hay relatos que transcurren en Ciudad Juárez y otros que suceden en la Ciudad de México. Sí hay cosas distintas para todos los que ya conocen mis otros relatos, y los que no se van a encontrar con un eclecticismo general en la obra.

Una ciudad que, además, aquí se llama Ciudad Godínez…

Es que la verdad son los Godínez quienes hacen funcionar esa ciudad. Creo que cuando hicieron el cambio de “Distrito Federal” a “Ciudad de México” debieron ponerle “Ciudad Godínez”. Le hubiera quedado mejor porque sería más fiel.

Algo que noté en tus relatos es que hay personajes que se rebelan contra un destino que les resulta muy aparente, como si hubiera algo que ya estuviera predestinado para ellos. 

Sí, los personajes están un poco contagiados por la idea de la superación personal, de que todo el tiempo tenemos que ser mejores, y deciden rebelarse contra su propio destino y hacer cosas que no estaban reservadas para ellos, como el caso del menonita, un chavo joven que decide iniciarse en la práctica de la meditación, dándole la espalda a todas sus creencias y a todo lo que lo hace ser. A su esencia, digamos. Una esencia que él decide abandonar porque no está muy chido nacer y que te digan “¿Sabes qué? Naciste menonita, entonces vas a vender quesos en el crucero toda tu vida”. Así que el menonita dice “No, yo quiero hacer algo grande para mí, quiero la trascendencia espiritual”. Y es así como se mete a esta onda de la meditación, se va a Ciudad Juárez y empieza a vivir sus aventuras fuera de lo que le tocaba según su condición.

Es una suerte de inversión de la superación personal…

Es una suerte de burla de la superación personal porque hay otros personajes que también están en constante pelea y lucha contra sus propios deseos. Tengo otro cuento que se llama “La fitness montacerdos”, que es sobre una chava que está obsesionada con su figura y que obviamente va al gimnasio, pero que cuando está ebria su inconsciente la traiciona y busca sexo con gordos: el deseo está detrás de lo que ella piensa o cree que debe ser la realidad o su vida. Y es un cuento muy chistoso porque es el cuento de 60 páginas; hay unas descripciones de comida muy chistosas. Hay una defensa de la visión del mundo de cada uno de estos personajes. ¿Cuál de los dos está mal? Eso es algo que le va a tocar decidir a cada lector: aquel que se entrega a sus pasiones o aquel que cuida su cuerpo como si fuera un templo que los griegos nos prometieron que sería. 

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Esta entrevista fue realizada en septiembre de 2024, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Monterrey de 2024.

Ahora que lo pienso, quizá una excepción de los personajes -se me ocurre a mí- podría ser el protagonista del primer relato: este tipo que no está dispuesto a trabajar como lo entendería la mayor parte de la gente. El nada más quiere ser el fotógrafo de perfil y el resto del tiempo hacer lo que a él le gusta.

Así es. Como bien dices, la primera historia, en sí, narra dos historias: la del fantasma que se aparece para hacerle bromas pesadas a la pareja y así provocar que truenen, pero también la de esta pareja que está buscando consolidar su amor, consolidar una relación, y que se van a vivir juntos. Uno de estos personajes es la maestra de yoga, que es ordenada, que quiere tener siempre limpia la casa y no llega tarde a ningún lado. Y el otro es este baquetón que lo único que aspira es a seguir trabajando en esa revista para que le den boletos y entrada gratis a todos los conciertos.

Pero, además, es una pareja muy extraña porque la muchacha que tiene TOC en esta pareja, en teoría, no lo tiene antes de la relación.

Sí lo tiene, pero se lo exacerba este sujeto. Cuando llega él, ella empieza a ver que su vida no es ordenada y lo quiere meter en cintura, ponerlo en control, y eso hace que el TOC se le vaya exacerbando cada vez más. Además de las bromas y todo lo que les hace el fantasma, que les mueve las cosas de lugar, que les hace aparecer cosas que no estaban en cajones donde ya había limpiado, etcétera… Toda una serie de cosas que provocan la ruptura y este distanciamiento entre la pareja, cuyos miembros se fueron a vivir juntos porque se supone que se aman. 

Algo que me cautivó es que, bueno, sabemos que en la obra de Carlos Velázquez hay una fascinación por lo pop. Desde lo norteño hasta la cultura pop internacional. ¿Qué importancia personal tiene esto para ti?

Bueno, he sido un consumidor de cultura pop desde que era adolescente y eso se ha ido colando en las historias y también me ha permitido relacionar mi trabajo con la inmediatez. Lo pop permite eso: crear un vínculo directo y rápido con lo que está sucediendo a veces hasta en el presente. Aquí hay historias de músicos. Es evidente que no había manera de eludir el pop desde ese punto de vista, pero los relatos funcionan en dos niveles: tienen la capacidad de absorber la cultura pop y reproducirla, pero también contar grandes historias. Yo creo que la historia de este mariachi gordo, que es como un defensor del buen comer o de la libre cocina es, digamos, un héroe de nuestro tiempo. 

Sí, por supuesto. Hace un momento quería decir que, además, en este libro –El menonita zen– tenemos una suerte de ficcionalización de lo pop. Lo pop ya no es nada más la cultura popular -que sí tenemos-, sino además la que Carlos Ballarta… ¡Carlos Ballarta! Quise decir, la que Carlos Velázquez se inventa. Perdón, es que a veces pienso que eres el Carlos Ballarta del mundo de la literatura. Lo digo un poco en broma y un poco en serio…

¿Qué pasó, ¿qué pasó? (risas)… Lo que pasa es que el pop tiene una plasticidad que te permite moldearlo como tú quieras. Lo puedes meter en la historia que tú quieras. Bien empleado, no desentona en las historias y, como te digo, da esa sensación de que uno retrata su época. Y esa es una de las cosas que hace la literatura de forma indirecta: retratar el momento. Yo creo que, si Dostoyevski hubiera nacido en esta época, seguramente estaría escribiendo literatura pop. 

