Autorrey: la ciudad diseñada para vehículos
En los últimos años, uno de los temas más recurrentes entre la población regiomontana es el caos vial. El tráfico no ha dejado de incrementar, y esto se debe, en parte, al crecimiento del número de vehículos, pero, sobre todo, a que cada vez hay más percances y accidentes viales relacionados con los peatones. En Monterrey, como es bien sabido, moverse de un punto a otro suele implicar el uso de automóvil o autobús. Quien opta por caminar o andar en bicicleta corre al menos dos peligros: deshidratarse –sobre todo en verano– o sufrir un accidente grave, propiciado por la agresividad y la velocidad que caracterizan a muchos automovilistas de la urbe, lo cual, en el mejor de los casos, lo enviará a la sala de urgencias del hospital. En cualquier caso, el hecho es que caminar en esta ciudad no suele ser una opción viable, a menos que el sitio al que se acuda se ubique cerca de nuestro domicilio.
De acuerdo con un reporte de Ni Una Muerte Vial, la vía más peligrosa para transeúntes, ciclistas y motociclistas en Nuevo León es la Carretera Nacional. Sucede que, si bien su nombre indica que se trata de una autopista, la mayor parte de su extensión se encuentra en una zona altamente urbanizada del municipio de Monterrey. Quizá este sea uno de los factores que la han llevado a registrar 32 fallecimientos entre 2019 y 2022, lo que la convierte en una de las 150 vías del país con mayor número de decesos en el lapso mencionado. Sin embargo, son más alarmantes los datos recopilados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), según los cuales en Nuevo León se reportaron un total de 19,078 accidentes de tránsito relacionados con peatones entre 2011 y 2020. Hablamos de una media de aproximadamente 1,907.8 peatones atropellados cada año, lo que da un promedio de 5.22 casos por día. El año 2016 acumuló el mayor número de accidentes relacionados con transeúntes, al arrojar un total de 2,050.
Las causas de este problema poseen varias vertientes y pueden abordarse desde diversos ángulos: desde las voces que apuntan al acelerado crecimiento del área metropolitana, aquellas que lo atribuyen a su mala infraestructura y problemas de planificación urbana, hasta las que señalan su origen en la falta de educación vial y conciencia entre los conductores. Pero el origen del problema no se encuentra en una sola de estas explicaciones, sino en la combinación de todas ellas.
Propongo un instante de reflexión: habitamos una ciudad en donde, al menos en la práctica, se prioriza a los vehículos sobre peatones y ciclistas. A este factor, sumemos que las distancias entre puntos de interés no son aptas para ser recorridas a pie o en bicicleta. Y, por último, solo queda añadir a estos factores la prevalencia de una infraestructura deficiente en lo que se refiere a banquetas y ciclovías.
Pese a las estrategias e inversiones del gobierno estatal y las administraciones municipales, el tema de la movilidad en Monterrey es y seguirá siendo el elefante en la habitación: un asunto del que la mayoría prefiere no hablar, o bien hacerlo de forma limitada; un pendiente que se ha convertido en el síntoma de una sociedad individualista y poco empática. Resulta muy difícil determinar hasta qué punto una ciudad como Monterrey está destinada a padecer este problema, en mayor o menor medida. Cabe preguntarnos si realmente existe una solución viable dadas las condiciones naturales que caracterizan a esta urbe, como el clima, su tamaño, el número de habitantes o el nivel socioeconómico. Solo una certeza prevalece: la ciudad no logra encontrar una armonía entre los vehículos motorizados y las personas.
¿No es irónico vivir en una ciudad que excluye a las personas, en tanto que son ellas las que diseñan la urbe? Supongo que se trata de la eterna paradoja de Monterrey, la ciudad de las montañas… O quizá debamos llamarla “Autorrey, la ciudad de los automóviles”.
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