Walter Mata tiene 22 años, es director y fundador de tres empresas. Tiene una visión peculiar del mundo, el cual quiere transformar en un lugar más sostenible. Todo comenzó en una clase de primer semestre: Creación de Negocios. El profesor les pidió un proyecto de sostenibilidad para la Universidad de Monterrey (UDEM) y su equipo se conformó circunstancialmente entre todos los que al final no tenían equipo.
Recuerda que en su proyecto desarrolló la idea de pagar el estacionamiento de la Universidad con botellas de PET, y sonríe un poco al contar que había sido seleccionado para llevarse a cabo, aunque al final no logró implementarse por cuestiones fuera de su alcance. La cancelación del proyecto no lo desmotivó. Fue solo el comienzo de su interés por el reciclaje y de sus ganas de hacer un cambio.
“Monterrey es una de las ciudades más contaminadas de México y está en el Top 10 del mundo. Empecé a engancharme en la problemática, quería colaborar en la solución, y estos tres proyectos buscan eso”, señaló Mata.
Polycreate, el primero de ellos, llevó a Walter a buscar el desarrollo de materiales de construcción sustentables con base en residuos plásticos.
MWorks busca empoderar a familias vulnerables y explica que su plan es enseñarles a reciclar, lo que podría mejorar su ingreso económico y, en el futuro, su vivienda a través del intercambio de materia prima. Por su parte, Polycreate es un proyecto que tiene el fin de financiar el resto de los proyectos. Como objetivo a corto plazo, se encarga de que todos sus productos a la venta sean a base de plástico reciclado, entre ellos fundas para celulares y reconocimientos físicos.
WAS Company abarca las tres empresas. El nombre surgió de la amistad que forjaron Walter con sus socios, Adrián y Sebastián, desde aquella clase en donde todo inició. Sin embargo, con el tiempo los últimos dos dejaron de involucrarse por razones personales.
“No se pudo por ciertas circunstancias, y lo siento, pero amistad y trabajo hay que dividirlo. Lo hablamos y no hubo ningún problema, seguimos viéndonos y uno de ellos ya trae otra idea de proyecto que también estoy apoyando”, dijo el emprendedor.
Para el crecimiento que ha tenido, su papá fue un punto clave. Al principio no tomaba muy en serio los proyectos de su hijo, hasta que Walter, con tan sólo 19 años, lo invitó a que lo acompañara a un concurso en la Ciudad de México, en el cual compitió contra empresarios, directivos y científicos. Una mención honorífica hizo que su papá pusiera más atención en sus proyectos y que le brindara todo su apoyo.
Mata cursó la Licenciatura en Creación de Negocios e Innovación Empresarial (LCIE). Sus días escolares no son tan comunes como los de cualquier estudiante, ya que todos los días trabaja en Saltillo, en un laboratorio llamado Centro de Información de Química Aplicada (CIQA)
“En el laboratorio se orientan muchas cosas de salud, medicina, pero su especialidad es en polímeros. Yo me vinculé con la tesis a trabajar con un científico y ahí seguimos desarrollando los materiales para tener la patente, eso es lo que estamos buscando”, explicó Mata.
Su día a día es consumido por los traslados en la mañana y en la noche a Saltillo y las juntas con su equipo de trabajo. Este se conforma por 10 personas, entre las que se encuentran economistas, mercadólogos y diseñadores. Walter asevera que su equipo de trabajo se enamoró del proyecto igual que él.
En los últimos cinco años, ha recibido reconocimientos como el 3er lugar en Premio Komeko, Semifinalista en Global Student Entrepreneur Award (GSEA), Finalista en Premio a la Innovación Santander, Galardón a la Medalla al Mérito Juventud Regia, Finalista en Premio Estatal de la Juventud de Nuevo León (Líder Emprendedor) y Top 10 Startup World Cup México.
Más que fundas, obras de arte
Una sonrisa se dibuja en el rostro de Sofía González mientras cuenta que tiene 20 años y 12 de ellos dibujando. Nunca pensó que su talento la llevaría a crear el proyecto del que hoy forma parte, todo se dio de manera espontánea: una de sus amigas le propuso que le pintara una funda para celular. Compró una funda, investigó cuál tenía que ser el proceso para pintar ese material y le dio rienda suelta a la inspiración.
“La verdad todo el primer año que estuve con el negocio ninguna funda salió bien porque no sabía cómo pintarlas. Todo fue experimentar a prueba y error”, declaró Sofía.
Dentro de su negocio muestra el amor y la dedicación a lo que hace. Un proceso de largo aprendizaje y entrega para lograr sus metas y objetivos, encontrar y expresar la voz dentro de su arte y compartirlo con la mayor cantidad de personas posibles
Su vocación no le generaba dudas, entró a estudiar la Licenciatura en Artes (LA) en la Universidad de Monterrey (UDEM). Actualmente está en quinto semestre y al mismo tiempo mantiene su negocio.
Un día normal para ella es despertarse para ir al gimnasio, ir a la Universidad, y después llegar a su casa para dedicarse a las fundas. La organización es clave para sobrellevar la semana y mantener un equilibrio entre sus estudios y el trabajo, por lo que decide separar lunes, miércoles y viernes para la escuela, y martes y jueves lo dedica a su negocio.
Pero deja claro que no todo es color de rosa y que a final del año, cuando todos quieren dar regalos, surge mucha demanda. Por motivos como ese, confiesa que ha tenido momentos en los que se ha planteado dejar su proyecto.
“Siento que lo que me hace seguir adelante es el reconocimiento de los clientes, cuando me escriben sus comentarios o cuando los veo para entregarles las fundas. No puedo fallarles”, recalcó González.
