Culturismo: el costo de construir cuerpos ‘perfectos’
Por: Mauricio Scott
“Chavos, recuerden entregar”.
Eso fue lo último que escuché antes de cerrar mi computadora y levantarme de mi escritorio. Eran las 10 de la mañana de un martes mundano y reviso mi aplicación del clima para verificar que, en efecto, sigue fresco: 15 grados centígrados, ¡alabado sea el Señor!
Salgo de la Universidad apresuradamente porque mi DiDi –que me vuelve a salir anormal y exageradamente caro– está a dos minutos de distancia.
El día de hoy es uno atípico. Regularmente paso mis horas libres entre clases en la UDEM, pero el viaje de hoy me lleva a un destino diferente. Es uno que me resulta familiar desde el día que dejé de ir al gimnasio de la Universidad, que en todo momento estaba lleno desde el inicio del semestre de otoño.
Cruzo las puertas del gimnasio comercial, de este templo del culto al cuerpo, y detecto inmediatamente los típicos aromas de ropa y tenis de marca premium, audífonos exclusivamente de Bluetooth, termos metálicos, y siento las ganas de hacer un pódcast.
Entre amas de casa, otros alumnos universitarios como yo entre clases y un chavo con varios tatuajes (de quien me informaron recientemente que es un streamer de Twitch muy conocido), el ambiente del gimnasio es tranquilo a estas horas.
Me dirijo propiamente hacia los vestuarios de hombre. El vestuario era una experiencia única en sí misma. Estaba dividido en cuatro áreas que rivalizaban con los pasillos de un centro comercial de lujo: los baños, las regaderas, el sauna y los lavabos.
Entrando, me topo con dos chavos, que por apariencia no podían haber sido menos de cinco o seis años más jóvenes que yo, pavoneándose frente a los espejos iluminados con una luz que parecía sacada de un estudio de fotos de moda, donde alimentan sus egos en una exhibición de vanidad que abarcaba los 360 grados.
Un estudio de 2018, realizado por las investigadoras Siân McLean, Eleanor Wertheimb y Susan Paxton entre 101 niños de seis años en Melbourne, Australia, titulado Preferencias por ser musculosos y delgados en niños de 6 años y publicado en la revista científica Body Image, encontró que niños desde esa edad empiezan a mostrar signos de insatisfacción corporal y que desean tener figuras ideales significativamente más musculosas y más delgadas que sus figuras actuales.
Salgo del vestuario y por andar embobado en el celular –madre, tenías razón– por poco y me atropella un trozo grande y omnipotente de hombre.
El nombre de este Thor de 100 kilogramos de pura masa muscular es Orlando. Desde que comencé a venir aquí, a pesar de que nunca he optado por tener un entrenador, he encontrado confort en pedirle consejos sobre cualquier cosa, desde mi técnica de press en banca (para no lastimarme los hombros en un ejercicio para el pecho) hasta descifrando cuáles suplementos alimenticios son los mejores para mí.
Hablando de, lo primero que hace una vez que llega es servirse dos cucharadas de “pre” en su termo shaker previamente llenado con agua y se toma una pastilla de aspecto farmacéutico simultáneamente, así completa su cóctel de suplementos esenciales antes de cada entrenamiento.
“Es una pastilla termogénica, me la tomo para facilitar mi pérdida de grasa ya que ando en cut (un periodo de tiempo en donde comes en un déficit calórico para perder grasa y retener masa muscular)”, me comenta Orlando, mientras todavía estoy tratando de procesar cómo este tipo no sufre un ataque cardíaco por sorber 750 miligramos de cafeína como si fuera jugo de manzana.
Los suplementos de pre-entrenamiento, o “pre”, como se les conoce en los gimnasios, son productos formulados para mejorar el rendimiento físico y mental durante una sesión de entrenamiento. Suelen contener una combinación de ingredientes como cafeína, aminoácidos, creatina, beta-alanina y otros compuestos que promueven la energía, la concentración y la resistencia.
Muchas personas (incluyéndome a mí) los usan para potenciar sus entrenamientos, pero no son indispensables. Si bien ofrecen beneficios, como mayor energía y concentración, también pueden tener efectos secundarios cuando son consumidos en dosis altas o por personas con menor nivel de tolerancia a estimulantes energizantes, como nerviosismo, hiperactividad e insomnio.
