Cáncer de páncreas: crónica de una sobreviviente
Por: Gabriel Saiz Llorente
Viernes 2 de junio de 2023. Es un día soleado y el reloj marca alrededor de la 1:00 p.m. El escenario es el elevador del Hospital Zambrano Hellion, mismo que siento como si se hubiera vuelto mi segundo hogar en estos meses y el cual me provoca una sensación muy rara en el estómago cada vez que lo tomo. Alrededor de mí se encuentran algunos familiares, expectantes por lo que pasará más tarde. Entre ellos, y sujetada a mi brazo izquierdo, está mi mamá María Gabriela. Finalmente, el elevador llega a nuestro destino: el piso 14 del hospital, correspondiente al Centro de Cáncer de Mama, que trata diferentes tipos de cáncer.
Lo primero que veo al abrirse el elevador es a unas cuantas amigas de mi mamá, todas ellas felices, algunas con globos para conmemorar la ocasión. Salgo del elevador y tomo asiento en una sala llena de gente de diferentes edades. Por suerte no pasa mucho tiempo cuando la enfermera llama a mi mamá para llevarla al área de quimioterapias. La razón por la que estoy aquí es porque hoy llegaron a su fin esas quimioterapias.
Después de haberme mensajeado con mis amigos por casi 10 minutos, la enfermera acude al lugar en el que nos encontramos mis familiares y yo, pero esta vez para llevarnos a todos al cubículo en el que ocurrirá el suceso que llevo esperando desde la primera vez que pisé este hospital. No puedo evitar sentir cómo tiemblan mis piernas y se me retuerce el estómago mientras camino, algo que nunca había sentido antes.
Al entrar al cubículo veo a varias enfermeras, a las que reconozco gracias a las múltiples veces que vi cómo le cambiaban el medicamento a mi mamá como si de una familiar suya se tratase. El cubículo tiene una larga serie de fotos, todas conformadas por mujeres que concluyeron con éxito sus quimioterapias.
Lentamente nos aglomeramos todos en el cubículo y, en un clima de alegría y felicidad, mi mamá agita una campana en repetidas ocasiones, en medio de aplausos y visibles lágrimas en la mayoría de los presentes. Uno de mis hermanos mostró, quizá sin darse cuenta, su batalla interna entre el sentimiento y estoicismo. Ganó el segundo.
“No hay mujer más bella que la que lucha por su vida”, estaba inscrito en el diploma que recibió posteriormente.
El diagnóstico
“Todo comenzó a finales de septiembre del año pasado con varias molestias. Primero tuve una infección urinaria, después de eso vino la gastritis, indigestión, mucho reflujo, dolor abdominal superior que se extendía a la espalda y también la sensación de tener algo pesado en el abdomen al comer”, rememora mi madre con un gesto que transmite las dificultades que le provocaron estos síntomas.
Al poco tiempo apareció la ictericia (piel amarillenta) y prurito (comezón por todo el cuerpo) y decidió consultarlo con una doctora, la cual la mandó a realizarse unos estudios de biometría hemática, química sanguínea y ultrasonido de abdomen superior. Cuando llegaron los resultados le recomendó ver a un gastroenterólogo, Francisco Bosques, quien la ingresó a urgencias al Hospital San José, el miércoles 2 de noviembre de 2022.
“Ahí me hicieron más estudios de sangre y me llevaron a un cuarto para quedarme unos días y hacerme más estudios. Al día siguiente me realizaron dos estudios más y en uno de ellos me descubrieron una obstrucción biliar debido a un tumor de 3.5 por 3.4 centímetros en la cabeza del páncreas, el cual obstaculizaba el paso de la bilis provocando la ictericia”.
Recuerdo ese 2 de noviembre. Después de haber ido a la escuela me preparaba para ver la Champions League cuando recibí un mensaje que decía: “Estoy ingresada en el hospital, no te asustes”.
En los días anteriores yo me había percatado que mi mamá estaba incómoda y no tenía mucha energía para pararse o cocinar, una de sus actividades favoritas. Al ver esos síntomas, constantemente me repetía a mí mismo que todo iba a estar bien y que mi mamá es muy fuerte, incluso cuando vi su piel tornarse de un color amarillo que nunca había visto.