Sin embargo, para ella es fundamental encontrar su voz como artista y debido a que muchas de las fundas que vende son personalizadas, entra en conflicto consigo misma.
Su papá ha sido su mayor inspiración y su optimismo la ha ayudado a seguir adelante. Él también le ha compartido su admiración por Steve Jobs y siempre le aconseja no sólo vender un producto, sino una experiencia, hacer lo posible y lo imposible perfecto.
Sofía busca que su arte no solo se refleje en la fundas, sino también en cuadros y libretas. Con el tiempo busca vender más productos y dejar de hacer tantas fundas personalizadas para plasmar su propio trabajo e inspiración.
De un regalo a un negocio
Ana Paula Segura lleva un año y 10 meses con su novio Jorge. Ella no sabía qué darle de regalo en su aniversario, pero lo que sí era que quería darle muchas cosas al mismo tiempo. Compró una caja de cartón, cervezas, dulces y papel de china de colores, después imprimió fotos estilo Polaroid de calidad y una frase en vinilo.
“Quería darle varias cosas a la vez a Jorge y ni modo que le diera todas las cosas separadas, y se me ocurrió una cajita, pero me parecía muy sencillo una caja de cartón o una de regalo, entonces se me ocurrió, en una caja de cartón, ponerle dentro una frase en vinil y las fotos de tipo Polaroid colgadas”, indicó Segura.
Ana Paula cuenta que a Jorge le encantó su regalo, no porque viniera de ella, sino porque había sido un muy buen detalle a mano, incluso le hizo un comentario que, en su momento, no sabía el poder que tendría: “podrías venderlas”.
Entonces, a sus 19 años y con un par de meses en la Licenciatura en Relaciones Internacionales (LRI), Segura comenzó su negocio: The Happy Box, en el cual vende cajas de regalos especializados con artículos artesanales como dulces mexicanos o cervezas, y tiene la intención de promover la cultura mexicana con la venta de dulces y bebidas típicas.
Su día a comparación de otras personas con negocios, es tranquilo. Va comenzando la carrera y su negocio depende de los pedidos que le hagan. Por eso hay temporadas en el año que puede llevar las cosas tranquilas y otras en las que la carga de trabajo es más pesada, como Navidad o San Valentín.
Al recibir el adelanto, ella se tarda de dos a tres días en tener listo el producto, ya que tiene que lidiar con diversos proveedores para conseguir la caja, los frascos, las frases de vinilo y las fotos que imprimirá. Afirma que si de algo está consciente es que no puede fallarle a sus clientes.
Recuerda con nostalgia los momentos más difíciles y retadores para su negocio, entre ellos un pedido de 21 cajas para los trabajadores de una empresa en tiempos de exámenes finales. Tuvo que recurrir a la ayuda de sus amigas, quienes la apoyaron y terminaron por hacer de eso una experiencia divertida.
Ana Paula Segura busca hacer crecer su negocio, su objetivo a largo plazo es abrir un local en donde pueda ya tener preestablecidos los precios y lo que incluyen las cajas.
Sus papás fueron parte de la inspiración y su apoyo más grande, pues al igual que Jorge, cuando vieron la caja de regalo, la incitaron a venderlas.
Un poco más de batería
Luis Plascencia nunca se imaginó que un viaje a Las Vegas detonaría la idea para emprender su propio negocio, bajo una circunstancia común y siempre preocupante: no tener pila en una tienda departamental. Con su mamá, encontró una máquina que emulaba a unos casilleros, pero permitía cargar el celular, ya sea Android, Blackberry y iPhone. Y nació LifeCharge Eventos.
Los casilleros los configura el usuario con una contraseña, así el celular queda dentro de él y solamente la persona que lo configuró puede abrirlo. Cada máquina tiene una pantalla de 20 pulgadas en donde se puede proyectar el logotipo del evento, algún patrocinador o un video.
Con el apoyo de sus padres compró dos máquinas y ahora las renta para todo tipo de eventos: bodas, quinceaños, graduaciones o magno eventos como el Machaca Fest, El Abierto GNP Seguros y Cielo Mágico.
“Yo traigo el espíritu emprendedor, mi mamá y mi papá son empresarios, tengo tíos y primos empresarios, y pues ellos iniciaron desde muy chiquitos. Mi papá, me acuerdo que empezó con un carrito de hotdogs y un depósito, y ahí vendía cerveza. Siempre me platican de sus inicios y por eso, yo también quería empezar”, expresó Plascencia.
Luis comenzó vendiendo cremas y labiales de Kylie, los cuales vendía a sus familiares y amigas. Siempre que tenía la oportunidad de hacer negocio con algo, lo hacía. Él sigue un consejo de los adultos que lo rodean: hay que empezar joven, aprovechando los recursos y sabiéndose equilibrar con sus tiempos.
Durante días laborales, Luis atiende llamadas, correos y una que otra cita de clientes que lo buscan. Un día típico, en donde él atienda la escuela y su negocio, suelen ser los viernes. En la mañana va a la Universidad, come a medio día y saliendo atiende al negocio.
La forma en la que establece un equilibrio es con el ejercicio; pues además de estudiar la Licenciatura en FInanzas Internacionales (LFI), es miembro del equipo representativo de natación de la Universidad de Monterrey (UDEM).
“A veces estoy muy estresado por el próximo evento y por temas de la máquina, entonces el ejercicio me quita y me libera el estrés”, dijo el emprendedor.
Luis está agradecido con su madre, pues es su mayor inspiración. Siempre escucha lo que le tiene que decir y sobre todo es una mujer que siempre lo ha ayudado en las decisiones más difíciles, como la de comenzar con su negocio hace dos años cuando tenía 20.