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La escritora regiomontana Sofía Segovia asistió a la Universidad de Monterrey para la presentación de su libro De lector a escritor. Foto: Gael García Sandoval

Nos entendemos a partir de las historias que contamos: Sofía Segovia


Por: Bárbara Martínez Campuzano y Renata Martínez

Ha transcurrido casi una década desde la primera publicación de El murmullo de las abejas, la novela que catapultó la carrera de Sofía Segovia –autora de varios bestsellers en formato de narrativa–, con más de 50 mil copias vendidas alrededor del mundo. Hoy, que se ha convertido en una escritora de amplio reconocimiento, su objetivo va más allá de escribir literatura: su nuevo libro, titulado De lector a escritor, está dirigido principalmente a jóvenes escritores, a quienes Segovia desea apoyar.

A través de la descripción de sus experiencias personales y de la revelación del conocimiento de leyes escritas y no escritas de la literatura, el nuevo libro de la escritora regiomontana muestra algunos secretos de la profesión.

Y aunque muchos detalles importantes requieren la consulta de su obra para ser conocidos, durante la reciente visita a su alma máter –es egresada de la Licenciatura en Comunicación por la Universidad de Monterrey–, Sofía Segovia compartió, en una entrevista exclusiva para la Agencia Informativa UDEM, algunas de sus reflexiones sobre el oficio de la escritura.

¿De qué manera te ayudó tu tiempo como periodista a desarrollar la habilidad de contar historias?

A mi parecer, el periodismo sirve para todo, porque nos lleva a descubrir preguntas. Por qué sucede algo, cómo fue que sucedió. El periodismo es para gente curiosa. Lo practico todos los días para dar con los hechos en los que fundaré mi ficción.

Truman Capote se refería al miedo que puede generar enfrentarse a una página en blanco.

Hoy no vivo la presión de la inmediatez, como sucede con la rutina del periodista. De cierto modo, creo que los escritores somos como maratonistas o corredores: nos paramos en la línea de salida todos los días, mas no llegamos a la meta final; no debemos hacerlo en frío. Primero tenemos que calentar, estirar. Por lo tanto, invierto muchísimo esfuerzo en el calentamiento y, para cuando llega el espacio en blanco, prácticamente no lo siento: mis motores ya están calientes.

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El libro, De lector a escritor, funciona como un manual para todas las personas que quieran empezar a escribir historias. Foto: Gael García Sandoval

¿Nunca te has enfrentado al síndrome del impostor?

Tengo unas cuatro o cinco estrategias, entre las cuales hay una que me dio mi papá, durante una conversación que tuvimos. Cuando recién iniciaba mi carrera, ya en forma, después de El Murmullo, recién iba a ir a la radio con Fernanda Familiar, y le dije: “Papá, tengo miedo”. Y me contestó: “Tú nada más acuérdate de algo: nadie sabe más de lo tuyo que tú”. Cuando voy a cualquier lado, me agarró de una silla y recuerdo este tipo de cosas. Espero que a otros también les funcione.

¿Cuáles son las lecturas que más te influyeron para convertirte en escritora?

La lectura es la mejor maestra. Antes que nada, me considero lectora. Recuerdo que cuando era una niña que no sabía leer, deseaba aprender porque mis hermanos ya leían y yo no. Lo mismo con la escritura. Creo que convertirme en lectora desde niña y nunca cesar en ese camino se ha convertido en un puente entre los 60 años que cumplo ahorita en 2025 y mi imaginación infantil. Hay ciertos autores que me marcaron muchísimo cuando era niña, como Juan Ramón Jiménez con Platero y yo, que parece infantil, aunque tal vez no lo era, y yo la leí a los seis o siete años. Ahí descubrí que no necesitaba las ilustraciones para relacionar las palabras con imágenes en mi mente, y eso me encantó.

Tiempo después vinieron los cuentos de Gabriel García Márquez y Edgar Allan Poe; Historia de dos ciudades de Charles Dickens…. Alexandre Dumas con Los Tres Mosqueteros, que me parece maravillosa y extraordinaria, divertida, romántica y de suspenso. Y Shakespeare… Shakespeare nos lleva a entender que las historias se escriben para funcionar en su tiempo. Hoy nos parece complejo, pero en realidad podía entenderlo una persona común de aquel entonces. Esa es una idea que me sigue influyendo muchísimo. Al final, mi biblioteca está llena de todo tipo de libros porque, además, no me gusta desechar ninguno.

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La entrevista fue realizada por alumnas de la materia Periodismo de Investigación y Opinión. Foto: Gael García Sandoval

En el libro aparece una metáfora de la escritura como construcción. ¿La forma también puede ser parte del mensaje?

Se trata de cómo cuentas la historia, desde qué punto de vista la cuentas; ahí hay un mensaje, una intención; hay que ver quién lo está contando. No consiste solo en lanzar un mensaje al aire, en una simple suma de palabras, sino en observar la suma de intenciones, de dolor, alegría o cualquier otra emoción que hay detrás del mensaje. La escritura y la memoria son una idea presente y la manera de describir puede construir un puente entre estos dos elementos.

Es un recurso que uso muchísimo; lo descubrí instintivamente a través de mis lecturas y lo investigué posteriormente. Además, en mis clases siempre he hablado de la imaginería sensorial y de lo importante que son los sentidos a la hora de escribir y descubrir los personajes, así como el entorno en donde se encuentran. A través de los sentidos podemos resurgir y, en la novela, me gusta hacer que el personaje describa cómo recuerda su casa a través de ellos, sin decir cuántas ventanas o pasillos tiene; lo que quiero es que el lector se remonte a la casa que tiene en su memoria, a la sensación de su casa y no la que yo le doy. Así se activa la imaginación.

De alguna manera, nos entendemos a partir de las historias que nos cuentan o contamos nosotros, a través de estas historias podemos generar empatía o conectar con otras personas. El gran cliché es que a través de la literatura el lector puede vivir mil vidas. Los libros son el único medio por el cual podemos dejar el cuerpo atrás e ir a vivir otras vidas, en otro tiempo y espacio. Ni la ciencia ha podido replicar eso.

¿El proceso de realización de este libro te ayudó a conocer una parte de tu trabajo que antes no tenías identificada?

Hace 13 años me invitaron a dar talleres por primera vez. En aquel entonces, dije: “Sí. Qué miedo, pero sí». Como maestra, todavía tenía que ordenar todo y, desde el primer día de clases, comprendí que urgía un libro así, que alguien debería de escribirlo. Investigué mucho y guardé muchas citas de autores. Durante mucho tiempo, este libro estuvo en construcción. Este libro es un libro de mucho atrevimiento. Para mí, contar historias es lo que se siente más natural; esto no. Escribirlo fue una victoria. Es decirle al mundo: “Sé que tengo mi nombre, sé que tengo la obra y sé que tengo algo qué decir”. Es parte de mi evolución como mujer y persona.

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