Asunción de Cacalotepec es una localidad rural que se localiza a 317 kilómetros de la capital del estado de Oaxaca embellecida con los acomixtles, ocotes, cedro, caoba y pochetes, flora que conforman un paisaje verde y hermoso con un máximo de dos mil habitantes donde la mayoría de los pobladores se conocen y viven del campo; dentro de la comunidad indígena mixe nació Elisa Felipe Cristóbal donde tuvo una infancia con carencias, una casa humilde, pero un hogar lleno de amor y apoyo de sus padres.
De tez morena, risueña y tímida, a sus 24 años Elisa Felipe Cristóbal comparte en la tranquilidad de la Capilla Ecuménica de Residencias de la Universidad de Monterrey, que una de las etapas más importantes en su vida fue su infancia, dentro de una familia de cinco integrantes.
Todos en su familia se dedican al cultivo del café; ella, la más pequeña, no. Sus padres decidieron apoyarla para que terminara sus estudios y el 18 de mayo culminó su licenciatura en administración de empresas en la Universidad de Monterrey.
Las manos de sus padres siempre han estado envueltas por la tierra fresca del campo, impregnadas por el aroma a café y su anhelo siempre fue que las de Elisa se mancharan por el tinte de una pluma, que sus manos siempre estuvieran llenas de libros, que la luz a la que estuviera expuesta durante el día fuera la de una lampara de un salón de clases, siempre consideraron que el mejor trabajo para ella era estudiar.
Cursó la primaria en la escuela de su comunidad “Niños Héroes de Chapultepec”, posteriormente sus padres la enviaron al internado del Instituto de Mejoradores de Comunidades Indigenas (IMCI) “Don Bosco” de la orden religiosa de salesianos en Oaxaca.
Elisa expresa que su educación básica carecía de un trato humano “Mis clases eran grabadas y mi maestro fue un televisor que se apoyaba con maestros que estaban en la escuela de una manera aislada, al terminar la secundaria tuve que dejar mi comunidad, sus paisajes verdes, los caminos de piedra, la calidez de mi hogar por una ciudad inundada por el ruido de los claxons de los carros, pero la educación que recibí por parte de los salesianos fue la excepción”.
Al mudarse a Monterrey asistió a la preparatoria del Colegio Excélsior de los Salesianos y se enfrentó a muchos obstáculos, entre ellos fue ser víctima de bullying por su origen indígena, por lo que fue un proceso difícil para ella pero el espíritu de lucha de sus padres no la hizo renunciar y al paso del tiempo encontró la guía necesaria en las monjas de su colegio así como amigos en la ciudad que hicieron su estancia mas amena.
Debido que no conocía el internet, el celular, un USB, entre otros, fue rechazada por sus compañeros para formar equipos en proyectos escolares.
Al término de sus estudios de bachillerato optó por presentar el examen de admisión en la Universidad Autónoma de Nuevo León, y lo aprobó, pero su servicio social como misionera en el municipio de Santa Catarina, la hizo cambiar su decisión.
Un sábado, en su servicio social, conoció a Gaby Almaguer, estudiante de la UDEM y de ella escuchó por primera vez de la beca “GE -General Electric” para estudiar una ingeniería.
Al regresar ese sábado a su casa, de su capacitación misionera, no volvería a ser la misma. Le contó emocionada a su hermano Baldemar sobre la beca que ofrecía la universidad, pidieron informes y programaron una entrevista en la que, los directivos, conocieron su historia y le explicaron los detalles de la beca.
Elisa aprobó el examen de admisión, presentó tres exámenes psicológicos para competir por la beca, pero en el psicométrico resultó con habilidades para una licenciatura y el apoyo solo era para ingenierías, por lo que volvió a su idea original, de estudiar en la UANL.
Sin embargo, Isabela Navarro Grueter, Vicerrectora de Formación Integral, le ofreció otro tipo de beca, para una licenciatura que, constaba del 90 por ciento de apoyo de los benefactores de la UDEM.
Pagar un 10 por ciento para su familia era todo un reto pues apenas podían con los gastos de su hogar y por otro lado estaba la facilidad de aprovechar su cupo en la UANL y estudiar en una universidad pública, pero sus padres siempre quisieron lo mejor para ella y le aconsejaron que firmara la carta de aceptación de la Beca UDEM sin importar las limitantes económicas que vendrían después.
Con el tiempo recibió el apoyo por parte de sus compañeros y maestros, quienes la ayudaron a adaptarse, no obstante las dificultades se le fueron presentando.
“En tercer semestre me di de baja, entré en depresión total, sentía que ya no podía con mi vida, mis sueños estaban rotos, no podía dormir, lloraba en todo momento y recordaba nostálgicamente que desde los doce me fui de mi casa a un internado para estudiar, todo esto afectó mi salud ” afirmó Elisa.
Con el apoyo de la Fundación Harp Helú la beca se convirtió del 100 por ciento con el beneficio adicional de Residencias UDEM y servicio de comedor, lo que le sirvió para enfocarse en sus materias e irse de intercambio a España con la beca Euroinca de la Comunidad Internacional Europea en la Universidad Politécnica de Valencia.
Uno de sus logros más significativo fue participar en ENACTUS, a través de una convocatoria nacional, con una iniciativa social de un proyecto para frenar la violencia intrafamiliar, del Instituto de la Mujer en el Municipio de Guadalupe, donde obtuvo el tercer lugar a nivel nacional.
Para su graduación sus compañeros y maestros de la carrera colaboraron para pagar los vuelos de sus padres y así pudieron estar presente con ella el día que tocará la campana.
Elisa Felipe afirma que ser indígena es una virtud porque dota a las personas de un corazón humilde, las transforma en un carácter firme y tenaz capaces de alcanzar sus sueños.
La joven oaxaqueña es un ejemplo para nuestra sociedad, aconseja que los jóvenes deben buscar las oportunidades, tomarlas sin miedo y aprovecharlas al máximo.
Por todo esto, Elisa solo puede decir “Dioscuyép” que significa gracias.