De peores a ‘piores’: la clasificación gubernamental

No hace mucho se le dio la oportunidad a un nuevo partido tomar las riendas de nuestro país, para regresar 12 años después a 70 años de un ejercicio de gobierno desconocido para nosotros las nuevas generaciones. La reciente captura del ex gobernador de Veracruz Javier Duarte, ayuda a tachar su nombre de la larga lista de gobernadores perseguidos o investigados por la Procuraduría General de la República.

La selecta lista, formada por nombres como Rodrigo Medina, Tomás Yarrington, Guillermo Padrés y Humberto Moreira; aunque algunos de los imputados, ya se encuentran viviendo procesos legales, la ubicación de algunos de estos personajes aún es un ‘misterio’. Sin embargo, algo que sí es bien sabido es que sexenio de Peña Nieto ha sumado a la producción y cobijo de una de las generaciones de gobernadores más corruptos de la que se tenga registro o al menos memoria para nosotros los “Millenials”.

Las acusaciones, los boletines oficiales, y las constantes investigaciones me llevan a preguntarme: ¿qué fue del gobernador?..

Y no me pregunto dónde están aquellos prófugos de la justicia, sino ¿en dónde quedó el puesto del gobernador estatal?

El título de ‘gobernador’ ha sufrido una pérdida de respeto por parte de la ciudadanía en general, al grado tal que su elección es reducida al voto a favor del “menos pior.” Desde el cambio de presidencia en el 2000 del PRI al PAN, el funcionamiento de la relación GOBERNADOR – PRESIDENTE, ha cambiado constantemente, en parte debido a disputas entre los diferentes partidos dando como resultado contubernios, peleas, robos y alianzas corruptas; situación que dejó la vergonzosa lista de más de 11 gobernadores investigados o perseguidos por las autoridades mexicanas (en la mayoría de los casos por el mismo gobierno/partido que los abanderó electoralmente)

Abusando del fuero y de cadenas nepotistas, los últimos gobernadores lograron dejar de lado a sus respectivos Estados y conseguir ilícitamente aquella abundancia que ‘tanto se merecen’. Pero, entonces, ¿a qué se dedican nuestros gobernadores y quiénes están haciendo el trabajo que ellos deberían de hacer?, o lo que es más grave ¿alguien realiza este trabajo?; y aunque no creo tener la respuesta a estas preguntas ni saber qué pasa con nuestros gobernadores, si me atrevo a poner el tema sobre la mesa, preocupado por las próximas elecciones estatales que jugarán una pieza clave para las elecciones presidenciales del 2018.

Pues bien, y recordando a aquellos Estados que eligen gobernador este año, esperamos que estos puedan distinguir entre sus candidatos y poder elegir el “menos pior”.

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