
Sudeste asiático: entre la amenaza comercial de EE. UU. y la estrategia de China
Por: Paulina Morales Meléndez y Alonso Zepeda Nevárez
Las economías del sudeste asiático han quedado en la mitad de la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Estos países, que tienen una relación comercial fuerte con las dos potencias y albergan grandes cadenas de suministros para los dos gigantes, han recibido, por un lado, una avalancha de productos chinos que no han podido entrar al mercado estadounidense y, por otro, la amenaza de mayores aranceles si permiten que China, a través de ellos, intente evadir el cerco arancelario.
La situación comercial es especialmente complicada para los países de esta región por su cercanía geográfica y lazos comerciales con China, pero también por el nivel de intercambio de productos que tienen con Estados Unidos, en donde existe un superávit en la balanza a favor de la región asiática, dice Víctor Sánchez Gallegos, especialista en economías asiáticas y profesor de la carrera de Relaciones Internacionales en la Universidad de Monterrey.
«Dos ejemplos de esto son Malasia y Vietnam, vecinos de China, pero con importantes centros de producción que abastecen a Estados Unidos», agrega el experto.
Si bien las economías del sudeste asiático han recibido durante los últimos años grandes cantidades de productos manufacturados en China, desde que se desató la guerra comercial entre Estados Unidos y el gigante asiático en febrero de este año, el flujo de productos chinos hacia esos mercados ha crecido considerablemente, agrega Sánchez Gallegos.
Un reportaje de The New York Times publicado el pasado 17 de junio afirma que la política de los aranceles impuestos a China por el presidente Donald Trump ha hecho que los productos chinos inunden los mercados de los países del sudeste asiático, de Europa y de Latinoamérica.
«Las fábricas chinas están enviando sus juguetes, automóviles y zapatos a otros países a un ritmo que está transformando las economías y la geopolítica. En lo que va de año, el superávit comercial de China con el mundo es de casi 500 mil millones de dólares, un aumento de más del 40 por ciento respecto al mismo periodo del año anterior», menciona el informe del periódico estadounidense.
Para Sánchez Gallegos, con esta estrategia, China no solo busca hacerle frente a los aranceles estadounidenses, sino adoptar un papel de liderazgo global. Para ello, dice, ha fortalecido su cooperación con los países del sudeste asiático, como Vietnam, Laos y Camboya, a los que les ofrece tecnología avanzada como inteligencia artificial a cambio de productos agrícolas como arroz, lo cual genera acuerdos beneficiosos para ambas partes.
Sin embargo, para los países del sudeste asiático esto representa un problema por varias razones: el ingreso de mayores productos chinos a sus mercados amenaza a sus propias industrias nacionales, tratar de frenar ese ingreso podría perjudicar la entrada de materias primas y productos chinos básicos que requieren para sus procesos de manufactura y no contener esa avalancha de productos chinos podría enfrentarlos a mayores aranceles por parte de Estados Unidos y dañar la relación comercial que tienen con éste.
Los diez países del sudeste asiático (Indonesia, Filipinas, Malasia, Singapur, Tailandia, Vietnam, Brunei, Camboya, Laos y Myanmar) son los mismos que integran la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), una organización intergubernamental creada en 1967 para acelerar su desarrollo económico y establecer lazos de cooperación en todos los sectores. Y la ASEAN es el cuarto socio comercial más importante de Estados Unidos. El comercio entre el país norteamericano y el bloque asiático sumó 500 mil millones de dólares en el 2023, con un superávit comercial de 200 mil millones de dólares para los países asiáticos.
Debido a este superávit y en línea con la política comercial del presidente Trump, a comienzos de abril pasado Estados Unidos le impuso tasas arancelarias a los países del sudeste asiático, siendo los más afectados Camboya, al que le aplicó un arancel del 49%, Laos (48%), Vietnam (46%) y Myanmar (45%). Ahora, los países del bloque, especialmente Vietnam, Camboya e Indonesia, se exponen a mayores tasas impositivas por parte de Estados Unidos por la mayor cantidad de productos chinos que han inundado sus mercados y porque algunas empresas han redireccionado sus inversiones a estos países desde China para evadir los aranceles impuestos al gigante asiático.
La guerra comercial entre las dos potencias se desencadenó el 4 de febrero pasado cuando entraron en vigor los aranceles del 10% que Trump impuso sobre todas las importaciones chinas, a lo que el país asiático respondió con aranceles del 15% al carbón y gas natural licuado de Estados Unidos y 10% sobre el petróleo crudo, maquinaria agrícola, automóviles de gran cilindrada y camionetas pickup, a partir del 10 de febrero. En las siguientes semanas la guerra escaló hasta el 9 de abril cuando Trump elevó a 145% el arancel sobre todos los productos chinos, al tiempo que China subió el arancel a 125% sobre todos los productos estadounidenses.
La tensiones se redujeron luego de que negociadores de los dos países llegaran a un acuerdo el pasado 11 de junio en Londres, según el cual, Washington redujo los aranceles del 145% al 30%, al tiempo que Pekín lo hizo del 125% al 10%. Ese 30% es adicional a un 25% de tasa arancelaria que Estados Unidos ya cobraba a determinados productos chinos antes de que estallara la guerra comercial, con lo que la tasa para algunos productos es del 55%.
Sin embargo, a pesar de este acuerdo, la situación para los países del sudeste asiático no ha cambiado. Siguen estando en la mitad de los intereses comerciales de estas dos potencias, por lo que los productos chinos siguen llegando en grandes cantidades a sus mercados, empresas que estaban en China se siguen relocalizando en los países del bloque y Trump sigue ejerciendo presión sobre ellos, a través de la negociación de tasas arancelarias, para que contengan a China.
Sánchez Gallegos dice que, al final, se trata de una guerra desgastante que no beneficia a nadie. «Todos los países, de alguna manera, se han visto involucrados en esta guerra comercial y Estados Unidos y China son conscientes de que esta situación no beneficia a ninguno de los dos. Pero, mientras demuestran poder sin mostrar debilidad, el daño para las economías es evidente».
«La interdependencia global nos obliga a cooperar, no a aislarnos. Lo saben, pero miden fuerzas buscando cada quien la mejor negociación para sí mismo», afirma el especialista.
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