“Primero tuve una infección urinaria, después de eso vino la gastritis, indigestión, mucho reflujo, dolor abdominal superior que se extendía a la espalda y también la sensación de tener algo pesado en el abdomen al comer”.
El tiempo pasaba y las cosas seguían igual, con algunos días mejores que otros y con algunas amigas de mi mamá dando “diagnósticos” como si de la lotería se tratase. Recuerdo haber escuchado una teoría sobre por qué mi mamá tenía hepatitis. Lo que hubiera dado para que esa fuese la razón por la que ella estaba así.
Como si nada, las horas pasaron y en un abrir y cerrar de ojos me encontraba en el Hospital San José con una mochila llena de cosas para mi mamá. ¿Mi primer recuerdo del hospital? Ir caminando hacia el elevador y ver a una familia llorando. Fue una noche muy rara, ya que tenía mucho tiempo sin hacer presencia en un hospital. Al regresar a casa para dormir, recuerdo muy bien que mi tía me dijo: “Todo va a estar bien”, a lo que respondí: “Ya sé”, con un poco de inseguridad.
Al día siguiente fui a clase con normalidad, aunque sabía que no todo estaba bien. Por la tarde regresé al hospital, donde me encontré con que mi mamá tenía mucho malestar por todos los estudios que le habían realizado.
“Lo primero que pensé cuando me dieron la noticia del tumor es que era algo que ya sospechaba, que ya sabía. Presentía que era algo malo por todos los síntomas que tenía”, dice mi madre.
Al otro día aproveché que no tenía clase para llegar más temprano a ver a mi mamá. Pasaron las horas y el doctor Bosques entró a la habitación, se sentó en el sillón y con una cara seria nos dijo que habían encontrado una “bolita” que estaba obstruyendo las vías biliares y que mi mamá iba a tener que someterse a un tratamiento para que después le pudieran remover el tumor.
Un cáncer agresivo
El cáncer de páncreas es una enfermedad por la que se forman células malignas (cancerosas) en los tejidos del páncreas. Los signos y síntomas más comunes son la ictericia, el dolor y la pérdida de peso.
Según la Clínica Universidad de Navarra, el cáncer de páncreas es uno de los tumores más agresivos del tracto digestivo. La posición del páncreas, que se encuentra detrás del estómago y del colon, y en íntimo contacto con estructuras como el duodeno, vías biliares o la aorta, hace que el tumor invada otros órganos y se extienda con rapidez.
Entre los factores de riesgo del cáncer de páncreas se encuentra la edad, ya que el riesgo aumenta de manera pronunciada después de los 50 años de edad. En el momento del diagnóstico, la mayoría de los pacientes tienen entre 60 y 80 años.
Según Isabel Centeno, psicooncóloga del Centro de Cáncer del Hospital Zambrano Hellion, el cáncer de páncreas es uno de los que tienen o han tenido hasta hace muy poco un pronóstico general muy malo. “Es uno de los tipos de cáncer que no son tan fáciles de tratar y que tienes que encontrarlo en una etapa muy inicial para que tengas un pronóstico bueno, entonces es de los que más asusta”.
“Se conoce poco de este tipo de cáncer y la persona tiene más miedo en comparación a otros como el cáncer de mama o de próstata. El de páncreas es considerado uno de los más graves y lo es. Tiene dificultades en su tratamiento, hace falta mucha investigación y todavía es de los que no tiene tan buen pronóstico, excepto si se encuentra a tiempo”, explica Centeno.
“Es uno de los tipos de cáncer que no son tan fáciles de tratar y que tienes que encontrarlo en una etapa muy inicial para que tengas un pronóstico bueno”.
Actualmente, el cáncer de páncreas representa la cuarta causa de muerte por cáncer en Estados Unidos y la quinta en México. Se prevé que para 2030 incremente su incidencia en un 50%, provocando más muertes que el cáncer de próstata, colon o mama.
