Donald Trump y Smithsonian: el problema con manipular la historia

Es cierto que la historia nunca se termina de escribir. Sus únicas constantes son el cambio y la evolución. Mientras exista la humanidad, habrá nuevas historias, perspectivas y debates. Pero el hecho de que la historia sea una construcción cambiante no significa que todo lo escrito a la fecha sea falso y mucho menos irrelevante para la sociedad. La orden del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que pide «restaurar la verdad y cordura en la historia de Estados Unidos» en la red de museos Smithsonian, limita la búsqueda de objetividad y la oportunidad de formar su propio criterio a la población. Trump pretende que los artefactos conmemorativos “se centren en la grandeza de los logros y el progreso del pueblo estadounidense o en la belleza, abundancia y grandeza” de su paisaje. Desde luego, esta orden es una imposición por parte de su agenda política ¿Qué problemas podría acarrear su propuesta para la diversidad y pluralidad en Estados Unidos?
La agenda política de Trump promueve una visión ideal para el futuro. El lema de su campaña es un resumen de sus ideas, el reconocido movimiento MAGA (Make America Great Again). Hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande o “grandioso” otra vez. Reconoce que existe grandeza fundamental en el país y su plan de intervenir en el Smithsonian se enfoca en traer esos hitos históricos positivos y sobresalientes de vuelta, revirtiendo así el “esfuerzo concertado y generalizado para reescribir la historia, reemplazando los hechos objetivos con una narrativa distorsionada, impulsada por la ideología más que por la verdad” se menciona en la exposición de sus motivos. Sin embargo, con la implementación de su agenda política en la red de museos, los momentos históricos de injusticia y desigualdad podrían ser minimizados y hasta descartados por completo. Su esfuerzo por cambiar estas “narrativas desorientadas” en los espacios culturales más importantes de la nación es un reflejo de sus intentos por reforzar su poder económico y político. De esta manera, se establece una narrativa donde el progreso del país se asocia exclusivamente al triunfo de ciertos grupos privilegiados, lo que minimiza las luchas y contribuciones de comunidades vulnerables a lo largo de su historia.
Donald Trump argumenta en su decreto que este esfuerzo generalizado por reescribir la historia, “profundiza las divisiones sociales”, en lugar de “fomentar la unidad y una comprensión más profunda de nuestro pasado compartido”. Lo anterior representa una de las consecuencias más alarmantes de esta orden, y presenta una discrepancia en su propio discurso. ¿La gente debe apoyar la expansión de ideas aun si estas no se parecen a las suyas? Excluir el punto de vista de grupos históricamente vulnerables contribuye a la construcción de una idea homogénea en la sociedad. Los afroamericanos, las tribus de nativoamericanos, latinos, mujeres, entre otros, han sido una parte fundamental de la historia estadounidense y no solo como víctimas de discriminación: fueron actores primordiales en la construcción del país que hoy conocemos. Silenciar su voz en los espacios formadores y culturales borra una parte esencial de la identidad de la nación.
Más allá de esta censura nacional y de cuestionar la profesión e integridad de miles de historiadores que se han encargado de construir el archivo histórico del país, esta orden pone en riesgo el espacio para el debate y la reflexión crítica de la sociedad. ¿Dónde queda la pluralidad? Este cuestionamiento ni siquiera implica una defensa de corte woke –movimiento situado en la punta opuesta respecto a los ideales de Donald Trump– sino de ser transparentes en la construcción de la historia. Si esta se reduce a un discurso “imparcial” y lleno de prejuicios, se limitará la posibilidad de recontextualizar eventos clave donde injusticias fueron cometidas. Para entender la definición de equidad y vivir en una sociedad que la practique, es importante reconocer el pasado de manera honesta y ser capaces de aceptar los errores y las derrotas, así como derribar la idea de que esto constituye una mancha para la imagen del país o que da pie a la división social.
Muchas personas se interesan por la historia, los conflictos, las tragedias y los triunfos que dan sustento al mundo que hoy en día habitamos. Entender la complejidad del pasado y no limitarse a conocer únicamente los hitos positivos, genera un espacio para la diversidad de interpretaciones y perspectivas. Aprender sobre la historia y procurar un diálogo en torno a ella construye un mundo informado, crítico y justo. Si el propósito de esta orden es unir a la sociedad norteamericana y comprender a profundidad el pasado que comparten sus habitantes, es indispensable tomar en cuenta diversos ángulos de los hechos históricos. Silenciar la diversidad de perspectivas, o bien censurar hechos históricos negativos mientras se destacan los positivos conduce hacia la dirección opuesta.
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