Multitasking: ¿camino al éxito o al síndrome de burnout?
¿Hasta qué punto los parámetros sociales de productividad están llevando a las nuevas generaciones al agotamiento? Elevar la eficiencia y el multitasking a estándares de productividad hace que los jóvenes se llenen a sí mismos de exigencias laborales, académicas y sociales. Esto, a su vez, conduce al barranco del burnout o síndrome de desgaste profesional se refiere al agotamiento –sobre todo, emocional– que deriva del desempeño laboral.
El síndrome no es más que el reflejo de nuestro tiempo, en tanto que surge como consecuencia de realizar mucho trabajo en poco tiempo, o bien de verse en la necesidad de llevar a cabo tareas que generan angustia y/o un sentimiento de culpa por no realizarlas correctamente. ¿No es acaso el mejor espejo de la era en donde «hacer más con menos» es la regla?
Por si lo anterior no fuera un problema suficientemente importante, pareciera que la cultura que gira en torno al multitasking se ha convertido en una norma incuestionable, lo que nos a menudo nos vuelve ciegos frente a sus repercusiones. Nos han vendido esta idea como una especie de habilidad o virtud esencial en el mundo moderno. Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que esta supuesta ventaja, además de ilusoria, impacta negativamente la salud.
El daño que genera el estrés a nivel físico y mental ha dejado de ser un secreto desde hace mucho tiempo; no hay modo alguno de negarlo. Hoy en día, la investigación científica sobre el estrés y la ansiedad –no funcionales– se enfoca, más bien, en medir el nivel del daño y de qué modo afectan la calidad de vida de una persona. El exceso de tecnología, la presión social y la necesidad de cumplir con estándares inalcanzables generan una espiral de agotamiento.
Lo que hasta hace poco se consideraba –y algunos todavía consideran– una señal de éxito, como hallarse ocupado y conectado todo el tiempo, ahora se señala como la causa principal del burnout. Y, a pesar de ello, la presión social que lo origina comienza a una edad cada vez más temprana. En lugar de aprovechar la juventud para aprender y desarrollarnos de manera natural, somos atrapados por un ciclo incesante de productividad.
Un estudio reciente, elaborado por Sara H. Konrath –investigadora de psicología social de la Indiana University Lilly Family School of Philanthropy– y publicado en la revista Greater Good Magazine, rompe con el prejuicio que señala a los jóvenes como perezosos. Simplemente estamos agotados. Las altas expectativas nos han empujado a priorizar el rendimiento sobre el bienestar personal, lo que crea una desconexión emocional entre lo que deseamos y lo que sentimos que debemos hacer. El multitasking, entonces, no es más que una respuesta a una cultura que prioriza cantidad sobre calidad y que sacrifica la profundidad en favor de la velocidad.
A nivel personal, esta sobrecarga de tareas tiene un impacto evidente en nuestra salud mental y rendimiento académico. No se trata de una opinión: un estudio publicado en el año actual por la revista Media Psychology evidenció que el multitasking afecta nuestra capacidad de concentración y reduce la calidad del trabajo que hacemos. Y es posible que los malos resultados tiendan a empeorar con el tiempo. Entre más tiempo pasamos haciendo varias tareas a la vez, más altos son nuestros niveles de ansiedad y estrés.
La normalización de esta problemática en nuestra cultura juvenil es alarmante. Aunque –con mucha moderación– el multitasking podría ser una habilidad valiosa, suele dirigirnos hacia la pérdida de control sobre nuestro tiempo y energía. Concentrarse en una sola tarea a la vez es una habilidad que, tristemente, estamos perdiendo. En el intento de cumplir con todo, sacrificamos nuestro bienestar, y esto nos coloca peligrosamente cerca del burnout.
En última instancia, nos enfrentamos a una paradoja cultural. Se nos exige estar al día con un ritmo acelerado, pero esto no es una realidad sostenible. La sobrecarga de tareas y las expectativas de productividad constante están creando una generación de jóvenes agotados y desconectados de sus propias necesidades. Apenas consideramos incluirnos dentro de nuestra propia agenda de actividades diarias.