Según la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), el cáncer de páncreas representa menos del 3% de los nuevos diagnósticos de cáncer cada año, pero es agresivo y mortal. La tasa de supervivencia a los cinco años no es más que del 5%. Si no se le trata rápidamente, puede representar un alto riesgo.
En 2020, a nivel mundial, se diagnosticaron unos 495 mil 773 casos de cáncer de páncreas y ese año se registraron 466 mil 003 muertes por este tipo de cáncer, de las cuales, 4 mil 912 se produjeron en México, según estadísticas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
El total de muertes anuales por cáncer de páncreas en el país representa alrededor del 5% de las defunciones oncológicas, que promedian entre las 85 mil y 90 mil por año, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
El tratamiento
“El día 4 de noviembre el gastroenterólogo me llevó los resultados de patología y me dijo que el tumor era maligno, por lo que primero empezaría con cuatro quimioterapias, después me realizarían la cirugía (whipple) y terminaría con ocho quimioterapias más. Un rato después fue un oncólogo para explicarme todo sobre las quimioterapias (medicamentos, duración, secuelas, molestias, entre otras cosas.). El mismo día entré a quirófano para que me pusieran el Portacath (catéter), que es un dispositivo para el acceso de la quimioterapia”.
“Lo primero que sentí cuando el doctor mencionó las quimioterapias fue tristeza y miedo. También del Portacath, porque tenía duda de lo que era, no sabía si me iba a doler o causar alguna molestia”.
Según información de la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO, por sus siglas en inglés), la quimioterapia consiste en el uso de fármacos para destruir las células cancerosas. Este tipo de tratamiento contra el cáncer actúa evitando que las células cancerosas crezcan, se dividan y formen más células dañadas.
“Al llegar a casa me sentía con mucha náusea, agotada, con problemas estomacales, sin apetito y con el olfato muy agudo. También tenía un poco de dolor en la espalda, sentía llagas en el paladar y se me dificultaba mucho tomar agua”.
Entre los efectos secundarios más comunes que producen las quimioterapias podemos encontrar: cansancio, caída de cabello, infecciones, anemia, náuseas, vómitos y cambios en el apetito o en la piel, entre muchos otros.
“Mi primera quimioterapia fue el 17 de noviembre del 2022. Llegué al hospital, subí al piso 14 y me recibió la jefa de enfermeras junto con una enfermera auxiliar. Me pusieron sobre el catéter un parche de sedación y una hora después me suministraron un medicamento para evitar la náusea. Ese día estuve conectada cuatro horas y me suministraron cuatro medicamentos”.
“Al llegar a casa me sentía con mucha náusea, agotada, con problemas estomacales, sin apetito y con el olfato muy agudo. También tenía un poco de dolor en la espalda, sentía llagas en el paladar y se me dificultaba mucho tomar agua. Esos síntomas me duraron por lo menos seis días y solo salía de casa para ir al hospital a que me quitaran el medicamento”.
Revivir esos momentos me hace recordar cómo todo se convirtió casi en una rutina. Mi mente ya sabía que los miércoles de cada dos semanas llegaría a ver a mi mamá acostada y sin muchos ánimos y que cada viernes tenía que acompañarla al piso 14 del Hospital Zambrano a que le quitaran el medicamento.
De las 12 sesiones que tuvo mi mamá solo pude acompañarla en una, la segunda. El 30 de noviembre de 2022 llegué al hospital y rápidamente me dirigí a los cubículos de quimioterapia, un cuarto compuesto por un largo pasillo.
El silencio de la sala era tan grande que es casi lo que más recuerdo de ese día, si no fuera porque me tocó presenciar cómo Arabia Saudita eliminó a México del Mundial de Qatar. No fue mi mejor día.
Una enfermedad costosa
Es difícil saber con exactitud las implicaciones económicas de un tratamiento de cáncer en México, ya que hay que tener en consideración factores como el tipo de cáncer, la etapa en la que es descubierto y el tratamiento requerido, entre otros aspectos.