Los esteroides anabólicos, también conocidos como chochos, son medicamentos que se usan bajo prescripción médica para tratar ciertas enfermedades, pero también son usados comúnmente en los gimnasios, sobre todo por culturistas para aumentar su masa muscular de manera más rápida y con resultados sorprendentes.
Las mañanas de Orlando típicamente comienzan a las 6:30, bebiendo un litro de agua y pesando su ingesta de alimentos para el día, todo hecho meticulosamente para lograr sus objetivos de consumo diario de proteínas, carbohidratos y grasas.
Según el estudio Composición corporal y patrones dietéticos en culturistas profesionales y aficionados, realizado en 2020 entre 55 culturistas y publicado en la revista científica polaca Anthropological Review, la ingesta calórica promedio de culturistas masculinos está entre 2 mil 390 y 3 mil 824 calorías por día. La menor cantidad de calorías representa la fase de la dieta previa al concurso y la mayor proviene de datos dietéticos fuera de temporada.
El primer ejercicio que realiza es un peso muerto convencional, uno de los ejercicios compuestos más comunes en la biblia del fisicoculturista. Aunque ya no soy tan débil como cuando comencé a ir al gimnasio religiosamente, comoquiera tengo que hacer un cierto esfuerzo para transportar los platos de 20 kilogramos que él necesita.
Mi compadre los carga como si fueran platos desechables.
Mis sospechas de que Orlando tenía antecedentes en el fútbol americano resultaron ser ciertas. Desde los 16 años complementó sus sesiones de entrenamiento deportivo con las de pesas y una prueba de admisión fallida (originalmente, quería estudiar arquitectura) fue su factor decisivo para emprender un viaje de cinco años que lo llevó a finalmente ser un entrenador personal certificado.
“Empecé en un gimnasio de barrio, donde hay puro señor y nadie te dice qué hacer, gente que te consideraba un principiante, como un estorbo. Hoy en día, lo bueno de las redes sociales es que te ayudan a informarte sobre cómo hacer las cosas. Antes era chíngale o chíngate”.
Después de unas series ligeras de calentamiento, comienza a mover seis discos metálicos de 20 kilogramos cada uno como si fuera otro martes más en la oficina (y con una técnica impecable) y provoca pequeños sismos con la fuerza con la que golpean el suelo tapizado con hule.
Lleva años haciendo movimientos como este, y se nota. Esa consistencia y pasión por el proceso son valores que Orlando intenta inculcar en sus clientes.
“Cuando vienen conmigo, siempre les pido un modelo de cómo se quieren ver, alcanzable, porque siempre hay que darles esa visualización de ‘sí se puede, pero te va a costar un chingo’”.
“Estos weyes alcanzaron un físico ideal de forma más rápida por estar chocheados y tengo clientes que se dejan llevar mucho por esa idea. A fin de cuentas, hoy en día, es fácil encontrar un farmacólogo para meterte todo tipo de chochos y está gacho porque tienen 15, 16 años”.
“Y cuando me preguntan sobre ellos, solo les digo: ‘Quítate esas pinches ideas de la cabeza’”.
Me río cuando dice eso, pero recuerdo claramente que la primera vez que le pregunté a mi papá sobre el uso de esteroides fue alrededor de esa misma edad.
Los esteroides, específicamente los esteroides anabólicos, también conocidos como chochos, son medicamentos que se usan bajo prescripción médica para tratar ciertas enfermedades, pero también son usados comúnmente en los gimnasios, sobre todo por culturistas para aumentar su masa muscular de manera más rápida y con resultados sorprendentes, lo cual es posible porque los esteroides anabólicos son hormonas sintéticas, es decir, fabricadas por el hombre, que le proporcionan al cuerpo dosis altas de testosterona (en vez de la cantidad normal de esta hormona que produce el propio organismo) para facilitar el crecimiento de la masa muscular.
Al acabar sus cuatro series de peso muerto, pasamos a la máquina de cables para que realizara otro cuarteto de jalones laterales o el Lat Pulldown, como se conoce en los círculos del gimnasio. Con música dubstep explotando en sus oídos, comienza a jalar y sus alas laterales enormes están en plena exhibición.
