Pray for Paris es lo primero que se ve en estos momentos en los medios de comunicación. Los atentados cometidos en una de las ciudades más importantes del mundo tomó por sorpresa tanto a sus habitantes como los espectadores que estamos recibiendo cada vez un número mayor de heridos y muertos. Lo que resulta más importante, sin embargo, es pensar en las consecuencias del suceso. Francia, precavido, ha cerrado sus fronteras para tomar medidas contra otros posibles ataques, los cuales se completan con la palabra “terroristas”.
Obama da un pequeño discurso a Francia, donde simpatiza con ellos y reconoce este acto como un ataque, no sólo a los franceses, sino a toda la humanidad que comparte los mismos valores (¿los valores humanos que parten de la tradición occidental?). El problema está en mencionar la palabra “terrorismo”, ya que en sí misma existe una connotación contextual y se ha ido degenerando desde muchos años atrás. Pensar en terrorista es pensar en un miembro de la cultura islámica. Pero de esta cultura parten varias sectas (entendiendo secta como separación, de la manera en que el catolicismo lo es del cristianismo), y no se pueden atribuir las mismas características terroristas a los millones de musulmanes que existen alrededor del mundo.
París, desde hace mucho tiempo, cuenta con problemas culturales que chocan entre los árabes y europeos. De alguna forma, ambas culturas han adaptado nuevas características y los inmigrantes llegan a este país, no con una intención violenta, sino por la búsqueda de paz. Ellos también se convierten en víctimas, y al generalizar se crean estereotipos que a su vez forman una de las barreras más grandes para la convivencia, convirtiendo las relaciones humanas en conflictos. Esperemos esta tragedia ayude a motivar la paz y no lo contrario.