Según la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef), a septiembre de 2023 solo 9 de cada 100 mexicanos contaban con un seguro de gastos médicos contratado, correspondiente al 9% de la población del país.
El Inegi menciona que el 77% de la población cuenta con la protección de alguna institución de Seguridad Social, y el 23% restante recurre a sus ingresos para cubrir cualquier imprevisto de salud.
De acuerdo con cifras de BBVA y de la filial en México de la aseguradora British United Provident Association (Bupa), en promedio más de 33 millones de mexicanos no tienen acceso a seguridad social y cada uno gasta aproximadamente 462 mil pesos en atención médica privada cada año.
Aparte de ser uno de los tipos de cáncer más peligrosos, el cáncer de páncreas puede resultar en consecuencias como pérdida de ingresos e impacto económico a largo plazo.
Según la red de seguros mexicana GNP, que ofrece seguros de gastos médicos mayores, el costo total de un tratamiento para cáncer de páncreas en México es de 2 millones 672 mil pesos, esto si juntamos las quimioterapias, las medicinas, los estudios, la cirugía requerida (Whipple) y las consultas con diferentes especialistas como oncólogos, cirujanos y gastroenterólogos.
Sabemos que cada tipo de cáncer requiere un procedimiento quirúrgico diferente, que en el caso del cáncer de páncreas se trata de la pancreaticoduodenectomía, mejor conocida como Whipple, pero también por ser una operación cuyo precio ronda el millón de pesos.
La cifra nombrada anteriormente obtiene más peso si la comparamos con el sueldo base en México que, según la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos, para 2024 es de 375 pesos diarios para la zona libre de la Frontera Norte y de 249 pesos diarios para el resto del país, lo que supone un sueldo mensual en la parte fronteriza de 11 mil 403 pesos y de 7 mil 508 pesos en la mayor parte del territorio mexicano.
Aparte de ser uno de los tipos de cáncer más peligrosos, el cáncer de páncreas puede resultar en consecuencias como pérdida de ingresos e impacto económico a largo plazo.
Un monstruo debajo de la cama
El haber pasado por una enfermedad como el cáncer puede afectar mucho a una persona. Puede convertirse casi en un parteaguas entre antes y después del cáncer, dice la psicooncóloga Isabel Centeno.
“Hay algo que yo llamo un cambio en la biografía porque todos tus planes se vienen abajo, al menos temporalmente, y todo esto causa mucha incertidumbre que genera, entre otras cosas, miedo, ansiedad, tristeza, enojo y mucha frustración”, afirma la especialista.
“Uno de los principales retos que tiene una persona con cáncer es el miedo a que la enfermedad regrese o avance. Puede haber terminado el tratamiento y no haber evidencia de enfermedad, pero puede ser un cáncer que es metastásico y nada más se está controlando o puede ser un cáncer que se erradicó totalmente y está en remisión”, añade Centeno.
A lo mejor, explica, la persona puede manejar bien ese miedo y solo tener insomnio y ansiedad cuando se acerca la fecha de los estudios, pero hay personas a las que les afecta en el día a día y que las puede llevar a una depresión o a que no hagan planes a futuro por miedo a que el cáncer regrese.
“Uno de los principales retos que tiene una persona con cáncer es el miedo a que la enfermedad regrese o avance”.
Hoy, 10 meses después de haber tocado la campana y a casi año y medio de haber sido diagnosticada con cáncer de páncreas en etapa 2, María Gabriela Llorente vive el día a día de manera tranquila y disfrutando su vida, pero siempre tomando precauciones.
“Al día de hoy llevo una vida sana, el cáncer todavía no está en remisión, por lo que me tengo que hacer chequeos cada tres meses e ir a limpieza del catéter cada dos. Mi deseo principal es que el cáncer no regrese”, dice mi madre.
Toma el medicamento que la acompañará de por vida, disfruta al lado de sus amigas y hermanas y porta en el brazo izquierdo un tatuaje que representa a sus tres hijos. Pero, sobre todo, lleva en el abdomen una marca que representa su lucha contra uno de los cánceres más agresivos que existen.
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