Pasión
Pasión. Es la palabra que encuentro más adecuada para describir a Alma Leticia en mi experiencia como alumno, becario, empleado, colega y amigo suyo.
Sin esta característica, sus clases no serían lo amenas que recuerdo que fueron, sus colaboradores no fueran lo dedicados que hayan sido, sus colegas dentro y fuera de la universidad la habrían olvidado, y la Agencia Informativa UDEM no sería ni por asomo lo que ha llegado a ser.
A Alma le tocó la difícil tarea de consolidar un proyecto ajeno que apenas iniciaba y que deja consolidado, aunque impregnado de su espíritu y entusiasmo. De pasar de estar en un salón, pasando por un limitado espacio en Biblioteca, hasta el renovado sitio donde se encuentra hoy día.
A partir de una iniciativa unipersonal, Alma Leticia consolidó toda una sala de redacción colaborativa adaptada a lo multimedia en toda su expresión.
Más allá de cables y equipos, que con tenacidad buscó, así fuera mediante la gestión de recursos propios, su legado más importante está en las vidas que tocó, como la mía: desde quienes desarrollamos nuestra vocación periodística hasta quienes la abrazaron por completo después de renegar de ella.
Siendo parte de una generación de periodistas que en la mayoría permaneció en el sector, se mudó a la función pública o saltó a la política, Alma Leticia encontró su propio camino en la academia y, en eso, guió a muchas otras personas a encontrar el suyo.
Siempre admiré su capacidad de seguir aprendiendo, sobre todo en ponerse al día en tendencias tecnológicas, aún más que sus propios estudiantes o quienes fuésemos más jóvenes que ella. Y también su vasta memoria, que llega a recordar cualquier detalle.
El hueco que dejará cuando se retire será enorme, pero estoy seguro de que su pasión encontrará nuevas vías de salida que seguirán impactando positivamente a quienes le rodean.