El uso de esteroides anabólicos entre los culturistas es muy común y es una práctica que ya lleva muchos años. El estudio La incidencia del uso de esteroides anabólicos entre los culturistas competitivos, que se realizó en 1989 entre culturistas en Kansas y Missouri y publicado ese mismo año, encontró que más de la mitad de los culturistas masculinos (54%) usaban esteroides de forma regular, aunque en Estados Unidos está prohibido por la ley consumir esteroides anabólicos si no se tiene una receta médica.
“A nivel físico, los esteroides anabólicos pueden causar lesiones musculoesqueléticas como rupturas tendinosas, efectos cardiovasculares graves como aumento del colesterol, aterosclerosis, infartos cerebrales y problemas cardíacos severos”.
Mientras Orlando hace sus jalones laterales, me doy cuenta que otro entrenador me echa unas miradas curiosas (digamos que entrevistar a alguien en medio de un gimnasio hace que me vea como un idiota). Le pregunté a Orlando sobre él, y resulta que él tuvo un historial aún más extenso con los esteroides anabólicos. Una media hora más tarde, aprovecho que Orlando tiene que ir al baño y me acerco con el entrenador.
“Yo utilicé, a lo mucho, unos cinco o seis ciclos de no más de tres meses de duración cada uno, porque les tengo su respeto. Todos los que usaba eran derivados de la testosterona, como el Sostenon (también conocido como Sustanon), el Enantato y el Decanoato, entre otros”.
Un ciclo de esteroides es un periodo durante el cual una persona utiliza esteroides anabólicos, seguido de un periodo de descanso. El ciclo puede durar varias semanas o incluso meses, dependiendo de los objetivos del usuario. Durante este tiempo, la dosis y el tipo de esteroide pueden variar para maximizar los beneficios y minimizar los efectos secundarios. Después del ciclo, se suele hacer una pausa para permitir que el cuerpo se recupere y restablezca sus funciones hormonales naturales.
Con 25 años de experiencia en la industria del fisiculturismo, este entrenador (quien pidió no ser nombrado, pero, por propósitos dramáticos, se le llamará Juan) se metió al gimnasio a los 22 años por sentirse muy delgado. Después de cinco años de jalar fierro, Juan sintió que había llegado a un tope en su progreso y fue cuando tuvo sus primeros encuentros con los esteroides.
“Empecé a consumir por ahí del 2005 o 2006 porque, desgraciadamente, muchas personas en los gimnasios te ofrecen. Y fíjate que me llamaba la atención que muchos me decían ‘ponte esto, no te va a pasar nada’. Pero hubo una persona en particular que me dijo: ‘¿Sabes qué?, sí puedes usarlos, pero ten mucho cuidado (por los efectos secundarios)’. Fue la única persona que, al recomendarlos, me hizo saber de las consecuencias”.
Naturalmente, tengo que preguntarle si sufrió alguna consecuencia por haberlos consumido. “Sí tuve efectos secundarios, pero leves. Los clásicos, como la caída de cabello, la caída del libido y un poquito de acné. Pero siento que a mí me fue bien; sin embargo, sí me ponían muy agresivo. Anduve irritado todos los días durante mis ciclos, y sí me llegó a afectar bastante”.
Para conseguir una perspectiva médica sobre el consumo de esteroides en deportistas de alto rendimiento y, en particular, sobre los efectos adversos que se pueden presentar en su uso crónico, me acerqué después con la doctora Miriam Marlén Matuk González, cuya especialización es precisamente en la medicina deportiva.
“Los esteroides anabólicos, similares a la testosterona, provocan efectos secundarios en el cuerpo que pueden ser leves, como los que menciona este usuario, acné y pérdida de cabello. En las mujeres se da el aumento del vello, pero también se pueden dar efectos más preocupantes como agresividad, problemas de control de impulsos, ansiedad, depresión, manía y trastornos psicomaniacos…”.
La lista de efectos adversos que me proporcionó la doctora fue lo suficientemente larga como para hacer que un rollo de papel higiénico pareciera corto.
“A nivel físico, los esteroides anabólicos pueden causar lesiones musculoesqueléticas como rupturas tendinosas, efectos cardiovasculares graves como aumento del colesterol, aterosclerosis, infartos cerebrales y problemas cardíacos severos”.
Mientras converso con Juan, me doy cuenta de que su relación con los esteroides que previamente consumía era casi de respeto mutuo. Me deja muy en claro que no se los recomendaría a nadie, pero que si alguien realmente quisiera llevar sus habilidades atléticas al siguiente nivel, no veía ningún problema con que se calaran con lo natural y luego exploraran opciones… no tan naturales, pero con suma precaución.
