El arte de tropicalizar: adaptación e inclusión
Vivimos buscando significados, pero a menudo solo los hallamos cuando el entorno que conocemos los valida. Tendemos a suponer que algo solo funciona de una manera y en un lugar, como si el contexto de ese significado fuera irrelevante. Creer que una cosa o fenómeno puede significar lo mismo en cualquier contexto es un indicador de ignorancia respecto a la diversidad de realidades en las que vivimos, como si fuese la única verdad posible.
Lo cierto es que cada sociedad, cada grupo, cada individuo cuenta con ideas propias, y lo que puede ser efectivo en una mente, no necesariamente lo será en otra. Por lo tanto, cuando una idea aparece en otro contexto, no basta con trasladarla; es preciso hacer ajustes para que resuene en el entorno local. A eso se le llama tropicalización.
Un buen ejemplo de lo anterior es lo que sucedió con la cumbia en Monterrey. Originaria de Colombia, llegó a la ciudad en los años 70 y, lejos de ser simplemente reproducida tal como se tocaba en el país sudamericano, fue tropicalizada; es decir, se mezcló con el sonido local hasta convertirse en algo orgullosamente regio, hoy, la cumbia de Monterrey es un símbolo de identidad que los regiomontanos sentimos como propio, aunque el origen esté a miles de kilómetros.
Pero tropicalizar no es solo relevante en la cumbia, también lo es en el ámbito educativo, social y político. Cuando no adaptamos las ideas o conceptos a la realidad de las personas, corremos el riesgo de imponer algo que no tiene sentido en el contexto en el que se intenta aplicar. Ya lo decía Paulo Freire en Pedagogía del oprimido: “la palabra repetida es monólogo de las conciencias que perdieron su identidad, es verdad: ni la cultura iletrada es la negación del hombre, ni la cultura letrada llegó a ser su plenitud. El monólogo, en cuanto aislamiento, es la negación del hombre, es el cierre de la conciencia, mientras que la conciencia es apertura”. Tropicalizar, entonces, no es solo ajustar algo para que funcione en un nuevo lugar, es incluir para dar voz a aquellos que, de otro modo, quedarían fuera de la narrativa dominante.
Físicamente tenemos dos orejas, y una boca, es más importante lo que escuchamos que lo que decimos, he ahí el poder de las ideas que transmitimos, pues todo, al final, es cuestión de percepción, y la percepción es realidad para quien la vive.
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