Simone de Beauvoir decía que hablar sobre feminismo siempre es un tema irritante, sobre todo para las mujeres. Decir abiertamente que soy feminista siempre me ha traído consecuencias: primero comienzan las miradas incómodas, después los cuestionamientos de por qué me creo más importante que el hombre y por último las risas y los chistes, porque para algunos ser feminista es eso un chiste.
Recuerdo que el año pasado en una clase un par de personas aseguraban que ya no existían razones para ser feminista, eso había quedado en la historia: “tu tema es trillado y tu causa olvidada”, argumentaban. Ante mi clara indignación propuse un ejemplo, imagina lo siguiente: tú y yo vamos caminando por la calle: ¿cuál es la probabilidad de que como hombre te griten comentarios obscenos y/o comiencen los chiflidos? Muy pocas, ¿verdad?, ¿cuál es la posibilidad de que a mi como mujer me griten comentarios obscenos y/o comiencen los chiflidos? Demasiadas.
En su informe “Acoso sexual en el espacio público: la ciudad en deuda con los derechos de la Mujer”, la ONU Mujeres concluye que la violencia callejera está permeada profundamente tanto en países desarrollados, como los que están en vías de desarrollo, de este informe se destacan las siguientes cifras: en la ciudad de Nueva Delhi, el 92% de las mujeres manifestó haber sufrido algún tipo de violación sexual en espacios públicos, y el 88% sufrió violencia respecto acoso sexual y verbal, en Francia se encontró que 1 de cada 4 mujeres tenía miedo de salir a la calle sola, y que 1 de cada 5 había sido víctima de violencia verbal durante su trayecto, por su parte en Londres, el 43% de las mujeres afirmaron sufrir acoso sexual en espacios públicos.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe -CEPAL- destacó que entre las ciudades con mayores índices de violencia de género en espacios públicos se encuentran: Lima en la cual 9 de cada 10 mujeres han sido víctimas de acoso sexual callejero, en la Ciudad de México se determinó que 6 de cada 10 mujeres han vivido algún tipo agresión sexual cuando andan en transporte público, y por último en Chile, donde 5 de cada 10 mujeres declararon haber sufrido acoso sexual.
La violencia de género sigue vigente en nuestros días y las mujeres hemos aprendido a vivir con ella, para la sociedad es normal que por ser mujer seas propensa a insultos o frases abusivas, y al momento de recibir ese tipo de conductas no podemos hacer nada por miedo a ser agredidas o tachadas de ridículas, “¿por qué te enojas? Déjalo ir.”
El acoso sexual no distingue entre color de piel, nivel socioeconómico, condición social, edad, país, si eres de una zona rural o urbana, pero sí sabe distinguir en el género que la sociedad nos ha designado por el hecho de ser hombre o mujer.
El Fondo para la Infancia de las Naciones Unidas –UNICEF– ha declarado que la violencia de género está en una situación de emergencia, señaló que los tipos de violencia más comunes son: el abuso sexual, el matrimonio infantil (1 de cada 3 mujeres se casa antes de los 15 años), la mutilación/ablación genital femenina (la cual sufren más de 70 millones de niñas y mujeres de 15 a 49 años), el abuso del precio de la dote, los asesinatos de honor, la violencia doméstica o íntima, entre otras.
Pueden existir un sinfín de razones por las cuales aún persista la violencia en contra de la mujer, sin embargo la mayoría lo han sabido justificar con la trillada frase: “es un problema cultural”, olvidando que la cultura somos nosotros mismos.
Por último, mis argumentos sólo se quedaron hundidos en oídos sordos, excusando de nuevo a la realidad, pues al final se me desestimó otra vez, pues concluyeron: piensas así porque eres feminista.