“Dado que la mayoría de las personas usan esteroides de forma recreativa en el gimnasio, realmente no hay un organismo que esté vigilando este tipo de prácticas y eso es muy peligroso”.
Durante un tiempo, el año pasado, Orlando tenía ambiciones de competir en el culturismo. Y a pesar de que no acabó compitiendo –por razones que se explorarán más adelante– llegó a implementar los esteroides para asistirlo en su preparación.
“Empecé con el ciclo en julio y duró tres meses. Usaba, al principio, Dianabol, Sustanon, Boldenona y Nandrolona. Fue un ciclo muy atascado y, lastimosamente, me estaba preparando un entrenador que prefiere resultados antes que calidad. Fue para aumentar mi masa muscular, y aunque no vi gran cambio, sí se me redondearon los hombros y rayaron las piernas”.
Me muestra un video de su físico durante su ciclo y, si bien no se veía “sospechocho”, la definición de sus músculos era sumamente impresionante para un hombre de su tamaño.
“Después, intensifiqué mis ciclos con Trenbolona, Acetato, Winstrol y varias hormonas de crecimiento, como el Xerendip. Esa, wey, literalmente la puedes conseguir en las Farmacias del Ahorro, a 400 pesos. Y todo esto me salía en miles de pesos al mes”.
Al salir del gimnasio unas horas después, aproveché que había una sucursal de esa misma farmacia para comprobar el precio de una caja de las hormonas de crecimiento y ya le habían subido de precio, rondando en los 513 pesitos. Cada caja viene con solamente una inyección; por lo tanto, no es tan difícil imaginar cómo ese gasto puede multiplicarse a lo largo de un mes.
“Mira, no me arrepiento (de tomar el ciclo). Todo se basa en experiencias, y esta experiencia me permitió ver mi potencial porque el ciclo no te excede tus capacidades, sino que te permite llegar más rápido a tus metas”.
Cuando platiqué con la doctora Miriam, me di a la tarea de preguntarle acerca de la enciclopedia de fármacos que consumía Orlando.
“Es difícil hacer valoraciones sin conocer las dosis exactas de lo que estaba consumiendo, pero aún así, tomar más de un medicamento, de por sí, es riesgoso. Además, algunos de los que menciona son de uso veterinario, ni siquiera están aprobados para consumo humano. Incluso, el Dianabol está suspendido por la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos) por los efectos adversos que puede causar”.
Pero entonces, si algunos de estos medicamentos son tan peligrosos, ¿cómo es que sustancias como esas no están reguladas en México?, le pregunté a la doctora.
“Existe una línea gris en cuestión de la legalidad del uso de esteroides anabólicos. La mayoría de estos medicamentos están en venta libre; si tú vas y los pides en la farmacia, te los pueden vender. Ahora, cuando se trata de competencias de bodybuilding y competencias deportivas, todas las federaciones detrás de ellas tienen sus respectivas regulaciones. Pero, dado que la mayoría de las personas usan esteroides de forma recreativa en el gimnasio, realmente no hay un organismo que esté vigilando este tipo de prácticas y eso es muy peligroso”.
“Es muy normalizado (usar esteroides), porque ahorita en las redes el prototipo físico ideal es el del chavo súper mamado, y es algo que chavitos de 15 a 20 años ven constantemente; es inescapable”.
El estudio Relación dosis-respuesta de testosterona en hombres jóvenes sanos, publicado por la American Journal of Physiology-Endocrinology and Metabolism y realizado en Estados Unidos, en el 2001, a un conjunto de hombres de 18 a 35 años, encontró que existe una relación dosis-dependiente directa entre la testosterona y el aumento de masa muscular. Después de 20 semanas de uso, los hombres que recibieron 600 miligramos por semana habían ganado, en promedio, 8 kilogramos de masa libre de grasa y perdieron 1 kilogramo de grasa corporal sin tan siquiera levantar pesas. Los participantes que combinaron inyecciones de testosterona con entrenamiento de fuerza tres veces por semana, en cambio, ganaron aún más.
