
Carlos Illades: “La transición no acabó con el régimen”
Por: Miguel Ángel Lapuente
En un contexto político marcado por tensiones ideológicas y cambios de rumbo, la figura de Andrés Manuel López Obrador y el movimiento que encabeza —el obradorismo— se han vuelto temas centrales para entender el presente y vislumbrar el futuro de la izquierda en México. Carlos Illades, historiador y académico reconocido por sus aportes al estudio de las corrientes progresistas del país, presenta La revolución imaginaria: el obradorismo y el futuro de la izquierda en México (2024), un libro que propone analizar este fenómeno político desde una mirada crítica, documentada y provocadora.
Como parte de un proyecto de los Medios académicos UDEM, presentamos la primera entrevista de Doble Espacio, una serie de conversaciones sobre libros e ideas. ¿Cuáles son las causas estructurales del resultado electoral en 2018?, ¿qué caracterizó al gobierno de López Obrador?, ¿cuál es el futuro de su movimiento?, ¿qué le puede deparar a la presidenta Claudia Sheinbaum? A través de un análisis que desafía y rompe con el consenso dominante en los medios, el historiador invita a repensar las categorías con las que analizamos la política actual en México.
¿Cómo entender el obradorismo?
Es un movimiento conformado por distintas corrientes ideológicas, pero unificado por la figura de Andrés Manuel López Obrador. De hecho, es un movimiento creado alrededor de la figura de López Obrador.
Desde el inicio del libro planteas la necesidad de entender cómo llegamos al 2018 y tengo la impresión de que seis años después, a pesar de las diferentes coyunturas, sigue siendo necesario discutir las causas que nos llevaron al resultado electoral del 2018.
Suele decirse, sobre todo en los medios más identificados con la derecha o los intelectuales más cargados hacia la derecha, que el 2018 había sido un accidente y, por tanto, que se podía remediar en el 2024. Sin embargo, lo que estamos presenciando es, quizá, una nueva época, para bien o para mal, en la cual están cambiando drásticamente las reglas del juego. Es muy importante subrayar que no fue un accidente, que hubo un error en la evaluación de la oposición, pero también de los intelectuales.
¿Qué evaluación se hace del gobierno de López Obrador desde una perspectiva crítica de izquierda como la que propones?
A mí me parece que tiene elementos positivos: el aumento a los salarios mínimos, elevar a derecho constitucional algunos de los programas sociales y la regulación del outsourcing. Pero, por otro lado, y eso creo que también es indudable, al menos el liderazgo de López Obrador tiene un perfil autoritario, que no se identifica necesariamente con la idea de una dictadura, pero ha generado que estemos en el límite de la democracia, entendida en el sentido Rousseauniano, de que el soberano es el pueblo y entonces constantemente se presentan conflictos con los sectores minoritarios. A final de cuentas, López Obrador es una figura carismática y autoritaria, pero con un enorme respaldo popular.
Quizá este tema también nos dé línea para abordar otro tema del libro, la contraposición existente en las definiciones o descripciones de lo que supone el gobierno de Morena: el proceso de debilitamiento del Estado frente a la percepción de retorno a un régimen similar al de la posrevolución, donde el Estado tenía un poder casi absoluto. ¿Cómo entender estas dos visiones?
En realidad, la transición no acabó con el régimen establecido por el PRI. Una de sus limitaciones fue justamente que no estableció un nuevo régimen político, sino que solamente actualizó el mecanismo electoral. Por otro lado, el decir que Morena y López Obrador son como el PRI es una simplificación absurda. El ejercicio de gobierno de López Obrador es distinto, lo cual no quiere decir que lo vuelva mejor. Es un gobierno sin mediaciones institucionales, es la relación directa del líder con las clases populares, mientras que el PRI era un partido que institucionalizaba más las cosas. Estamos ante un fenómeno distinto y todavía no tenemos las categorías suficientes para acabarlo de analizar.
La seguridad se ha identificado como una de las deudas que dejará este sexenio: ¿qué balance se puede hacer contemplando el contexto previo al 2018?, ¿cambió algo?
