¿Qué significa tener una mujer presidenta para México?
Nunca había visto a mi mamá tan entusiasmada por ir a votar. Se levantó de madrugada, convencida de que era primordial ser de las primeras en formarse en una casilla electoral situada cerca de su casa, en una escuela privada.
Debo admitir que en los 18 años en los que he participado en campañas políticas había visto tal frenesí de su parte, ni siquiera cuando mi nombre apareció en una boleta en 2021. La mañana del domingo, en ese preciso momento, todo me hizo sentido, el mismo que a millones de mujeres que se vieron reflejadas por primera vez en una figura femenina que da esperanza. No importa para quién fue el voto, cuál era su partido o ideología, en nuestros adentros como mujeres celebramos romper ese techo de cristal.
Salimos a votar millones de mujeres a notificar a los cuatro vientos, en todas las ciudades de México, a todos los machistas que aún tenemos en este país, que la historia de México ha cambiado, que por primera vez llega al poder una presidenta. Su elección constituye un símbolo para la nación y un hito que culmina un proceso lento pero acelerado en los últimos años, en los que las mujeres fueron ganando poder político.
Si hablamos de igualdad y paridad de género, actualmente se cuenta con un fuerte conjunto de leyes y normas. Durante casi un siglo, solo unas pocas decenas de mujeres tuvieron oportunidad de ser electas al Congreso, de gobernar un Estado o de ocupar un asiento en la Suprema Corte.
Este acontecimiento se comenzó a cocinar en 2019 para que el día de hoy sea una mujer la presidenta de México con una ley que desde entonces exige “paridad en todo”, que las mujeres ocupen 50% de las candidaturas y puestos en los tres niveles de gobierno. Hoy, la igualdad de género es visible en la conformación de los congresos, donde las mujeres ocupan por lo menos la mitad de los escaños.
No obstante, es nuestro deber ser críticos y saber que lo anterior no garantiza que las mujeres electas tengan una perspectiva feminista o de defensa de la agenda de la mujer, ni hay garantías plenas de que ejerzan sus cargos libres de violencia machista o patriarcal.
Como dice la cantautora y activista Vivir Quintana, “Aunque vaya a llegar una mujer a presidir este gran puesto, no significa que vaya a haber un Gobierno feminista”. Pero tal vez contribuya a que volteen a vernos a todas las mujeres.
Y sí, este 2 de junio se entonan las victorias en los zócalos y plazas, pero la verdad es que la mirada está puesta en esa futura compañera presidenta. Cuánta tarea por hacer… Mucho se debe a nuestra historia, la deuda con la justicia, las madres buscadoras, los índices altísimos de feminicidios, las fosas clandestinas, la desigualdad salarial, entre otras.
Hoy, a unas horas de haber concluido este ejercicio cívico, nos preguntamos qué significa para México tener una mujer presidenta.
Significa celebrar la igualdad. Tiene razón la frase que se usó en campaña: si llega una, llegamos todas. Así es, llegaron las revolucionarias, las maestras, las primeras diputadas. Llegaron nuestras abuelas que votaron por primera vez. Es verdad, hemos llegado todas.
Para concluir, pensemos en esa increíble imagen que se verá en las redes, periódicos; esa foto que verán niñas y niños, y los jóvenes de este país. En su imaginario social conformarán un nuevo significado político de igualdad.
Y, retomando el principio de esta reflexión lo acontecido la mañana del domingo, ver a mi mamá que estaba tan ilusionada para salir a votar, lo que en realidad me dijo con toda esa alegría (acaso sin percatarse de que lo hacía) es que los tiempos, nuestros tiempos, han cambiado para siempre.
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