En 1996, The New England Journal of Medicine publicó otro estudio, titulado Efectos de dosis suprafisiológicas de testosterona sobre el tamaño y la fuerza muscular en hombres normales, en donde se administró a 43 hombres inyecciones de 600 mg de testosterona por semana, encontrando que aquellos que recibieron testosterona ganaron más masa libre de grasa sin hacer ejercicio que los hombres que realizaron entrenamiento de fuerza naturalmente.
Supongo que no es una sorpresa que, como ocurre con todo en la vida, elegir los esteroides es la versión de “pagar para ganar” del gimnasio.
¿Pero ganar qué, y a qué precio?
¿De dónde vendrá esta necesidad de meterse un cóctel de esteroides que fácilmente pondría a un niño de la época victoriana en estado catatónico, únicamente para verse bien o para poder levantar fierro equivalente al peso de un méndigo tronco?
A este punto, mi diálogo con Orlando ha llegado a un momento en el que su ejercicio era secundario y comenzamos a cotorrear. La línea fina entre periodista y sujeto se comenzó a difuminar.
Nos movemos al otro lado del gimnasio para utilizar una máquina que trabaja los deltoides posteriores de la espalda y aquí es donde esa duda es inmediatamente contestada.
“Las redes sociales están dando a entender que usar esteroides es normal. Y realmente, no lo es. Está tan normalizado, que molesta, porque solo ciertas personas, con ciertos atributos y con muchas precauciones, los usan para lograr sus objetivos competitivos, pero no es algo que debe usar cualquier persona”.
“La gente que está estudiada, que alaba estudios científicos sobre los entrenamientos de pesas y las consecuencias del uso de esteroides, es invalidada por los morros porque no son famosos. ‘¿Y tú quién eres?’, ‘¿Cuántos seguidores tienes?’. Está gacho ser invalidado así”.
Este fue un tema que también toqué brevemente en mi conversación anterior con Juan, quien compartió una opinión similar a la de Orlando.
“Es muy normalizado (usar esteroides), porque ahorita en las redes el prototipo físico ideal es el del chavo súper mamado, y es algo que chavitos de 15 a 20 años ven constantemente; es inescapable. De ahí sale el pensamiento de que es muy fácil crecer músculo, sobre todo los que están muy novatos, y la verdad es que no. Y al no ver resultados haciendo las cosas de forma natural, empiezan a investigar sobre qué pueden usar”.
Un análisis cuantitativo, realizado en la Universidad de Maastricht y publicado por la revista arbitrada Cyberpsychology, Behavior, and Social Networking, de más de mil publicaciones que mostraban los físicos y/o cuerpos de hombres en Instagram encontró que la mayoría de las publicaciones muestreadas exhibían altos niveles de musculatura y delgadez. Además, las publicaciones que mostraban este tipo de cuerpo específico recibieron significativamente más respuestas (me gusta y comentarios).
Por su más de una década de experiencia como psicoterapeuta calificada, decidí contactar a la doctora Jessica Handal, después de mi día en el gimnasio con Orlando, para hablar precisamente sobre las redes sociales y los estándares de físicos masculinos que retratan. Debido a su apretada agenda, fue un reto, pero se hizo.
“Por las neuronas espejo que posee el ser humano (unas neuronas que se estimulan tanto cuando una persona realiza una acción específica como cuando observa a otra llevar a cabo esa misma acción), todos nos comparamos todo el tiempo. Es una realidad”.
“Cuando algunas personas ven un cuerpo magnífico en las redes dicen: ‘Ay, mira qué cuerpazo, qué barbaridad’, y siguen con sus vidas. Pero alguien con una insuficiencia en su ser, va a reaccionar diciendo: ‘Ay, mira qué cuerpazo que yo no tengo. Esta persona es perfecta y yo no’. El sentimiento de no ser suficiente es prácticamente programado neurológicamente”.
Esa fue la primera vez en mi vida que escuché de las neuronas espejo y digamos que me abrió los ojos a los porqués de varias conductas y comportamientos que he tenido a lo largo de mi vida.
“Esta presión que percibe la gente por las redes sociales por cumplir estándares del físico ideal lleva a esa sensación de insuficiencia, impulsando a tomar decisiones equivocadas por ansiedad. Esta ansiedad conlleva a adoptar soluciones supuestamente rápidas como pastillas, esteroides o ayunos extremos sin cuestionar su validez y sin evaluar alternativas más saludables”.
La maldita insuficiencia.