No hay que olvidar que quien nos metió en esta dinámica fue el gobierno de Felipe Calderón, con una guerra irregular, una guerra interna contra el crimen organizado sin tener un diagnóstico correcto. López Obrador lo que le ha hecho es el segundo piso a esa guerra al fortalecer, en parte por la inacción del Estado, a los dos bandos teóricamente enfrentados: al narcotráfico y al ejército. A pesar de ser distintas, son estrategias equivocadas. Al atacar a los cárteles, Calderón los atomizó, mientras que López Obrador ha usado a las fuerzas armadas como si fueran los cascos azules y eso tampoco ha dado resultado.
En el libro también haces un repaso por lo que se conoce como “comentocracia”, el rol de una élite intelectual en la conformación del debate público y la parte del oficialismo. En relación con la etapa a la que ya hicimos referencia –la transición–, ¿se rompió el consenso alineado con la democracia liberal?
Definitivamente se rompió el consenso. Se rompió el consenso porque las élites económicas, políticas e intelectuales entraron en crisis. Los intelectuales habían hegemonizado la postura liberal desde los 90, con una presencia mínima de la izquierda en los medios. Y ahora estos están muy desesperados por cambiar los equilibrios en sus programas. Sin embargo, los medios no han cambiado. Se ha roto el consenso, pero los medios no han cambiado.
También para lanzar algún tipo de propuesta más allá de estos diagnósticos críticos que planteas: eres un historiador, eres un académico, eres un autor y, por lo tanto, trabajas con el lenguaje. Dentro de este contexto en donde el debate público se define por hipérboles, por una polaridad que no está dispuesta a ver matices, ¿qué tan necesario es repensar el uso que estamos haciendo del lenguaje para describir la realidad social y política del país?
El uso del lenguaje es realmente lamentable, ya no sólo en las redes, sino incluso en los medios tradicionales. El uso del lenguaje también contribuye a la polarización y, si bien es cierto que la ha explotado políticamente López Obrador, también es cierto que el lenguaje de la polarización ya estaba instalado desde antes y, en ese lenguaje de la polarización, pues fue bastante víctima la gente que procedía del PRD y después de Morena. El 2006 es una referencia importante. Entonces ese agravio ahora ha tomado un tono más de venganza desde el poder.
Desde tu perspectiva como historiador, podemos afirmar que en el sexenio de López Obrador realmente inició una cuarta transformación de la vida pública del país –como se ha planteado– o no podemos asumirla como tal?
El problema es la comparación. Según López Obrador esta es una cuarta transformación contemplando las otras tres: Independencia, Reforma y Revolución. En esos términos, estamos lejos de una cuarta transformación; pero si lo ves en términos de un posible cambio de régimen político, entonces esa posibilidad sí existe. Sería una transformación, no igual a las que se hace referencia, pero sí de cambio de régimen.
En línea con la posibilidad de un cambio de régimen, Claudia Sheinbaum fue la candidata con más votos de la historia y Morena alcanzó, prácticamente, una mayoría calificada. ¿Qué implicaciones ves en este escenario que dejó el último proceso electoral?
Sin duda es inédito e inédito también para las izquierdas latinoamericanas contemporáneas. Ninguno de los presidentes que llegaron en la segunda ola de los llamados progresismos pudo hacerse del poder constituyente. No ocurre en Brasil y es parte del fracaso de Gabriel Boric en Chile. Claudia Sheinbaum, en términos proporcionales, llega más fuerte que López Obrador y tiene el poder de cambiar la Constitución y de constituir un nuevo régimen. Insisto, es un escenario inédito.
¿Cuál es el margen de una izquierda más progresista para impulsar su propia causa y para quizá también ganar terreno en el ámbito público?
Sobre este tema mi diagnóstico es pesimista, porque justo la fuerza del movimiento de López Obrador y la polarización han diluido a las otras izquierdas, que son simbólicas o están enteramente fuera del sistema. He estudiado en otros trabajos a los nuevos anarquismos, al neozapatismo y veo que su papel ahora es marginal. Quizá sólo puedan hacer presión desde las calles para mover algo de las posturas del grupo que ahora gobierna.
¿Cómo ves el futuro de Morena y el Obradorismo sin la figura de López Obrador en el ámbito público?
Terminé la redacción del libro hace prácticamente un año, pero publiqué recientemente en El Universal un ensayo que se llama El Obradorato. Mi idea es que vamos a pasar del obradorismo al obradorato. En el sentido que el peso que tendrá la figura de López Obrador en la siguiente administración es altísimo por varios lados, sobre todo por Morena, donde se quedó su hijo.
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