Qué interesante reflexión, porque Dostoyevski escribía sobre la inmediatez justamente. Sobre la Rusia fría, la Rusia que alcanzaba tintes existencialistas. Y, reflexionando un poco sobre este humor negro que tiene Carlos Velázquez, ¿qué trasfondo tiene en su literatura?

El humor es una gran carta de presentación porque ¿a quién no le gusta reírse? Pero claro, la razón por la cual me metí a escribir relatos y cuentos es para no terminar como Carlos Vallarta, de estandopero. A mí el humor me permite humanizar a los personajes, pero el humor tiene un propósito en estas historias. No es nada más esto de subirse, contar un chiste cagado y se acabó. Aquí los personajes encuentran en el humor la vía para escapar a su propia circunstancia y, en muchas ocasiones, aceptar todos aquellos reveses que les da la vida. Sin risa estarían de plano muy mal. Hay cuentos muy duros aquí, aunque parece que no porque el humor es lo que aligera la narración, pero realmente las historias son muy duras: la historia del suicidio asistido, la historia del suicidio del primer personaje Alex Mazapunk, la bronca de los hermanos entre payasos o el padrino que va y ultima a su ahijado. Hay cosas muy heavy, pero lo que hace que este libro no se convierta en La rosa de Guadalupe es, precisamente, el humor.

Ahora que dices cómo entiendes tú lo pop, como inmediatez, me llama la atención que eso es algo que ocurre también con tus personajes. Son personajes con la personalidad más común, por una parte, pero que, por otra parte, viven situaciones y tienen trasfondos que no son del todo comunes. 

Sí, eso es lo que más me gusta de trabajar con personajes comunes y corrientes. En mi obra tengo empleados de salchichonería, trabajadores del Kentucky Fried Chicken, en este caso menonitas, indocumentados. Son cosas muy comunes. Todo el mundo conoce a alguien que se dedica a algo parecido, que trabaja en una farmacia, pero que viven situaciones extraordinarias. ¿Por qué viven situaciones extraordinarias? Porque la vida suele ser así, la vida suele ir en direcciones muy inesperadas. Eso es lo que hace de estos relatos algo muy atractivo. Es como el caso de los memes. Un día puedes estar borracho afuera de una cantina y al día siguiente estar comiendo con la directora de la Feria del Libro de Monterrey. Así es la vida. 

(Risas)… Un poco personal… 

(Risas) No, no, para nada. Me contaron… Le pasó al primo de un primo. 

Bueno, pero esto es un poco de lo que va Carlos Velázquez: buscar lo extraordinario dentro de las vidas más ordinarias que pueden existir. 

Sí, así es. Y esto viene de muchas influencias. Una de las más grandes que siento es un creador de cómics, no dibujante, sino creador de cómics, llamado Harvey Peaker. Él tenía una historieta titulada American Splendor que trata precisamente de eso. El eslogan de la historieta es “La gente común también vive vidas extraordinarias”. Cuenta su día a día y el de sus compañeros de trabajo. Trabajaba en un hospital, en el área de archivo. De ahí saca los personajes. Tiene tiras cómicas donde cuenta lo difícil y dura que es la experiencia de estar formado en Soriana, haciendo fila para pagar en la caja, detrás de viejecitas de 80 años.

(Risas). Por último, Carlos, quisiera que nos contaras un poco sobre tu estilo narrativo. Si algo he notado yo desde las crónicas hasta los cuentos, desde los primeros y hasta los últimos, es que tienes un uso muy particular de la oración, del punto y seguido. Casi no utilizas comas y prácticamente carece de punto y coma tu narrativa. Casi todo es punto y seguido.

Sí, eso ya es una onda más literaria. Si la contesto van a pensar que sí fui a la escuela. El punto y coma es una cosa que realmente no sirve para nada y, poco a poco, los signos ortográficos se han ido limpiando porque son cosas que estorban a la lectura. Si tú revisas Al filo del agua, de Agustín Yáñez, te lo vas a encontrar lleno de apóstrofes, comillas, punto y coma, y son cosas que solamente entorpecen la lectura. No son muy necesarias. Y en relación a las comas: no, no es que casi no utilice comas, lo que pasa es que yo sí sé utilizar las comas. Hay mucha gente que no sabe y coloca comas y comas y comas. Y se corta el flujo de la frase u oración. Lo más eficaz, lo sabemos todos, para no entorpecer el ritmo de la oración es el punto y seguido y el punto y aparte, cuando es necesario, cuando se cambia de párrafo.

¿Apasionado de la limpieza, entonces?

Si tú vieras mi depa opinarías totalmente lo contrario, pero todo el orden que no puedo meter en mi vida personal, ya sea en el departamento, en la cajuela del coche, aquí sí. Creo que por eso quedan las cosas tan limpias, porque todo lo que no puedo controlar en la vida diaria, en la página lo controlo Y además lo controlo muy bien. 

Bueno, una forma de someterse a algún tipo de control…

Sí, como mis personajes que están siempre controlados por sus impulsos, por sus deseos y por el exterior.

Más vale que estén controlados ellos y no uno.

Sï, si se me salen de control entonces el libro no sería lo que es.

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