Dulcinea Martínez, primera directora en 88 años de capital humano en Grupo Senda, invitó a los estudiantes de la Universidad de Monterrey (UDEM) a reflexionar acerca de la relevancia de la equidad de género en el ámbito laboral durante la conferencia Glass Ceiling: El género no importa, llevada a cabo el pasado 4 de abril.
Durante el evento, Martínez definió el concepto Techos de Cristal como una forma de representar las barreras a las que se enfrentan las mujeres en el ámbito de los negocios y afirmó que la clave para superarlos consiste en no ciclarse en los límites que la sociedad impone, es decir no ver esos techos.
Posteriormente, señaló la importancia de la equidad de género dentro del área laboral, pues como seres humanos todos poseen las mismas capacidades y oportunidades, al igual que talentos que complementan el trabajo del otro, de manera que se fortalece el compañerismo.
“La voz de la mujer debe escucharse al mismo nivel que del hombre, va a costar trabajo pero hay que tomar acción, es decir que tengas una silla y te inviten a sentarte en la mesa de las decisiones, que usualmente se compone de hombres, ya que al final de todo, independientemente del género, tú tienes una voz, entiendes el negocio y puedes aportar algo”, explicó.
Martínez dijo que llegó a estar en su puesto gracias a su determinación, desde su infancia, por demostrar su capacidad para realizar actividades que otros le decían que no podría lograr, esto la motivó a graduarse con buenas calificaciones de la carrera de Recursos Humanos y realizar una maestría, siendo ya trabajadora, esposa y madre, en Desarrollo Organizacional y Cambio.
Entonces, cuando Senda quiso mejorar sus áreas de oportunidad para evitar ser superados por su competencia en el mercado, Martínez tuvo las herramientas y los conocimientos necesarios para proponer un concepto de cambio que le permitió ser considerada por la empresa como la persona indicada para trabajar estas áreas.
Al finalizar la sesión, invitó a los asistentes a tomar acción sobre sus metas y hacerse escuchar, independientemente de su género, pues no hacerlo implica resignarse a ser
víctima.