Los micromachismos y su impacto cultural

«Jorge arregla el lavabo, tira agua, para que tu hermana lave los platos y tienda las camas”.

Esta es una de las prácticas más arraigadas en la sociedad mexicana y aunque a veces es inconsciente, es un hecho que continuamente hace que se caiga en los denominados micromachismos.

Estas conductas normalizadas son la asignación de roles de género, pueden ser más sutiles, pero sigue siendo una manifestación de opresión contra las mujeres.

«Aquí tiene su piña colada señorita y para el caballero la cerveza», dice el mesero quien asume el consumo de bebidas de acuerdo con un estereotipo machista.

ES VIOLENCIA INVISIBLE

Irene Zacarías Sánchez, coordinadora de vinculación del Instituto Municipal de las Mujeres Regias, explicó que los micromachismos son comportamientos que forman la base de la violencia de género hacia las mujeres y las niñas, donde este tipo de 

violencia es blanda, imperceptible en algunas ocasiones, sin embargo afecta las relaciones de poderes entre mujeres y hombres. 

“Son prácticas normalizadas en el cual hay una dominación de todo lo masculino, este tipo de actos colocan a la mujer en desventaja en una posición de ser inferior respecto a los hombres en todos los ámbitos como la familia, trabajo, en las cuestiones económicas y en lo social”, indicó la coordinadora.

De igual forma Zacarías Sánchez estableció que a veces por el hecho de saber cocinar se le hace a una mujer el comentario de que ya puede casarse cuando una habilidad no necesariamente corresponde a lo último; incluso se denomina a una esposa afortunada si su cónyuge apoya en las labores del hogar, cuando ambas personas que viven juntas deberían verlo como una cuestión igualitaria.

Aunque son sólo algunos ejemplos, ese tipo de prácticas normalizadas a través de la frecuencia se encargan de fortalecer los micromachismos que están ligados a los roles y estereotipos de género, pero ¿son micro?

Claudia de la Garza, co autora del libro No son micro. Machismos Cotidianos define estas conductas como parte de una problemática a mayor escala.

“Cuando hablamos de machismos cotidianos hablamos una serie de prácticas, gestos y situaciones que vivimos todos los días, que más que hacerlos de manera voluntaria son conductas que han sido aceptadas como normales, y son violentas siendo ejercidas por mujeres y por hombres”, explicó. 

Los machismos cotidianos si bien son replicados por ambos, no son equitativos ya que son mayores las acciones tomadas en contra de las mujeres, por ello De la Garza manifestó que es importante que la sociedad empiece a tomar conciencia sobre la situación y sea un tema que genere diálogo para llegar a una autoreflexión.

“Es importante que empecemos a hablar y a deshacer esos mitos que dicen que esto culturalmente no se puede cambiar sino que al contrario, esta idea de que los hombres son violentos y fuertes por naturaleza, pues al final difícilmente encaja con un ser humano”, expresó. 

¿ES CULTURAL?

Dolores Arteaga, psicóloga del Instituto Necali, argumenta que en ocasiones estos comportamientos son un tipo de violencia que no es fácilmente identificable, ya que no es tan marcada. 

“Para mí es un tipo de machismo o de violencia suave, más sutil, pero sigue siendo de alguna manera una manifestación de presión a la mujer con baja intensidad”, señaló. 

Por otro lado, Claudia de la Garza plantea que las conductas machistas forman parte de cómo se vive en una cultura y se arraiga en las personas desde una edad muy temprana, de generación en generación. 

“Forman parte de la estructura en la que nosotros crecemos y nos envolvemos socialmente, surgen ya que el fondo es un planteamiento patriarcal, se genera esta idea en la que se cree que hay una superioridad de los hombres hacia las mujeres entonces todas estas conductas lo que hacen es reforzar esta idea”, manifestó.

PRESIÓN EN MÚLTIPLES FORMAS

Existen distintos tipos de micromachismos: el encubierto es la manipulación del hombre hacia la mujer para que haga lo que quiere y no lo que ella quiera, este tipo de incluye los comportamientos de abuso de confianza, la intimidación o la privación hacia la intimidad de la mujer, así también como engaños, establece Zacarías Sánchez. 

“Un ejemplo concreto es cuando el padre de familia llega a la casa después de un largo día de trabajo, agarra el control remoto de la televisión y es el que decide qué es lo que se ve aunque la esposa o los niños estaban viendo la televisión”, afirma.  

Está también el micromachismo que llamado crisis, cuando los hombres se sienten amenazados por las mujeres por tomar algunos espacios que consideran van dirigidos solamente para ellos y que tratan de mantener esta desigualdad entre mujeres y hombres a través de este tipo de comportamientos.

Esto se podría manifestar en el ámbito de deportes o periodismo deportivo cuando a algunos hombres no les gusta que las mujeres hablen sobre el tema debido a que  piensan que solo deberían de estar ahí por apariencia y no para aportar su punto de vista, dijo la coordinadora de vinculación.

También existe el micromachismo correlativo, que surge cuando el hombre presiona a la mujer para imponerse, ya sea psicológica, moral o económicamente y se manifesta con actos sutiles, tal es el caso cuando el hombre llega y se sienta en la mesa a esperar que le sirvan la comida.

Asimismo, la historiadora del Arte compartió otros ejemplos de machismos cotidianos que normalmente pasan desapercibidos en la sociedad, como cuando las mujeres entran gratis al antro, son vistas como objetos y son consideradas parte de lo que se va a consumir, no esperan que ellas consuman sino el hombre.

“Otro ejemplo claro es el pensar que las mujeres sólo son buenas para el cuidado, ya que como desbordan amor son buenas para darlo también y si quieren salir de casa e ir a trabajar son vistas como malas madres porque les falta amor”, explicó De la Garza.

Por otro lado, es una práctica común dentro del ambiente laboral que una idea propuesta por una mujer no sea mejor que la que dé un hombre o va a terminar siendo desvalorizada a comparación con otras. 

“Las mujeres empiezan a ver que por más que luchan por la igualdad sigue habiendo desigualdades fuertes en la estructura social que no permite a la mujer avanzar como quisieran o como deberían”, expresó la co autora de No son micro. Machismos Cotidianos.

Aunque son sólo algunos ejemplos, ese tipo de prácticas normalizadas a través de la frecuencia se encargan de fortalecer la cultura machista, ya que están ligadas a los roles y estereotipos de género. Son meros patrones de costumbres que se establecieron como cultura dentro de la sociedad.

Sin embargo, la cultura no es estática, se puede transformar y  la concientización radica en hablar y trabajar la equidad de género, tanto para mujeres como hombres, que los roles de género no sean tan rígidos y no dependan de lo que social y/o culturalmente se ha establecido, mucho se ha avanzado pero con la autoreflexión y la construcción diaria de cada persona se consolidará el cambio.

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