Es parte de la razón por la que comencé a ir al gimnasio. La buena noticia es que he aprendido a disfrutar el proceso y a no dudar de mis capacidades en el segundo en que empiezo a estancar.
“Esta presión que percibe la gente por las redes sociales por cumplir estándares del físico ideal lleva a esa sensación de insuficiencia, impulsando a tomar decisiones equivocadas por ansiedad”.
Pero Dios mío, diariamente me salen TikToks de chicos de mi edad (o incluso más jóvenes) que están ultra-mamados (gracias a un régimen de entrenamiento enfermo y a una ayudita de esteroides que pudiera matar a una vaca) y es imposible evitar la auto-comparación.
“Son físicos inalcanzables para gente promedio wey, porque ellos empezaron con un estilo de vida muy tempranero en cuestión del farmacólogo. Chris Bumstead empezó a los 19 años y ahora se ve como se ve, magnífico. Para ser un atleta de ese nivel, es muy difícil; es una combinación ultra-enferma de medicina, comida y gimnasio”, me dice Orlando, mientras retomamos el rumbo de su rutina y se pone a hacer cuatro series de curls de bicep inclinados.
A este punto, llevábamos casi dos horas de rutina y lo que empezó como un gimnasio casi vacío finalmente cobra algo de vida. Los ritmos relajantes de house que sonaban a través de los parlantes colocados en el techo fueron intercambiados por una mezcla de rap y reggaetón contemporáneo.
Hacía hambre y, finalmente, le pregunté a Orlando sobre un tema que me parecía un poco delicado, pero era necesario (y, en parte, sospechado por mi parte).
“Tengo dismorfia corporal, y muy cabrón, diagnosticada por un psiquiatra. Siempre me siento comparado, dentro del propio gimnasio y en las redes”.
“Te preguntas por qué una persona se ve muy bien con un proceso mínimo, y tú, que llevas años, mediocre. Pega gacho”.
¿Mediocre?
El primer pensamiento que me vino a la mente fue: “Maldita sea, sentí eso”. Porque no importa todo el progreso que haya hecho en el gimnasio hasta ahora, nunca voy a estar satisfecho. Así comienza el ciclo perpetuo, vicioso, de la insuficiencia. Pero luego volví al plano de la realidad; ¿cómo es posible que se sienta mediocre un compadre de su tamaño?
Desafortunadamente, por más natural que Orlando quisiera trabajar, siempre le llamó la atención un físico mejorado, como uno que usa esteroides; y esa es parte de la razón de por qué no acabó compitiendo en el fisiculturismo durante su ciclo.
“No me subí a ese escenario por una falta de confianza. Yo me veía en el espejo y la dismorfia me pegaba muy culero; yo pensaba que no traía el nivel para subirme. Habiendo asistido al evento, tenías buenas chances de ganar, pero la inseguridad y la dismorfia hicieron lo suyo”.
Otro estudio, realizado en septiembre de 2018 y publicado en el American Journal of Men’s Health, analizó la relación entre la percepción de la imagen corporal y los trastornos dismórficos musculares en culturistas masculinos, encontrando que la psicopatología de estos trastornos está directamente relacionada con la insatisfacción corporal.
¿Será que para sobresalir como fisicoculturista, la dismorfia corporal es necesaria?
Terminó sus últimas series de curls de bíceps y pasó a la caminadora para finalizar su rutina con un poco de cardio. Ya era mediodía y en una hora comenzarían a llegar sus primeros clientes del día.
Se quedará en el gimnasio hasta las 10 de la noche y atenderá a decenas de clientes, ayudándoles con todo, desde seguir las rutinas que Orlando les ha proporcionado hasta corregir sus técnicas de levantamiento y otorgar consejos a quien se le acerque (cliente o no), entre muchas otras cosas.
Todo, con una energía y pasión por lo que hace que es imposible no admirar, y mientras ingiere sigilosamente sus comidas cuidadosamente porcionadas, llenas de una gran cantidad de carbohidratos, verduras y proteínas magras.
Zumbándose una botella de agua entera después de media hora de cardio, Orlando ha llegado al final de su rutina. Ya va a ser la una de la tarde y tengo que correr a mi siguiente clase. Me despido, y al salir del gimnasio me doy cuenta que ya hacía un poco más de calor; el sol, en su esplendor máximo.
Y para variar, el DiDi de vuelta a la UDEM permanece exageradamente caro.
Malditas tarifas dinámicas.
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