¿Qué significa debatir en un contexto electoral?


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Por: Samuel Sierra

La política mexicana está cambiando. Las alianzas partidistas han dado pie a un nuevo panorama. En las próximas elecciones, Xóchitl Gálvez (en nombre del Frente Amplio por México, o FAM, compuesto por el PAN, el PRI y el PRD) y Claudia Sheinbaum (en nombre de Juntos Hacemos Historia, alianza conformada por Morena, PT y Partido Verde) se perfilan para disputar la presidencia. 

Esto es inédito por varios motivos. Primero, porque el país podría tener, por primera vez, a una mujer como presidenta. Segundo, porque las alianzas, aunque no parecen ser ideológicamente cohesivas, dan pie a una pugna bifocal.

Morena lidera las encuestas actuales, pero quedan aún varios meses para que Xóchitl Gálvez y el FAM aumenten sus probabilidades. Según Demoscopia Digital (2023), ambas alianzas han visto un aumento estable en su popularidad a lo largo de este año. En este mismo periodo de tiempo, las demás alternativas han mantenido un perfil bajo en las encuestas. Notablemente, el grupo votos indecisos ha disminuido del 17% de los encuestados en noviembre del 2022 a un 6% en agosto de 2023. Estos datos indican que, con el paso de los meses, los electores apoyan el escenario de una elección polarizada. 

La polarización, en el marco deliberativo, puede llevar a insultos y a descalificaciones arbitrarias. Según la Salem Press Encyclopedia, la falacia ad hominem consiste en atacar a la persona que profiere argumentos en lugar de refutar los argumentos en sí. Es decir, criticar a la persona en lugar de sus propuestas. Algunos políticos prominentes recaen en este tipo de maldiciones (en el sentido de mal-decir). Sin embargo, los ataques personales también ocurren de forma cotidiana. En las redes sociales, por ejemplo, los debates suelen perder de vista la materia debatida y desembocan en imprecaciones personales.

En estos casos, las discusiones ya no se tratan del intercambio de ideas, sino de ver quién es el último en pie; el último en reír; el último en comentar. Esto es contraproducente porque es desctructivo. En este tipo de debate ya no hay una construcción colaborativa de conocimiento sino una destrucción competitiva de la imagen ajena. 

Entonces, ¿qué es y qué no es discutir? Discutir no es sinónimo de insultar. El motivo principal de un debate no debería ser la humillación del contrincante. Más bien, el debate electoral debería ser ocasión para presentar proyectos políticos. Cuando la presentación está supeditada a la humillación, el debate deja de ser debate: se limita a ser un acto performativo.

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